LA HABANA, Cuba. – Trescientos dólares cuesta reservar una mesa en la zona VIP del bar SaltZúcar de la Avenida 31 en Playa. Ciento cincuenta si el cliente no es “demasiado exigente” y se puede conformar con una mesa simple en ese mismo lugar, catalogado por algunos como entre los mejores centros nocturnos de La Habana, aunque las opiniones negativas en Google demuestren lo contrario.
Pero trescientos o la mitad de eso es lo que gastaría el juerguista decidido, siempre que los porteros ese día se sientan piadosos ya que pudieran “multarle” con unos 20 o 30 dólares por dejarlo pasar, asegurándole que el lugar está “a tope”, aun cuando al entrar compruebe que ha sido engañado.
Los cócteles, entre 10 y 20 dólares. Los taxistas al salir no cruzan el túnel por menos de 10, y si la propina no supera los 5, el barman y la mesera regalan sus peores gestos y miradas. Al final, “no hay nada que te impresione, y el espectáculo y los tragos los encuentro mejores en cualquier garito de Santo Domingo”, opina un visitante dominicano que llegó al lugar gracias a las referencias que encontró en Tripadvisor, muy alejadas de lo que realmente descubrió.
“Son precios de Miami y no de Cuba”, dice un cubano-americano sorprendido, aunque no por el establecimiento ‒“bien normalito”, lo califica‒ que más allá de la música en vivo algunas de las noches, sobre todo los fines de semana, no brinda mayores atractivos que esa parte de la concurrencia habitual presta a trocar por dinero algunos servicios prohibidos ligados al placer.
Pero no es algo privativo del SaltZúcar. Allí solo se sigue una “norma de abusos” con que comenzaron a identificarse las noches habaneras desde hace unos cinco años a la fecha, quizás exacerbada con ese “boom pasional” por Cuba que dejó Obama pero que les ha reventado en la cara a algunos ahora que Trump introdujo cambios en las reglas del juego.
En sitios similares como el Sarao, Don Cangrejo, King bar, HolaHabana, Shangri La o el Mixto (XY), entre los más mencionados como si se tratara de lo más exclusivo, a donde acude una “elite nocturna” de “nuevos ricos”, la situación es muy parecida y, con ciertas variaciones (unos más y otros menos) pero sin abandonar la tendencia abusiva.
No importa si estatales o privados, en casi todos los precios son un verdadero sablazo para cualquier cubano o cubana “de a pie”, obligados a intentar sobrevivir con un salario estatal que si superara el dólar diario sería un verdadero milagro.
“No puedo ir ni en sueños”, afirma una joven de 27 años que trabaja como profesora en la universidad politécnica de La Habana (CUJAE), incluso reconoce que hay una Habana nocturna que le está prohibida y de la cual desconocía en esos detalles que encajarían mejor en un país “capitalista” y no en este donde vive, supuestamente bajo un sistema político-social “superior”. O al menos es así como lo venden los del Partido Comunista.
Lo cierto es que en Cuba van quedando muy pocos cabarets, bares y discotecas donde una persona que viva de su salario, ya sea estatal o no, pueda ir a tomarse aunque sea una vez por año un par de tragos con su pareja o amigos, o a escuchar un poco de música sin poner a sufrir el bolsillo, es decir, verse obligado a llevar unos doscientos o trecientos dólares para medianamente no sentirse “fuera de lugar” y hacer el ridículo.
“Son lugares dirigidos fundamentalmente a turistas”, nos explica el portero de una reconocida discoteca del Vedado: “Pero también últimamente están viniendo muchos cubanos, casi todos acompañados de extranjeros o buscándolos (…), aquí no se permite la prostitución pero ¿quién le dice (a un cubano) que viene con un extranjero y que está en algo, o si se va con uno? Para eso está la policía, no yo. Si uno se pone demasiado exigente los extranjeros no vienen. Se sabe lo que vienen buscando. A veces se asoman a la puerta y uno mismo tiene que decirles ´¿buscas chica, chico?´”.
Quizás por eso es que sucede lo increíble para un país tan pobre, y entre viernes y domingos esos establecimientos se abarrotan de jóvenes, hombres y mujeres de entre 18 y 30 años, a los que pareciera no importarles que la botella del peor Habana Club allí se las cobren sobre los 20 o 30 dólares.
Pero ¿van todos por divertirse y gastar una fortuna o existe algo más que ocultan o “disimulan” los medios alternativos u oficiales que se dedican a promover la vida nocturna habanera como una “puesta al día” de Cuba con respecto al mundo, y no en su verdadera dimensión?
Lo cierto es que en los últimos años las redadas policiales contra la prostitución a la vez que han limpiado zonas habituales para el “comercio sexual” como la acera del cine Payret, los alrededores del Capitolio o el Parque de la Fraternidad (área proyectada como corredor de lujo para el turismo), se han ido creado especies de ghettos simulados que se restringen a discotecas y otros tipos de centros nocturnos, cada cual identificado o especializado en un determinado “sector” de la prostitución. Lugares cerrados donde pareciera “que no sucede nada pero que todos saben que pasa de todo”, como nos lo define el barman de un bar en Playa.
“Te aseguro que en la calle no corre el dinero que corre aquí. En la calle el turista lo más que paga son 10, 20 hasta 40 dólares por una puta, aquí se embulla y comienza a soltar dinero y la puta se va contenta (…), además siempre se le salva con algo porque gracias a ellas los yumas consumen, botan el dinero aquí. Hay que salvarlas con algo. Sin ellas este negocio no funciona”, señala el empleado.
Pero todo indica que va surgiendo un tipo de cliente entre los propios cubanos. Personas que sin vivir fuera de Cuba pueden darse el lujo de gastar más de 100 dólares en una noche, una cantidad que en la isla es considerada una verdadera fortuna al compararla con el salario promedio mensual que ronda los 30 dólares.
“Hay muchos cubanos, sobre todo jóvenes (…), yo diría que no llegan ni a los 30 años, que vienen todos los fines de semana y se gastan trescientos y hasta quinientos dólares en una noche (…), pero también vienen los que pagan la entrada, se toman un trago y ya, solo vienen para hacer el día”, nos dice el mismo trabajador del centro nocturno.
¿De dónde saldría tanto dinero? Las respuestas son muy variadas pero las más preocupantes coinciden en que no es precisamente de los salarios que debieran ganar en un trabajo convencional sino de eso que los cubanos llamamos “la lucha” o “el invento”.
“De otro modo es imposible”, reconoce Lisandra, una joven a la que no le importa demasiado confesar que solo paga un único trago pero que el resto va por la cuenta de algún extranjero con el que más tarde podría recuperar unas diez veces lo que “invirtió” en la entrada.
“A veces hay sexo, otras es pasar el rato y ya. Si me deja algo, está bien; si no, no importa, al menos me divertí”, dice mientras persigue con la vista a todo el que entra. Quizás busca reconocer a algún amigo o amiga de noches pasadas para repetir esa rutina de la cual vive desde hace varios años.
“Cuando puedo vengo al SaltZúcar pero a veces me quedo en La Gruta y después voy al Pico Blanco, que me quedan más cerca de la casa, así hasta que pasa lo que tiene que pasar”, nos explica Lisandra.
Yobel, un joven de 22 años prefiere las discotecas del Vedado y algunas veces va hasta la Casa de la Música de Miramar. Tiene la esperanza de “empatarse” con una “yuma” que lo saque de Cuba y también asume los gastos como una pequeña inversión que no por mínima no implica sacrificios personales.
“No puedo ir a esos lugares tan caros pero reúno el dinero y los fines de semana doy vueltas por el Vedado, entro a La Gruta, así me divierto y a la vez busco lo que quiero (…), trabajo de ayudante de albañil en una cooperativa y lo que gano lo gasto en ropa y darme estos pequeños gustos (…), para ganar a veces hay que sacrificarse”, dice Yobel y luego, cuanto se siente en confianza, nos habla de sus “conquistas”, a las que él llama “ligues” y que no siempre le han reportado los beneficios que realmente buscaba.
“Siempre se hace algo. A veces te inflan (prometen cosas) y te dicen que te van a sacar de Cuba pero después si te vi no me acuerdo pero casi siempre te dejan algo, a veces dinero pero también ropas o te llevan a pasear y ya, eso es lo que hay, al menos conociste algo que de otro modo no puedes, porque hace falta mucho dinero”, comenta este muchacho que se ha propuesto realizar su sueño de viajar o emigrar antes de cumplir los 25 años.
Desgraciadamente, tales respuestas son las que más abundan entre los jóvenes, aun cuando disimulen sus intenciones verdaderas bajo otros pretextos como “hacer amistades de otros lugares” o “conocer otra cosa”. Aun cuando algunos se nieguen a aceptar no solo que existe prostitución en Cuba sino que cada día el fenómeno se complejiza, al punto de que muchos negocios, estatales y privados, en especial el turismo, nacen y sobreviven a su cuenta, algo que reconocen quienes los administran y dirigen.
También pudiera afirmarse que va surgiendo una clase social entre hijos de funcionarios del gobierno, gerentes de empresas estatales y dueños de pequeños negocios privados que encuentran en estos sitios un modo de marcar la distancia entre aquellos otros jóvenes que no disponen de los mismos recursos económicos.
Se observa el fenómeno a simple vista. Alardean en las redes sociales o miden fuerzas directamente en las conversaciones con sus amigos de estudio o de barrio bajo el lema de “yo estoy donde tú no llegas”, una ostentación demasiado ridícula para un país donde desayunar un vaso de leche y un pan con mantequilla es privilegio de unos pocos.
Pero, a fin de cuentas, es algo que no debiera sorprender a nadie que conozca bien el mundo y la naturaleza humana más allá de ideologías, pero que llama fuertemente la atención por su incongruencia con esa imagen idílica que insisten en proyectar desde el gobierno y sus instituciones acerca de las “ventajas” de un modelo social y una educación socialistas, con valores muy diferentes a los de otras sociedades. ¿Nos mienten o nos estamos dejando engañar muy convenientemente?
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