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Octubre 26, 2006
Nefasto, los nómadas y el socialismo científico
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Que un colectivo de trabajadores
con dirección y partido incluidos no tenga donde poner el huevo;
es decir, una oficina para desordenar papeles, rehacer modelos, salir
de compras en horario laboral, vender coquitos prietos, pagar el sindicato,
poner la caja fuerte, y colocar trocitos de periódicos sobre un
cartón clavado a una pared que anuncie a todo color: ¡EFEMERIDES
DEL MES!, es algo digno de elogiar.
Sí, porque pese al demostrado aprovechamiento de la jornada laboral
por parte de los trabajadores cubanos -con sólo pérdidas
millonarias cada año en este medidor emulativo-, existen muchos
que interiorizaron tanto el sentido de pertenencia a la entidad, que ya
lavan, cocinan, miran la TV, duermen y hasta disfrutan del aire acondicionado
de la instalación.
Vean si no el grado de conciencia y apego al centro laboral mostrado
por los trabajadores del sector de la hotelería y el turismo, que
en sus días de asueto o de trabajo voluntario no dejan en casa
ni al reumático (aunque sonrosado) abuelo, ni al despulgado, ladrador,
oloroso perro de raza, con veterinario acompañante.
En contraposición, quienes se desempeñan en el corte de
caña, labores constructivas y otras tareas menos confiables, lo
hacen ante otra falta de opción y más solos que el número
uno con siete millones de ceros a la izquierda.
Por eso es que me asombra la denuncia de la trabajadora Clara Rosario,
quien, en desacuerdo o por desconocimiento de la nueva modalidad de "Nomadismo
laboral", califica de condiciones anormales de trabajo ejercer sus
funciones bajo una mata de mango o en un local sin ventilación,
ni iluminación, ni baños.
Según la semi-oscura acusación de Clara, el rosario de
penalidades se inició cuando el local que acogía la Oficina
de Control de Multas del municipio habanero Mariel mostró serias
filtraciones y problemas en el techo, por lo que en octubre de 2003 los
trasladaron a la unidad de correos de la localidad, los sacaron de ahí,
y todavía es la fecha que "nos tienen como si fuéramos
pelotas, de aquí par allá"
¡Y no es así, señora, como son las cosas cuando son
del alma!
Los funcionarios del nivel superior sí los quieren. Pero como
le decía, dentro de la modalidad del "Nomadismo laboral",
abiertos a la naturaleza, en contacto directo con los de abajo, como nos
legara Arquímedes Pérez, aquel greco-cubiche nacido en Siracusa,
Sicilia, y educado en Alejandría, Egipto, para suerte y acción
del socialismo científico.
Sí, señora, porque este iniciador, este primer comunista
nacido antes de
Cristo, fue quien convenció al Homo Sapiens Idiotences que todos
llevamos dentro, de que sólo con la aplicación del socialismo
científico el hombre sería feliz durante su residencia en
la tierra.
Pese a ello, a través de la ciencia, y en especial de la matemática,
nos enseñó a emplear la "mecánica" como
símbolo de las relaciones en el socialismo.
Y por si fuera poco, definió "la palanca" como el único
medio para obtener, mediante "el invento" de la polea compuesta"
-o una mano lava la otra, y las dos la cara- desde un puesto de almacenero
en un hotel, hasta un certificado de nivel universitario, pasando por
una jeringuilla desechable, una dieta de pollo, un viaje al exterior,
dos bolsas de cemento, la nacionalidad española y un libro de texto
escolar, entre otros beneficios.
¿Acaso duda usted que aquel grito de ¡Eureka! fue sólo
la premonición del advenimiento de una lavadora soviética
de igual nombre que sonaba más que un tractor -también bolo-,
y rompía ropa con igual compulsión que rompe la tierra una
retroexcavadora- igualmente vodkiana y matriusqueña-, y no el anuncio
del bien para todos?
¿No ha escuchado en los pasillos de su centro laboral, o mejor
dicho, en los trillos, las plazas, los rincones y la sombra de las arboledas
donde emplazan el colectivo para corregir las multas, que ya es hora de
aplicar una "mecánica" que mueva "la palanca"
que saque se su inercia a esa "polea de trasmisión" para
que nos resuelvan un local?
¿Me dirá que ese vocabulario no le resulta familiar? ¡Pues
aplíquelo!
Hablen con algunas de sus posibles víctimas, y sin que medien
unos dineros que se han hecho bastante habituales en estos tiempos de
transacciones y transiciones, díganles que se conforman con un
techo, cuatro paredes y un patiecito interior lleno de huecos, que lo
demás lo ponen ustedes.
Y no se olvide que si la cosa se pone fea, es decir, los cogen en el
brinco, alguien cancanea, frena y grita ¡salgo!, acudir a Isacito
Newton es la solución, porque en eso de definir la gravedad de
un hecho ningún otro comunista lo supera.
Nunca pase por alto que del manzanazo que recibió Newton en la
cabeza nacieron las angustias de la Bella Durmiente, la suma gravedad
y decisión de un caso al colocar la fruta prohibida en el güiro
del hijo de Guillermo Tell -obligado a disparar-, y sobre todo, la creación
del casco protector para nuestros insignes constructores, motoristas y
peleteros del equipo nacional de béisbol.
Así que si desdeña al "Nomadismo laboral" como
fuente de trabajo, préndale una vela a Karl Marx, pues siendo el
padre legítimo del socialismo científico, y gustándole
el jueguito de la igualdad, de seguro no estará de acuerdo en eso
de tener descendencia regada por ahí, bastarda, cuando escuche
el íntimo clamor lanzado por usted: "No somos hijos de nadie".
De lo contrario, apréstese a vivir en tiendas de campaña,
refugios cubiertos de hierba, o en otro tipo de locales temporales o móviles,
como lo hace un verdadero nómada, un digno revolucionario errante,
un típico beduino del centro-sur de Jordania, y un vendedor furtivo
de ajos entre Las Maboas y Manatí, allá en Las Tunas.
Medítelo, interiorícelo, trágueselo o devuélvalo,
pero no lo bote, que un buen consejo siempre hace falta para quienes vivimos
no sólo con la casa a cuestas, sino también con el trabajo
y otras aspiraciones, como aseguro yo, Nefasto "El nómada".
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