LA HABANA, Cuba.- Muchos son los debates que se suscitaron tras la elección de un nuevo presidente en los Estados Unidos. Exaltados contrincantes intercambian ofensas, se lanzan calumnias y acusaciones. Una parte, y no pequeña, de la disidencia cubana ocupa su tiempo atacando a quienes dan la bienvenida al presidente entrante, asegurando que esa presidencia será nefasta. Y no faltan los adivinos y visionarios que aseguren que el actual presidente no cumplirá los cuatro años en la Casa Blanca.
Y esos cubanos que atacan a Trump alardean de su devoción por el expresidente Barak Obama, sin reconocer que con ello están apoyando su entendimiento con la dictadura cubana. Quienes gritan que con los demócratas “nos iba mejor”, saben muy bien que la relación de ellos con la familia Castro era casi perfecta. Quienes aplaudieron a Obama en el poder, quienes lo extrañan ahora, saben también que están elogiando a quienes quieren perpetuarse en el poder, a quienes no permitirán jamás elecciones libres y multipartidistas en la isla.
No dudo que quienes forman ese desgobierno que regenta Raúl Castro, aplaudan en silencio a esa parte de la disidencia cubana, que hasta le parezca útil esa “oposición” arrodillada que sueña con Obama y con los Demócratas. No dudo que en esa parte de la “oposición”, que en esa claque de lloronas, tenga el gobierno un montón de fieles. Esa “disidencia” sería capaz de pactar con el régimen. Esa disidencia suave no se interesa en presos políticos como Ernesto Borges, como Santovenia, como muchos otros que llevan más de dos décadas en las prisiones castristas.
A esa disidencia no le interesa que la familia real, y sus acólitos sigan enriqueciendo sus cuentas y propiedades en el extranjero, y hasta les es soportable, sobre todo a partir de la visita de Obama a Cuba, que desde ese entonces las golpizas y detenciones arbitrarias a las Damas de Blanco, a los miembros del Foro por los Derechos y Libertades, y a quienes integran las filas de Unidad Patriótica Cubana (UNPACU), se hayan multiplicado.
Estas cuestiones no son de su interés, no entran en sus debates, porque ellos querían a Hilary Clinton, porque ella era más de lo mismo, como advirtió la propia candidata a la presidencia en su campaña para conseguir la presidencia.
No se podrá negar que Trump ha puesto en peligro muchas de esas prebendas que permite a muchos “opositores” vivir como turistas, y hasta soñar que la dictadura será algo más permisiva, que escuchará con atención sus suaves reclamos. Esos hasta llegan a creer que en 2018 habrán elecciones libres, y que el régimen permitirá la participación de sus adversarios gozando de la más absoluta de las libertades. Estos “querellantes” creyeron que si la Clinton subía al poder continuaría con la política de Obama, y ellos podrían alargar el juego, vivir con el dinero de los contribuyentes norteamericanos, y eternizar así su “disidencia”, su “oposición política”.
Parecería que es cierto eso que se dice; que no estamos preparados para aceptarnos seriamente como oposición. Pensando de la manera más ingenua, habría que creer que estamos contaminados con esa educación extremista con la que esta dictadura nos formó en la certeza de que jamás podríamos eliminarla. Quizá por eso algunos disidentes coinciden con el discurso oficial, creyendo que Trump no es la mejor opción, sobre todo si se tiene en cuenta la supervivencia de los unos y de los otros.
Quizá Trump sea una incógnita, pero con Obama ya habíamos probado el fracaso de su política de acercamiento a La Habana; demasiado flexible para dormir con viejos chacales como los hermanos Castro. Los demócratas de Obama jamás pidieron nada a la dictadura, quizá creían que los comunistas serían capaces de entregar algo voluntariamente.
El expresidente Obama dejó bien claro que los cubanos no le interesamos para nada, y lo corroboró con la anulación de “Pies mojados, Pies secos”, y de paso hizo un favor, sin saberlo, a los cubanos. Obama dejó abierto el camino a la libertad y a la democracia, algo que los cubanos más jóvenes no conocemos. Sin “Pies mojados o secos” la olla podrida puede reventar en cualquier momento.