LA HABANA, Cuba.- En los últimos días, la coyuntura política internacional se ha hecho decididamente adversa a las fuerzas más extremistas conocidas como “izquierda carnívora”. De la gélida Ucrania a Venezuela, pasando por Ecuador, los gobiernos de ese signo han sufrido duros reveses.
En Ucrania, la protesta del pueblo, que costó treintenas de mártires, condujo ya a la caída del rusófilo Víktor Yanukóvich. Es evidente que el pueblo de ese país prefiere los vínculos con la Unión Europea antes que estrechar los lazos con Rusia, algo que recordaría el tenebroso pasado soviético. Esta decisión soberana tiene grandes implicaciones para la política mundial: Rusia con Ucrania constituye una gran potencia; sin ella, no tanto.
Por otra parte, el pueblo de Venezuela está hablando con voz fuerte y clara. Aunque el chavismo, con su demagogia populista, mantiene aún la simpatía de sectores considerables de la ciudadanía, crece el bando de los inconformes, que meses atrás, en las discutibles y discutidas elecciones presidenciales, contaba con casi la mitad de la población, según cifras oficiales. Todo indica que hoy son ya clara mayoría.
En realidad, ese rechazo ciudadano no debe asombrar a nadie. En el país sudamericano se incrementan de modo alarmante la corrupción, la carestía y la inseguridad. El gobierno mantiene vigente su vocación al control total de la sociedad. Pese a los abundantes petrodólares, la economía está en ruinas y las divisas escasean y están controladas.
La gallarda lucha popular, que encabezan estudiantes universitarios y que cuenta con líderes como el ahora preso Leopoldo López, se ha mantenido pese a la feroz represión que ha cobrado una docena de vidas. Incluso, los “motorizados”, principal tropa de choque del régimen, desfilan ahora “por la Paz”. Este cambio debe ser bienvenido. Es de presumir que la protesta popular no cese, pero resulta preferible que ella, en lugar de ser reprimida con saldo de muertos y muchos heridos, pueda mantener su carácter pacífico.
En Ecuador, las recientes elecciones locales constituyeron una clara derrota para el partido gobernante. Esto se concretó en el control opositor de las alcaldías de las tres ciudades más importantes: Quito, Guayaquil y Cuenca. El revés fue reconocido por el propio Rafael Correa. Pese a ello, el indescriptible periodiquito Granma se las arregló para publicar un titular que expresa lo contrario: “Alianza PAÍS obtiene mayoría de las prefecturas en elecciones seccionales”.
La dirigencia castrista muestra preocupación por esa coyuntura internacional. En su discurso de clausura del XX Congreso del sindicato oficialista único, el general-presidente Raúl Castro expresó su sobresalto ante los sucesos en Venezuela y Ucrania. A estos últimos los calificó como “alarmantes”. El ya mencionado Granma se consideró en el deber de resaltar ese pasaje de la alocución en letra cursiva y negritas.
En ese mismo discurso, el actual mandamás, para justificar el incremento de los magros salarios del personal de la salud, expresó: “El ingreso fundamental del país en estos momentos obedece al trabajo de miles de médicos prestando servicios en el exterior”. ¿Puede pedirse un reconocimiento más claro del desbarajuste implantado en el aparato productivo cubano por el castrismo?
Pese a esa coyuntura desfavorable, el régimen mantiene en injusta prisión al subcontratista Alan Gross. Esto, a su vez, impide cualquier mejoramiento en las relaciones con Estados Unidos. La pasada semana salió en libertad y llegó a Cuba Fernando González Llort, segundo miembro de Los Cinco. Esperemos que La Habana responda con la liberación de Gross, según planteamos hace ya meses, en un artículo publicado en Cubanet.
Mientras tanto, se hace más evidente la necesidad de que la oposición cubana se junte. Parece indudable que, en un conglomerado democrático como ése, la vía idónea para ello pasa por la creación de un espacio común, en el que todos podamos vernos las caras, dar nuestras opiniones y tratar de alcanzar los necesarios consensos.
Pasó ya la hora de los supuestos líderes carismáticos que, cual nuevos flautistas de Hamelin, interpretan una tonadilla unipersonal detrás de la cual empieza a desfilar una minoría que se deja seducir por ese método de conducción ya obsoleto. Es sólo con la participación de todos que la oposición cubana podrá cumplir su papel histórico de conducir a Cuba, de modo pacífico, hacia la libertad, la democracia y el estado de derecho.
En ese sentido, la Declaración del grupo plural de análisis ALDECU (Alianza Democrática Cubana) que lleva fecha del pasado 25 de febrero, pone el dedo en esa llaga común. El proyecto conocido por la palabra martiana “Juntarnos” es la vía mejor para alcanzar ese noble objetivo.
DECLARACION de ALDECU de 25-2-14