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CubaNet

Marzo 14, 2006

Luna de miel en Isla Negra

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - En nuestra Isla Negra no chocarán las olas contra un banco de arena, como en la que fuera remanso del poeta Pablo Neruda, en su Chile natal, pero chocan ladrillos contra la cabecera de la cama, ratas alegres sobre un colchón, mosquitos kamikaze contra las tablas que sustituyen con dignidad a los cristales, entre otros ejemplos de nuestra identidad revolucionaria.

Acá no vuelan versos al embrujo del vino, las palabras, o el aspecto de esfinge o de mapuche de quien sembró poemas como templos en la tierra fértil de la sensibilidad, pero sí atraviesan el aire como balas los vocablos obscenos, las respuestas decentes y la oración emblema: "Sí hay, pero no te toca".

Ante una realidad tan definida, moldeada por la diversidad cultural, el desalmidonamiento de la compostura y el "lo tomas o lo dejas, ése es tu maletín", resulta preocupante que aún haya personas que no comprendan la importancia no tanto de llamarse Ernesto, como de ser cubano.

¿Cómo es posible que un "Juan sin nada no más ayer, y hoy Juan con todo", llegue al hotel Miramar, aquí en Guanabo, y luego de hablar con el administrador, no en inglés, no en señor, sino decirle compañero, como se dicen en español, logre reservar una mínima pieza y no una pieza colosal, una mínima pieza donde pueda descansar, aún se queje y ande diciendo que es una estafa?

¿En qué cabeza cabe que por el capricho de una simple luna de miel vamos a exponer al peligro su identidad cultural, al ponerlo en contacto con una decadente suite del Habana Libre, la insana piscina del Meliá Cohíba o la insultante parrillada del Chateau Miramar?

¡No, señores míos, no! De ninguna manera. Ustedes son lo primero, lo máximo, nuestra razón de ser, y tenemos que adiestrarlos para un futuro luminoso donde los faquires y los ermitaños serán los ejemplos a seguir por quienes nos consideremos progresistas.

Por eso y mucho más es que nos duele la muestra de ingenuidad y falta de entereza del matrimonio integrado por Marilyn Marrero Morejón y Yamil Hernández Rodríguez, residentes en San Miguel del Padrón, en esta capital.

Ellos, deslumbrados por obtener una reservación a través de la agencia Isla Azul, y luego de pellizcarse hasta más allá del ardor en el pellejo, dar brincos a nivel de canguros y canturrear como el dúo Pimpinela sobre un tinglado de La Pampa, no se percataron de que estamos en Cuba, a 90 millas de las costas norteamericanas, a la mitad de Haití, y a más de 50 años de ser una seudo república bananera.

Según refieren los supuestos damnificados del hotel Miramar -el de Guanabo, no el de más allá de El Vedado-, cuando llegaron al ansiado hospedaje les extrañó la oscuridad de aquella instalación.

¡Aflojen, hermanos, aflojen! ¿De dónde son ustedes? Que nosotros sepamos, San Miguel del Padrón no está en París, la ciudad luz, ilógicamente fuera del plan de apagones para La Habana.

Es decir, que ustedes saben lo que es verse las manos en su hogar a la luz de una vela, distinguir las planillas en el trabajo mientras está afuera el sol, y pasear por Coppelia los días impares del verano.

Además, ese hotel está destinado para vanguardias y enamorados acostumbrados a cortar caña en madrugadas a la luz de un candil, y seguidores de los sitios más oscuros para el juego amoroso, respectivamente.

De no ser así, cómo ustedes creen que les asignaran, con amabilidad, la habitación 20, número mágico en la poesía de Neruda por aquello de "Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejos".

Y aunque para ustedes se haya convertido en un poema que diga: "Puedo gritar los improperios más crueles esta noche. Vociferar, por ejemplo: la noche está salada, y maúllan, hambrientos, los gatos a lo lejos", la decisión de que pasaran la luna de miel en penumbras fue para crearles un ambiente poético.

En cuanto a que no había agua caliente en medio de tanto frío, no faltaba más. Existe una especie de código, un remedo de decreto que da por hecho que si una pareja de recién casados llega a un hotel para cubanos durante la temporada de invierno, y tiene el privilegio de encontrar agua, no se incluya en el plan de trabajo calentarla, pues se supone que basta con sus cuerpos.

Y como si fuera poca la explicación, cuando bajaron a quejarse a la carpetera, ésta -de nuevo con mucha amabilidad- les dijo que ninguna habitación tenía agua, ya que el hotel estaba en reparación hacía dos meses, y que por ésa y otras muchas condiciones del mismo tipo no estaban hospedando a turistas extranjeros.

Hay que ser insensibles para no valorar esta diferencia. La magnitud del gesto y de la entrega ante los requerimientos de los usuarios cubanos.

Por eso me duele también esa bobería de quejarse porque no había una nevera en el piso para beber agua, pues la única que existe se encuentra ubicada cerca del baño de los trabajadores.

¿Y dónde mejor? ¿No son acaso los obreros quienes les crean las condiciones para el disfrute de su estancia en el hotel? ¿Los que llevan sobre su aguerrido uniforme de trabajo la mayor cantidad de polvo de cemento, ladrillos, recebo y piedra destinados a ustedes? De no ser por la entrega de estos asalariados con el fin de que se arrullen en paz (aunque truenen los martillos, bombardee la concretera, eche humo negro la planta y puje la grúa por encima de sus cabezas enamoradas), no habría luna de hiel que valga.

Tenemos que ser más concientes. Valorar el esfuerzo de quienes rodeados de jamón comen croquetas.

En cuanto a los pequeños contrariedades en pos de tener que brincar una estiva de ladrillos para sentarse a desayunar, subirse a cuatro bloques para pedir la cuenta, quitar un galón de pintura de encima de la carta, y encontrar un ejército de hormigas en el azúcar, son nimiedades sólo criticadas por quienes aún padecen de remilgos burgueses.

Si bien estamos conscientes de que la pierna asada que pidieron no se les pudo ofertar por encontrarse congelada, y que durante las 24 horas que permanecieron hospedados nunca recibieron un servicio en la habitación, les podemos asegurar que fue con el objetivo de cuidarles la subida del colesterol si consumían puerco, y con el noble propósito de no interrumpir su luna de miel, y mucho menos ocasionarles una sola molestia durante su estancia en el hotel.

Seguros de que sabrán valorar la esmerada atención recibida, el trato amable, el curso básico de albañilería y el privilegio de que donde van ustedes no pueden ir los extranjeros, esperamos que se repita su visita en señal de gratitud a un sistema social y unos trabajadores que nos desvivimos por atenderlos.

Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
E-mail: Fsindical@aol.com

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