LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -En medio de las celebraciones y eventos en homenaje al escritor Virgilio Piñera, por su centenario, inauguran ahora un coloquio que lleva su nombre y que sesionará en el Aula de Conferencias de La Habana Vieja, donde estuvo enclavada la primera universidad cubana.
Invitados de países europeos y latinoamericanos, escritores y traductores de la obra virgiliana, animarán este evento. La tarea de “limpieza” de la imagen del hostigado y ninguneado poeta, dramaturgo y narrador cubano, continúa con esa obstinación propia de los burócratas y los oportunistas.
Convertido en uno de los mitos de la literatura cubana del siglo XX, Piñera, el escritor y el hombre, será diseccionado en esta reunión de especialistas, donde, según se anuncia, estudiarán su vida íntima.
Si su corazón hubiera resistido el ostracismo al que fue condenado. Si las heridas en su carne más íntima no hubieran dolido tan profundamente, quizás Piñera, en el presente, pronunciaría un discurso de agradecimiento en el que haría gala de la ironía y el absurdo que tan magistralmente manejó.
Pero para conveniencia de las autoridades que hoy ensalzan a quien ayer despreciaron, Piñera está muerto. Sus restos, que descansan en el Cementerio de Colón, deben removerse inquietos ante la mezquindad de este nuevo homenaje a destiempo.
Virgilio Piñera escribió una obra en la que se burla de la mediocridad, la insensibilidad, la desidia de nuestra sociedad, sobre todo en los años 50 y 60. Si los gobernantes cubanos hubieran tenido más inteligencia y menos prejuicios, lo habrían mimado, igual que a Nicolás Guillén, por el carácter transgresor de su obra y por la visión descarnada del pequeño burgués que contienen sus textos.
Ignoro si en el coloquio sobre su obra y su persona, habrá espacio para destacar cuánto debió sufrir el escritor al ser encarcelado en la tristemente célebre “noche de las tres P”, cuando pájaros (gays), prostitutas y proxenetas fueron a parar a las estaciones de policía, todos juntos, maltratados, abusados y humillados en una redada policiaca.
No obstante ser el dramaturgo más importante de Cuba, Virgilio Piñera no tuvo la oportunidad de recibir ningún reconocimiento en vida. Cometió dos pecados imperdonables para el régimen: ser homosexual y no aceptar que el poder político le dictara su forma de pensar y de escribir.
Mientras no haya una muestra de arrepentimiento sincero, coherente y sostenido, que se manifieste, con hechos, ante los miles y cientos de miles de seres corajudos y valientes que al igual que este gran escritor sufrieron por no esconderse detrás de una máscara de hipocresía y doble moral, y prefirieron asumir su verdadera orientación sexual y política, seguirán intactas las huellas de la ofensa de los comunistas a Virgilio Piñera.