LA HABANA, Cuba. – Según el artículo 141 de la actual Constitución cubana “el Primer Ministro es designado por la Asamblea Nacional del Poder Popular, a propuesta del Presidente de la República, por un período de cinco años”.
Sin embargo, todo hace indicar que la selección de Manuel Marrero para la jefatura del gobierno ha sido una iniciativa de Raúl Castro. Hay que tener en cuenta que Marrero, antes de desempeñarse como ministro del Turismo, fue presidente del Grupo de Turismo Gaviota, una organización controlada por las Fuerzas Armadas.
Pero hay otro dato revelador: cuando Raúl Castro tomó las riendas del poder, tras la enfermedad de Fidel Castro, le exigió a Marrero —ya para ese entonces titular del Turismo— que todos los meses le entregara un informe acerca de la marcha de ese importante sector de la economía cubana.
Y, al parecer, Marrero cumplió con proverbial disciplina semejante encargo. Así se habría ganado la confianza del menor de los Castro, quien además lo consideraría como el funcionario obediente que dirigiría el gobierno sin hacerle sombra a Díaz-Canel. Porque, a todas luces, el Díaz-Canel parece dispuesto a continuar en todas partes y a toda hora, sin delegar funciones.
Con respecto a la composición del gabinete ministerial, las sustituciones de ministros obedecerían al interés ya mostrado por Díaz-Canel de contar con funcionarios “hablantines”, que sean capaces de montar un discurso para justificar los desaciertos de la economía. Esa y no la anunciada “necesaria renovación “sería la causa de tales cambios.
Porque, por ejemplo, Iris Quiñones (ex ministra de la Industria Alimentaria), Raúl García Barreiro (ex ministro de Energía y Minas), y Alfredo López (ex ministro de Industrias) llevaban mucho menos tiempo en sus cargos que la mayoría de los ministros que fueron ratificados en sus funciones. Claro, los tres mencionados habrían cometido el “error” de no ser muy mediáticos. Es decir, de no aparecer a menudo en las Mesas Redondas de la televisión cubana, ni solicitar la palabra con frecuencia en las sesiones de la Asamblea Nacional.
Bueno, y si eso es así —podrían preguntarse algunos— ¿porqué no fueron sustituidos los ministros Julio César Gandarilla (del Interior), y Leopoldo Cintras Frías (de las Fuerzas Armadas)? Los cubanos de a pie apenas les conocen el tono de la voz a esos dos generalotes. Son diputados y nunca hablan en el Parlamento, y casi siempre delegan en sus subordinados la pronunciación de discursos cuando las instituciones que dirigen celebran determinados actos. Parece como si padecieran de microfonofobia.
Ah, pero ellos son hombres de Raúl Castro, y solamente el general de cuatro estrellas puede moverlos de sus cargos. Y Díaz-Canel, por supuesto, tiene bien aprendida la lección. Él sabe perfectamente que hasta que no se celebre el VIII Congreso del Partido Comunista en el 2021, y sea designado primer secretario de esa organización política —el propio Raúl Castro ha insinuado que así será—, no podrá hacer todo lo que le venga en ganas de Cuba.
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