LA HABANA, Cuba. — José Martí, espantado de todo, cerraría los ojos nuevamente. Su buque insignia para la independencia de Cuba, el periódico Patria, haría aguas aplastado por la mastodóntica prensa oficial, llena de insolencias, mentiras, media verdades y otras sutilezas propias de un sistema que él mismo habría calificado como “la esclavitud de los hombres”.
131 años después de fundado el periódico Patria, la prensa en Cuba está en medio de una nueva batalla de David contra Goliat: la de la prensa libre contra la prensa esclava.
La prensa esclava está de hinojos ante el Partido Comunista de Cuba (PCC), aunque la pague el erario público. Tiene todos los recursos a su alcance, salarios, imprentas, estaciones de radio y televisión. Posee edificios, autos, camiones, etc.
Los periodistas esclavos son graduados en las universidades cubanas, que son solo para los revolucionarios, y sus más destacados alumnos van a prestigiosas becas en países democráticos, además de recibir otras bondades propias de la élite gobernante.
La prensa oficialista, la esclava, tiene detrás al Estado todopoderoso y su omnipresente censura.
En cambio, la prensa libre, como la martiana, es independiente. Es perseguida por la Seguridad del Estado. Posee poco. Un magro pago por publicaciones. Quizás una laptop, un teléfono y, los más afortunados, una cámara. Eso sí, un calabozo le espera en cualquier estación de policía.
Los de la prensa libre rozan con su piel los edificios caídos, los barrios marginales, los platos vacíos, las enfermedades no reconocidas por el Estado. La mayoría de estos reporteros son empíricos o vienen de otras ramas del saber. Así, con la imponderable ayuda del exilio, se convirtieron en la voz de la verdad.
La oficialista Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) celebra a todo trapo el aniversario del periódico Patria, y se desgarra las vestiduras clamando por una prensa novedosa, que salga de la trinchera, a codearse con las personas en la calle. ¡Fariseos!
Bajo la azotaina del ideólogo del PCC Rogelio Polanco Fuentes, debaten y comparten, entre suculentas meriendas y almuerzos, las experiencias sobre los modelos de gestión editorial y económica. ¿Estarán a tono con las transformaciones económicas del Gobierno de la continuidad? Parece que sí.
En una versión de la “piñata” en el terreno periodístico, aparece la empresa productora Ideas Multimedios, presidida por Randy Alonso. La misma representa a Cubadebate, la Mesa Redonda, el sitio Fidel, soldado de las ideas y los programas Con Filo y Cuadrando la Caja.
¿Habrá algo más parecido a RT, Telesur o CCTV para penetrar el mercado informativo global, adaptarse a las nuevas tecnologías y proyectar mentiras y medias verdades? ¿Estudió el crapuloso Randy Alonso el flamante libro ¿Cómo convertirse en oligarca a la rusa?, que circula por las oficinas del Gobierno, o solo es el corre ve y dile de alguien más poderoso?
Rodeado de bocaditos y ron peleón, el presidente de la carcunda UPEC, Ricardo Ronquillo, reubica la dimensión comunicacional marxista-leninista para el mundo contemporáneo, idea mecanismos de autorregulación para ejercer el control social y reconquistar la credibilidad. Solo ellos saben lo mal que están, como diría mi amigo Leonardo Calvo.
La peor idea de los sicofantes es mantener al periodismo como recurso estratégico del régimen, y controlarlo a través del proyecto de Ley de la Comunicación Social, con el que ya amenazan a los periodistas independientes.
¿Están solos los muchachos de Ronquillo? Imposible. Un conjunto de corifeos, adalides, gurúes de la izquierda perversa, como Pascual Serrano, Atilio Borón o Ignacio Ramonet aportan su prosapia y hacen un aquelarre para combatir lo que llaman “colonialismo cultural”, “control de los medios en las democracias” y otras sandeces para llenar parlamentos de ineptos y falsas igualdades. Pero, sobre todo, ofician como rancheadores para mantener a los esclavos en su sitio, mientras ellos gozan la libertad y la democracia en sus países.
El día de la prensa cubana es el de la prensa libre y martiana. Porque la verdad no está en los burós de los funcionarios castristas. La verdad está afuera, en la calle. Y hay que ir a buscarla.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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