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Noviembre 29, 2004 Autorretrato con vaselina Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Las sistemáticas alusiones a la hegemonía del pensamiento neoliberal en la batalla mediática que libra la izquierda reciclada en el afán de imponer su verdad, así como el marcado acento de cuál fórmula emplear para ocupar o abrir espacios informativos de relevancia, cuentan con una enorme caja de resonancia entre algunos intelectuales cubanos. "Elogio de la disidencia", texto presentado por Iroel Sánchez Espinosa al Encuentro Internacional Civilización o Barbarie, celebrado en Serpa, Portugal, en septiembre pasado, es un ejemplo de la manipulación de términos y situaciones de acuerdo a la ideología política del autor, además de una muestra de marcado cinismo en quien no tiene la potestad ni el valor, no ya de disentir, sino de ni siquiera apartarse una coma del guión oficial preestablecido. En su trabajo, el señor Iroel -presidente del Instituto Cubano del Libro- pretende desmontar una realidad informativa, si bien cuestionable por su forma de imponer patrones de conducta desde el poder del dinero, jamás sustituible por la otra fórmula aún más totalitaria que propone la izquierda a través del poder de una ideología, con el empañado espejismo de representar la voz de los pueblos. Ambas tendencias, irreconciliables por ocupar los extremos de una realidad, y desarrollarse desde perspectivas diferentes, aunque con el mismo propósito de imponer y dominar la opinión pública, polarizan un ejercicio conceptual muy lejano de los intereses de las mayorías receptoras. Mientras acusa a las fuentes transnacionales o gubernamentales de la información a nivel mundial de hacer ver una sola televisión y leer un solo periódico con diferentes presentadores o diseños, es decir, la uniformidad disfrazada de diversidad, Iroel pasa por alto que los medios informativos cubanos se unen en una sola voz, un solo diseño, una sola televisión y un solo periódico sin siquiera el pudor de un disfraz que anime a este intelectual a ironizar o pronunciarse en cualquier foro sobre democratización o desastre que se cree al efecto ante esta situación. Su concepto sobre una realidad donde predomina "la dictadura del pensamiento único neoliberal que enfrenta a la común doctrina (azul y derecha) versus disidencia (roja e izquierda) para imponer el código binario: comulgas o no existes, ¿culminará cuando la idea lanzada por Hugo Chávez de que los pobres, los olvidados, los silenciados, tengan su propio canal, su CNN del Sur? Imposible, pues ni siquiera le vino a la mente otro nombre que se aparte del poder financiero y la supuesta manipulación informativa ejercida por la agencia de marras. En cuanto a la definición de los intelectuales que no son afines con sus ideas y propuestas, el contradictorio autor de Elogio de la Disidencia muestra su intolerancia y su arsenal peyorativo contra ellos, no obstante, para mi criterio, compartir el supuesto perfil con el que pretende calificarlos. En uno de sus alardes de independencia intelectual y de su libertad de expresarse, Iroel ironiza que "estos intelectuales bien pensantes maldicen el poder y nos orientan a alejarnos de él", mientras elogian la empresa transnacional que los publica ¿sin pertenecer al poder? para concluir: Así pastan felizmente en el corral temático que les permiten sus bien pagados "espacios de opinión". ¿Acaso él no se revuelca en un corral temático similar, pero con menor remuneración, ninguna oportunidad de cambiarlo y menores o nulos espacios de opinión? Asimismo, y en referencia al tratamiento que dan estos intelectuales a la realidad mundial, señala que "sin ir más allá de las gritas que abren las contradicciones interoligárgicas, estas temáticas son amplificadas por las cuadrillas de intelectuales mediáticos en función legitimadora del sistema, y cuando eso ocurre, los obedientes asalariados del lenguaje políticamente correcto" se cuidan muy bien de emplear la palabra donde va. No importa que disidir signifique, según la Real Academia Española, separarse de la común doctrina". ¿Disintió este señor de la recogida masiva de firmas ordenada por la dirección de la UNEAC a sus integrantes contra la Carta de los Diez Intelectuales al gobierno cubano en 1991, aún sin que conocieran su contenido? ¿Se opuso, cuestionó o aprobó a voluntad las firmas de intelectuales cubanos dirigidas a los "Amigos que están lejos", y por eso confundidos y una visión tergiversada de lo que aconteció en Cuba en contra de ¿otro tipo de disidencia? en la primavera de 2003? Seguro que no. Por eso, elogiar la disidencia en nombre del gobierno de un país que la persigue y encarcela es un acto de hipocresía, pues no existen disidencias buenas ni malas, grandes ni pequeñas, neoliberales o comunistas. Sólo las que emanen de una persona no dispuesta a compartir las reglas de juego impuestas contra su voluntad. El día en que su paródica visión sobre "estos tiempos de Internet y exclusiones, de satélites y hambres, donde Carlos Marx, sonriente y subversivo, susurra en los oídos del mundo: 'disidentes de los países, comunicaos'" sea también un derecho hasta para el más humilde de los cubanos, entonces creeré en la honestidad de su elogio. Mientras tanto, para mí no es otra cosa que un autorretrato con vaselina. LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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