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Enero 11, 2007
Carta de Nefasto a un ómnibus Yutong
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Mi muy escurridizo y achinado
Yutong: Su presencia en la Isla ha cambiado de un vuelco el concepto de
crisis en el transporte. Si hasta hace pocos días miles de personas
reclamaban ansiosas la llegada de un ómnibus a cualquier terminal
de nuestro país, ahora resulta diferente.
No hay rincón de la Patria, recoveco en la ínsula, callejuela
o cayo en el archipiélago donde uno no se cruce con usted o uno
de sus bien pagados semejantes.
Basta con abrir los ojos para verlos cruzar, vacíos como un eco,
ante la esperanzada multitud que los aplaude y espera para que abran sus
puertas.
Y si bien las miles de personas que aguardan por un ómnibus aún
pernoctan hacinadas en pisos, jardines, baños, techos y árboles
de nuestras acogedoras terminales, al menos tienen el consuelo de verlos
en el parqueo, toquetear sus cristales, admirar los faroles y orinarse
en sus gomas, y comprobar así que ustedes existen, aunque muy pocas
veces para ellos.
La verdad es que no entienden que, si bien la misión esencial de
los yutones es la de enrumbarlos, no es hacia otros destinos, sino hacia
el precepto socialista: "hay, pero no te toca".
Mi siempre anhelado y fantasmal Yutong:
Sin pecar en exceso de malagradecido, y nunca cuestionando su capacidad
de provocar infartos cuando reposa, o pasa en caravanas frente a una concentración
de compatriotas que esperan la llegada de un ómnibus, "no
un ómnibus gigante, inmenso, colosal, sino la de un pequeño,
mínimo ómnibus, un omnibusito donde se pueda viajar",
como dijo Chicho, el poeta "rompepedraplén", el pueblo
se pregunta:
-¿Hacia dónde va, Sancho, esa caravana de dragones vacíos
que no recogió a nadie aquí?
-A llevar doce trabajadores sociales a Camagüey, mi señor
-responde el administrador de la terminal.
-Y esos siete gigantes parados en el andén desde hace dos días
que encienden los motores, salen, entran y los vuelven a apagar, ¿por
qué no los utilizan para dejar limpia de pasajeros la terminal?
-Esperan órdenes para entrar en combate en la batalla de ideas,
donde sea, como sea y para lo que sea, menos para la transportación
regular, mi señor.
Ante tan convincentes respuestas resulta injustificable que un coro de
niños, mujeres y ancianos que sólo llevan cuatro o cinco
días en el suelo, o sentados cómodamente sobre sus equipajes
esperando un Yutong, arremetan contra un diseño de transporte que
beneficia a todos, aunque con pequeñas diferencias.
Y entonces me pregunto: ¿Sería justo enviar en el mismo
ómnibus a un grupo de cubanos que sólo hablan de pelota,
libretas de racionamiento, ollas, bicicletas y balsas, junto a cinco indígenas
guaraníes que vinieron a Cuba a estudiar el danzón?
¿Alguien puede aprobar que siete campesinas chiapanecas no deban
correr, sembrar maíz, orear palomas y hasta practicar el tiro contra
los asientos de un Yutong porque a cientos de ciudadanos de nuestro país
se les ocurra asistir a un entierro, un centro médico o espiritista
sideral, entre otros insuficientes motivos para realizar un viaje?
¿Acaso no son insensibles quienes protestan porque un grupo de
maestras especializadas en matemáticas y español multiplican
las desigualdades y dicen que "le duelen lo pie", o que "refreco"
es el singular de refresco? Y convierten al Yutong 2824 en un comedor
obrero, las cortinas en trapos de mano y los asientos en colchones para
practicar el salto alto.
¡Claro que sí! Porque de más está decir que
hay que ser solidario, comprensivo, y si es preciso, esperar que resucite
el muerto, se agrave el paciente, o le llegue la jubilación tirado
sobre el piso de una terminal de ómnibus, antes que agravar con
nuestra nula presencia a un trabajador social, un visitante, o un maestro.
Inalcanzable Yutong 2824: En espera de que antes de que se convierta en
chatarra logre transportar cuarenta pasajeros de una terminal cubana,
le pido ponga en práctica nuestro inspirado lema:
¡Lo mío es lo primero! Pero como no tenemos nada porque lo
que dicen nuestro se lo dan a otros: ¡Lo mío es lo segundo!
Se los aseguro yo, Nefasto "El guagüero" Boza.
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