VILLA CLARA, Cuba.- Mes de abril. Cientos de personas se reúnen en La Habana para exigir al gobierno una ley que penalice en Cuba el maltrato animal. En Santa Clara, el estudiante de derecho Javier Larrea lanza una convocatoria entre varios activistas para realizar una protesta pacífica similar a aquella. La iniciativa sana y altruista del muchacho queda apenas en un intento denegado por las autoridades de la provincia. Entonces, el también responsable estudiantil de Bienestar Animal en Cuba (BIENAC) se queja en “atención a la población”, concede entrevistas a medios independientes, denuncia en Facebook el trato injusto del que fueron presa los organizadores de la marcha.
Javier, poco antes de retirarse de las redes sociales a causa de acoso de diferentes perfiles falsos y luego de someterse a una comisión disciplinaria en la universidad donde estudia, según él “por otras cuestiones ajenas a la peregrinación”, escribe: “Mi trabajo, siempre a favor de los animales, ha sido todo lo que se puede realizar desde la materia legislativa y también colaborando directamente en acciones veterinarias. La protección de los animales se divide en dos aristas: la teoría del derecho animal y la teoría del bienestar animal. Yo, personalmente, me acojo a la segunda”.
De acuerdo con Larrea, la teoría mencionada aboga porque los animales no padezcan de hambre ni sed, no sufran molestias, dolor, heridas, enfermedades o angustias y que se les otorgue libertad para expresar su comportamiento natural. Los medios oficiales, a partir de la peregrinación realizada en La Habana y el intento fallido en la capital del centro del país, no se pronuncian, callan ante un hecho que reúne a miles de personas en una misma causa. Tanto Javier, como otros protectores que defendieron el derecho a manifestarse fueron acusados de haber sido “manipulados por el enemigo”.
A partir de la crisis con el combustible en el país, Díaz-Canel afirmó públicamente que se debía recurrir a la tracción animal como vehículos principales para la movilidad de la población. Solamente en Santa Clara existen cerca de un centenar de carretones tirados por caballos distribuidos en diferentes piqueras. A sus conductores se les ha visto moler a latigazos a sus bestias de carga sin que las autoridades dispongan algún tipo de multas contra dichos cocheros. Por otra parte, los propios habitantes de la ciudad han escuchado hablar de que los leones del zoológico alguna vez fueron alimentados con perros callejeros. Cierto o no, todo apunta hacia la desestimación gubernamental de una ley que proteja a los animales y penalice a quienes incurran en tales asesinatos y abusos extremos.
En el mes de mayo varios activistas denunciaron en las redes sociales una recogida masiva de perros en áreas céntricas del parque de Santa Clara a la vista de todos. Tras la acusación de dos protectoras, el Ministerio de Salud Pública cubano (MINSAP) negó el envenenamiento de aquellos animales. Meses después, la revista Bohemia y Cubadebate publicaron un reportaje titulado “La condena de los animales callejeros en Cuba”, en el que se admitía la captura y asesinato de perros vagabundos como parte de saneamientos masivos a través de una dosis mortal de sulfato de estricnina, un procedimiento condenado, incluso, por la Organización Mundial de Sanidad Animal.
Día 18 de mayo.11:00 a.m. La protectora Leidy Laura Hernández se dirige al centro de Zoonosis de Santa Clara para realizar una reclamación por lo sucedido y tratar de salvar la mayor cantidad de perros posible. Allí, los propios obreros reconocieron que su trabajo no era el mejor y que el trato hacia los animales capturados “no era el más indicado”, según denunció la joven de 22 años en su perfil de Facebook.
“Admitieron que no realizan campañas de vacunación para la rabia y que, a menudo, se vencen cajas de medicamentos. Yo estuve presente y pude escuchar los ladridos de los perritos, desesperados, sin poder hacer nada”.
Tanto a Leidy, como a otros activistas por los derechos de los animales en Santa Clara, les han informado que para retirar alguno de los perros llevados al centro de zoonosis deben pagar una multa de entre 300 y 1500 pesos. “En una ocasión, un amigo fue a buscar a su mascota el mismo día que el carro la recogió y ya lo habían matado”, narra ella.
Leidy Laura, la “santa” de los perros callejeros
Cuando “Blue” llegó a casa de Leidy apenas podía arrastrarse para alcanzar la comida. Era escuálida, los huesos le afloraban como lanzas puntiagudas y estaba cubierta de huracos producto de numerosas golpizas. “Tuve que buscar en internet algunos tutoriales que hablan de cómo rehabilitar a los perros que no caminan. La salvé, mírala. Camina con trabajo, pero camina”, cuenta Leidy, orgullosa de su propio espíritu generoso. “Le ponía medias en las paticas para que no se rascara y se hiciera daño”.
En uno de los neumáticos dispuestos sobre maderos en el patio de Leidy sobresale a la vista una perra joven con la cara desfigurada, y otra cuyas extremidades apenas le responden al andar. La casa de esta muchacha se ha convertido en el único refugio animal independiente que existe en Santa Clara. En el reparto Vigía, de la propia ciudad, estuvo abierto un segundo hasta hace cerca de un mes, pero tuvo que cerrar, entre otras razones por estar enclavado en una zona arrendada.
Desde el mes de febrero y hasta hoy, Leidy ha recogido de las calles a más de 150 perros callejeros, la gran mayoría dados en adopción tras varias convocatorias realizadas a través de las redes sociales y su página oficial.
“Algunos los hemos traído de La Habana y otros municipios. Con la ayuda de mucha gente fuimos cercando el lugar, haciéndoles las casitas para que no se mojaran, separándolos a unos de otros. He recogido a muchos que han estado bastante enfermos. Tengo algunos con cáncer, que se no se van a curar. La mayoría vienen muy golpeados, casi todos con sarna y parásitos. Se deterioran mucho en la calle. Casi todas vienen en etapa gestante. Cuando los recogemos siempre los ponemos en cuarentena, por si están incubando alguna enfermedad que contagie a los otros”.
El costo de esterilizar a un animal asciende al monto de 12 CUC en una clínica por cuenta propia. En los centros estatales dispuestos para tales fines siempre escasea el material necesario para realizar operaciones de este tipo, o bien el personal médico que atienda a la población a un costo razonable.
Tampoco se encuentran a la venta productos para el cuidado de las mascotas domésticas contra la sarna o los parásitos que no sea en sitios particulares. Leidy Laura ha tenido que invertir sus propios ahorros para pagar a veterinarios y llevar por su cuenta la campaña de esterilización que debería garantizar el estado cubano.
“Siempre hay quienes nos ayudan con medicamentos, con el transporte. Ahora mismo nos han donado mucha ropa y toallas usadas para hacerles camas en esta etapa de lluvia. Mi patio, cada vez que llueve, sufre muchas inundaciones”.
Actualmente, en las zonas aledañas al parque de Santa Clara, deambulan alrededor de 10 perros callejeros que aparecieron luego de la última captura de zoonosis. La propia acumulación de bolsas de basura con desechos de comida y la cantidad de centros gastronómicos en el lugar propician la estadía permanente de estos animales en el centro histórico.
En un bosquejo realizado por varios activistas, el último mes se ha acrecentado el abandono de perros y gatos en dicho sitio y en la zona hospitalaria. “Tememos que en cuanto se estabilice la situación con el combustible comience una nueva recogida”, publicaron en su grupo oficial.
“Al no existir una ley, cada cual hace lo que quiera con un animal sin que ocurra nada”, prosigue Leidy. “Ahora mismo hemos visto hasta carretones tirados por yeguas. Según tengo entendido eso no es legal. Han ocurrido denuncias y todo queda impune. Creo que lo que falta es apoyo, que más personas se unan a esta causa. Los refugios no pueden solucionar solos este problema”.
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