HARRISONBURG, Estados Unidos. — Cubadebate, la gruta de los talibanes del castrismo, continúa siendo un fiel muestrario de la manipulación informativa que se ejerce sobre los cubanos y del cinismo que se les lanza.
Visito el sitio porque me gusta contrastar diferentes fuentes para alcanzar una opinión lo más equilibrada posible sobre algún hecho. Reconozco la brillantez e inteligencia de algunos de los que allí escriben, aunque también son abundantes las muestras de pobreza intelectual y orfandad de miras en los comentarios de los lectores, mucho de ellos estudiantes de Informática y militantes de la UJC obligados a participar en el debate o viejos decadentes aferrados a las ubres vacías de sus consignas.
El pasado 18 de marzo, el sitio de marras publicó un artículo titulado Acotaciones, de Michel E. Torres Corona, que comienza así: “Los odiadores no suelen modificar mucho su discurso. Cuando no tienen argumentos para refutar lo que uno afirma, enseguida pasan a la ofensa”.
Pero más que calificar a los opositores al castrismo, esas afirmaciones son inherentes a una conducta esencial de la dictadura desde el mismo 1ro de enero de 1959. Desde entonces el muestrario de la crueldad del sistema de explotación castrista, basado en el odio y en la primacía de un partido político sobre el resto de la sociedad, es abundante y no está exento de crímenes e injusticias, desde los fusilamientos de los primeros meses de la década del sesenta hasta el de los tres jóvenes afrodescendientes que pretendieron secuestrar una embarcación, ocurrido el 11 de abril del 2003. El amplio corchete incluye el no menos famoso juicio a los pilotos, que provocó el suicidio del comandante Félix Pena, hasta llegar a los recientes procesos por los sucesos del 11 de julio del 2021, sin olvidar la matanza de Río Canímar —entre otras causas, el detonante del suicidio de Haydée Santamaría— , el hundimiento del remolcador “13 de Marzo“ y el derribo de las avionetas de “Hermanos al Rescate”, por solo citar algunos crímenes.
Para Michel, esas monstruosidades no son más que “errores e injusticias” cuando expone: “¿Hemos cometido errores e injusticias? Sí. Algunas las hemos resarcido, otros los hemos superado y hasta olvidado. Las injusticias las hemos tratado de incinerar con el fuego de la Revolución, tratando de identificar al revolucionario con toda la justicia social. Mas no podemos lanzar la primera piedra, no estamos libres de pecado”.
El articulista reconoce que se trata de identificar al revolucionario —excluyendo a los cubanos que no lo son— “con toda la justicia social”, una frase que retrata la discriminación política implantada en Cuba por el castrismo y que él defiende.
En otra parte de sus acotaciones, Michel escribió: “¿La vida en Cuba es perfecta? No. Como diría el poeta trovador, no vivimos en una sociedad perfecta. La vida en Cuba es compleja, impone sacrificios, uno debe estar completamente dispuesto a dar la pelea. ¿Se pasa trabajo? Sí. Moverse es un problema, comprar alimentos es un problema, trabajar y ganar lo suficiente es un problema… Pero también tenemos cosas muy valiosas, que quizás hemos dado por sentado y que pudiéramos perder”.
Me gustaría que Michel escribiera sobre cuáles son esas “cosas muy valiosas” que todavía van quedando y disfruta nuestro pueblo. Ojalá que esa relatoría resulte objetiva —si es que se atreve a hacerla y a enfrentar los memes que le vendrán encima— pues no creo que pueda ir más allá de los maltrechos servicios de educación y salud gratuitos.
Pero no solo de pan vive el hombre, como sabiamente nos enseñó Jesús, porque en Cuba el alma y la libertad permanecen acosadas y Michel lo sabe, aunque calle.
Michel sabe que hablar en Cuba sin hipocresía es un problema, que manifestarse pacífica y públicamente también lo es. Sabe que escribir para un medio de prensa independiente o asociarse sin la tutela del Estado también constituyen problemas. Sabe que todo cubano que no se afilie a la ideología comunista es considerado un traidor a la patria y un enemigo, lo cual es un acto de discriminación. Si estoy mintiendo que le pregunte a Luis Robles y a los miles de cubanos que hoy están presos por haberse manifestado públicamente el 11 de julio.
Si los derechos sobre la libertad de expresión y manifestación están reconocidos formalmente en los artículos 54 y 56 de la Constitución, y tanto Miguel Díaz-Canel Bermúdez como Rubén Remigio Ferro han dicho públicamente que ejercitarlos no es delito, entonces, ¿por qué están presos esos cubanos? ¿O es que Michel también pretende que creamos el cuento de que todos asaltaron tiendas, volcaron autos patrulleros o lanzaron piedras a la policía? Él sabe que no, pero no ha escrito siquiera un párrafo sobre eso ni ha dedicado una emisión de Con Filo a abordar objetivamente este asunto tan doloroso para nuestra nación. Tampoco ha aportado al televidente múltiples opiniones, incluidas las de los familiares de los presos.
Michel no ha escrito sobre los menores de edad que están presos y oculta que el trovador al que se refiere es Pablo Milanés, totalmente distanciado hoy de esas injusticias que siempre han sido práctica habitual de la dictadura que Michel defiende.
Como si en vez de esa triste realidad, donde hoy mismo un litro de aceite cuesta la friolera de 700 pesos cubanos (unos 29,16 dólares al cambio oficial), existiera otra. Michel insiste en la defensa de un régimen inicuo que, por su tozudez, acabará echando del país a gran parte de su juventud.
Porque Michel Torres Corona, aunque lo sabe, tampoco reconoce que aferrarse de forma contumaz a una práctica inviable no es heroísmo ni dignidad, sino necedad y desprecio por la libertad y el bienestar que merecen todos los cubanos. Y ahí es donde se nubla su inteligencia.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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