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Mayo 12, 2004

Ay, mamá Inés

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, mayo - El café caturra nos jugó una mala pasada. Después que acabamos con las quintas y con los mangos de La Habana para la cosecha y cuele del néctar negro de los dioses blancos hasta en los adoquines de la capital nos salió rebencú, medio aliado imperial, y tuvimos que tirarlo a la basura de la historia.

De ahí para acá no quedó mono con cabeza, es decir, cafeto con granos. Ni gajos, ni raíz, y hasta el recuerdo fue una mancha en los carteles que fueron apareciendo en las cafeterías sin café de toda Cuba: El té reanima, reconforta y estimula la actividad física y mental.

Eso fue un tiro de gracia, el úcase que convirtió en subversiva la cancioncita "Ay, mamá Inés, ay, mamá Inés, todos los negros tomamos café", con Bola de Nieve y todo, pues ningún hombre nuevo cubano ha podido paladearlo en su pureza envilecidota por engendrar más adictos que moscas a la leche, y mucho menos captar su olor paralizante más allá de una enviciada expresión de placer.

Pero como siempre, convertimos las derrotas en victorias. Mientras el mundo capitalista trata de rejuvenecer y aumentar con achicoria tostada un producto que anda dando retortijones de estómago, insomnio, energías, dolores de cabeza, acidez y cárcel desde el 674 AC, nosotros empleamos productos más sanos para una población alejada de todo vicio, excepto el de sacar -no se sabe por qué- pasaportes que cuestan 55 dólares, equivalentes a seis meses del salario promedio de los cubanos.

Y ahí entraron a jugar su papel patriótico el chícharo salvador, el trigo valiente, la soya independentista y otros hierbajos y granos mezclados al 50% con café, que dan como resultado una infusión buena para matar caballos o despertar carneros que balen "Sí se puede" antes de perder la lengua.

Nuestras cosechas son pobres, pero abundantes en dignidad. Y a quien se coja regresando de zonas montañosas como Imías, Buey Arriba, Bartolomé Masó o Guisa con dos libras de café en grano, lo enviamos a la cárcel para evitar que dañe su salud y la de un pueblo descafeinado por su bien.

Ese producto es sólo para los burgueses y las personas de malos hábitos. Se ha convertido en un arma moral para la revolución, en cuanto a la dependencia por exceso que provoca en los extranjeros, y en un medidor del poder adquisitivo de los cubanos, pues el puro sólo se vende por divisas y la mezcla normada nada más alcanza para dos tazas al mes.

Aquí, para el pueblo trabajador no se comercializan variedades Arábica tipo Brasil como Santos, Paraná y Rio. Mucho menos los tipos de café colombiano como Medellín, Armenia y Manizales. Nosotros, a los nobles obreritos ofrecemos -bien lejos del Cubitas o el Caracolillo- las marchas Chicharrón, Soyapum y Trigonal, excelentes como laxantes, vomitivos y para empezar el día -y a veces culminarlo- los habitantes de un pueblo Listo para Vencer.

Y nada de respetar las leyes internacionales que exigen se aclare en la etiqueta la incorporación al café de achicoria u otras substancias. Se lo entregamos a cada núcleo familiar en un sobrecito de o se sabe qué, y si es preciso, se lo daremos en las manos, que para eso somos revolucionarios.

Nadie protesta por estas bagatelas de la calidad en la presentación del producto, y mucho menos por la tardanza en llevarlo a la bodega o por la cantidad de la cuota quincenal.

Si tenemos que tomar agua de pantano hervida, lo haremos con el mismo espíritu de los numantinos y con la misma sed y sin hervir de algunos habitantes de diversas zonas de Río Cauto, Guamo Viejo y La Torcaza, en el oriente del cafetalero país.

El poco café que cosechamos tenemos que sembrarlo, como una bomba de tiempo, en los sitios más elitistas del consumo, donde un cubano, ni soñando puede ni quiere llegar.

Hacia allí mandaremos -convoyados con tabacos como un arma integral de doble filo- las marcas de café de alta calidad Cohiba, Atmosphere y la Montecristi Deleggend.

El convoyar es una experiencia probada en nuestra patria, cuando para comprar un pan teníamos que adquirir un tubo de desodorante, para un metro de poliéster una palangana o para un picadillo texturizado un martillo o una lámpara de luz fría.

Eso sí es hacer revolución, al descafeinar a nuestro pueblo, alejándolo de vicios y dependencias más allá del cigarrillo y la libreta de abastecimiento.

Nuestra fórmula de mente sana en esqueleto sano es infalible, inclaudicable, inamovible como los preceptos teóricos de un socialismo amamantado con las esencias más productivas de El Cafetal, obra cumbre del Marxipestre de Guita en su ablución proletaria.

Y como hay que acabar con todo vicio que atente contra la independencia del cubano, decidimos crear un nuevo cántico que aleje de las mentes y el paladar de los isleños el consumo de un brebaje propiciador de delitos contrarrevolucionarios como la libertad de expresión y la asociación para consumir, que dice así: "Ay, mamá Inés, ay, mamá Inés, ya ni los negros tomamos café".

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
2471 N.W. 21 Terrace
Miami, Florida 33142
E-mail: Fsindical@aol.com


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