LA HABANA, Cuba. – El 6 de junio de 1970, Osvaldo de Melo y María del Carmen Zaldívar presentaron un proyecto de tabloide al entonces secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Héctor Ramos Latour. La iniciativa había surgido a raíz de la necesidad de que dicha organización tuviera su propio medio de prensa, con alcance nacional.
El vacío ocasionado por la desaparición de Vanguardia Obrera y la Revista CTC, publicaciones que durante muchos años informaron y orientaron a la masa obrera sobre cuestiones esenciales del acontecer sindical, fue ocupado por Los Trabajadores, primer nombre que se le dio al nuevo rotativo.
El impreso fue abriéndose paso en medio de las dificultades crónicas del sistema cubano: carencia de recursos materiales, de locales para la redacción, de talleres de impresión y de personal encargado de la edición. Con el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), una entidad absolutamente servil al régimen que por aquellos años lideraba Fidel Castro, y de corresponsales obreros que se ofrecieron voluntariamente, fueron publicados los primeros números, que vieron la luz en la pequeña imprenta de la CTC sita en Virtudes y Manrique, Centro Habana.
El periódico, que debía funcionar como un medio para canalizar las inquietudes y exigencias de los obreros cubanos, se enfocó en cuestiones relacionadas con el movimiento sindical, el desarrollo de la zafra, los resultados de la emulación, la vigencia de las fechas históricas, la práctica del “internacionalismo proletario” y la solidaridad clasista. En sus páginas también se incluían orientaciones sobre la legislación laboral del país, además de revolucionarias sugerencias para solucionar dificultades y preocupaciones relacionadas con el mundo laboral.
En sus más de cinco décadas de existencia, Trabajadores ―como se le conoce en la actualidad― jamás se ha hecho eco de los acuciantes problemas que aquejan a los obreros cubanos, desde la insuficiencia de los salarios para hacer frente al elevadísimo costo de la vida, hasta las condiciones infrahumanas en que muchos viven junto a sus familias, afectados por la crisis de la vivienda, la inflación, el decrecimiento acelerado del poder adquisitivo de la moneda nacional, y tantos otras dificultades agravadas desde la caída del campo socialista, que el Gobierno cubano no ha sido capaz de solucionar.
Desde su creación, Trabajadores ha funcionado como medio de propaganda plegado a la voluntad de la CTC, un capataz subordinado al Estado en un país gobernado por un solo partido, donde no se admiten los sindicatos independientes que defiendan los derechos de los obreros a tener vida y salarios dignos.
Al igual que ha sucedido con los diarios Granma, Juventud Rebelde y Tribuna de La Habana, el pueblo ya no se interesa en leer sus páginas. Desde hace muchos años los cubanos prefieren darle otros usos, si es que logran encontrar algún número impreso.