LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -En la era precolombina nuestros indios se dedicaron, entre otras cosas, a la recolección de alimentos para sobrevivir. Y ahora, muchísimos años después, muchos cubanos se dedican a larecolección de pesos para el mismo propósito.
En el mismo comienzo de la película cubana titulada “Juan de los Muertos”, que durante varios días se ha estado exhibiendo en los cines de la capital, hay un dialogo entre Lázaro, uno de los personajes, y Juan de los Muertos, donde el primero le pregunta:
“¿A veces no te dan ganas de irte remando a Miami?”, a lo que Juan le contesta: “¿pa’ qué chico? Allá tengo que trabajar. Aquí soy sólo un recolector como los taínos. Es cuestión de sentarse a esperar y algo cae de la mata”.
En Cuba, el trabajo de cuidador de baños tiene la misma filosofía de Juan de los Muertos: sentarse a esperar a que algo caiga. En muchos casos los baños adolecen de una higiene mínima, pero el cuidador jamás deja de cobrarle el “impuesto” a los que los usan.
Cuenta Tony, trabajador de un paladar, que el 29 de mayo fue al cine Yara a ver la película de marras. Antes de que empezara la primera tanda fue al baño, y cual no fue su sorpresa al ver que sólo una taza estaba disponible para el público. Las restantes tenían puestas un palo cruzado en la puerta para impedir el paso.
Los urinarios presentaban la misma situación. Excepto uno, los demás tenían puesto un cartón que impedía orinar en ellos. El cuarto de baño parecía limpio, pero de la única taza disponible emanaba un fuerte olor a orina, producto de las tantas veces que era usada sin ser descargada.
Resulta que la auxiliar de limpieza había limpiado el local, y para no tener que volverlo a hacer completamente decidió cerrar ella misma los baños, excepto una taza y un urinario. Así podría concentrarse en exigirle a los usuarios el peso obligatorio que hay que pagar para tener acceso al servicio sanitario en el cine Yara, y a la vez mantenía “limpia” sin ningún esfuerzo la mayor parte del local del baño para limpiar menos a la hora de irse.
Elizabeth es dependiente en el restaurant de comida rápida de Brimart, en la calzada de 10 de octubre. Además recolecta las latas vacías que dejan en las mesas, y las mete en un saco. Su hija de 8 años pasa dos o tres veces al día para llevarse lo que su mamá ha acopiado. Pero cuando la clientela no es muy numerosa, la mujer también se sienta frente al baño del establecimiento para recolectar el dinero de la entrada. Como en el restaurant se cobra en divisa, muchas veces los clientes dejan monedas de cinco centavos de dólar. En este lugar no es obligatorio pagar el baño, pero Elizabeth siempre que puede se sienta a ver lo que le cae.
Y así, pesito a pesito y sentados a ver lo que cae, estos “recolectores” del siglo XXI, herederos de nuestra tradición taina, pueden al final del mes ganar más dinero que un arquitecto, ingeniero o cirujano. Cosas de nuestra isla, donde a fuerza de no tener opciones muchos se han dedicado a rescatar el estilo de vida de nuestros primeros habitantes cinco siglos después de su desaparición.