LAS TUNAS, Cuba. — Da lástima. Ciertamente. Cuando China y Rusia metieron sus bazas y ya van delante en la carrera por los mercados y las influencias sociopolíticas en Latinoamérica. Cual malhechor —que lo es aforado penalmente por su agresión a Ucrania—, Vladimir Putin se encuentra políticamente aislado y en lo económico bloqueado por las naciones civilizadas. Ahora, otea el horizonte caribeño y latinoamericano buscando aliados, puertos y bases como ya los tuvieron en Cuba para su arsenal nuclear sus predecesores soviéticos. Demorada, la Unión Europea (UE) pretende estrechar relaciones que en algunos casos —y no pocos— son sanguíneos, genéticos, con América Latina.
En ese corredor de vuelo, cual si su destino fuera un oasis y no un calvero marchito, vemos llegar a Josep Borrell, alto representante de Política Exterior de la UE a La Habana, como si Cuba fuera el ombligo de Latinoamérica y no una nación en huida, quebrada política, económica y moralmente, donde la mentira es la regla y el decoro la excepción, embustera no sólo con sus semejantes, sino consigo misma, gobernada desde hace más de 60 años por un régimen totalitario sin par, con dos caras: una, fraterna y plural; la otra, de matón. Y me pregunto: ¿Ese es el aliado —o el agente— que Borrell busca para la UE ejercer influencia en América Latina?
Borrell se reune con la jefatura del Estado castrocomunista, con empresarios y con representantes de la sociedad civil, por lo que entonces cabe pensar que visitará las cárceles del archipiélago cubano y de La Habana volará a Miami, a Madrid, a las ciudades del mundo por donde, trashumante, va una muy considerable parte de la sociedad civil cubana, y no de ahora, sino desde 1959, cuando a fuerza de fusilamientos, cárcel y destierro, destruyeron la civilidad en Cuba con muchísima más sevicia que el mucho odio empleado en el día de hoy.
“¿Qué espera usted que cambie con esta visita de Josep Borrell a Cuba?”, me preguntó esta semana en Radio Martí la productora Patricia Martínez. No va a cambiar nada. Mientras la mayoría de los países de la Unión Europea se solidarizan con Ucrania y la ayudan económica y militarmente en la guerra en que batallan contra la agresión de Rusia, Borrell viene a La Habana, donde los jefes del Estado y del Partido Comunista son conniventes con la guerra de agresión y con los crímenes de guerra cometidos por Vladimir Putin en Ucrania y por los que se encuentra acusado, dije, grosso modo.
“¿No tiene nada más que añadir?”, me preguntó Patricia, a lo que respondí: las relaciones internacionales suelen ser cínicas, y es el caso de Borrell en La Habana.
Y digo que, con las cárceles cubanas atiborradas de presos después del 11J, la visita del alto representante de Política Exterior de la UE a La Habana es desfachatada y el acuerdo de diálogo político entre la UE y Cuba —que puso fin a la posición común europea— no tiene razón de ser, porque… ¡Cómo usted va a dialogar con un criminal! Convengamos que para congraciarse con la UE y dar visos de éxito a la misión de Borrell en La Habana, con la autorización del general Raúl Castro, el verdadero jefe del régimen, el “presidente Díaz-Canel” excarcele algunos presos para ser llevados en percha, o en el bumper, sí, en el parachoques, como hacen los cazadores con las piezas vistosas tras una jornada de caza exitosa. Y, ¿qué cambian esas excarcelaciones? Ojalá se produjeran por el bien de los liberados y de sus familias. Pero no cambiará absolutamente nada, porque luego vendrán otros presos, y luego otros y otros. Así sucede desde 1959.
Tal pareciera, como si algunos políticos jugando a ser “exitosos”, “diferentes”, “pragmáticos”, oh, sí, creyéndose expertos —y ahora me viene al recuerdo el señor expresidente Obama— creyeran que es posible tener relaciones civilizadas con los dirigentes comunistas, cuando dialogar con estos individuos es imposible, por una razón sencillísima: la tarea de los comunistas no es el diálogo sincero, sino el discurso como arma para destruir la democracia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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