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CubaNet

Febrero 19, 2004

Espejo de paciencia

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Los cubanos somos un dechado de paciencia. Una manada noble que soporta el hambre, el frío o el calor con una sonrisa bailándole en los labios.

Muchos nos llaman los "jo(b)didos" o discípulos de Job, porque después de tenerlo todo, o casi todo, estamos en la tea y no pasa nada.

Si bien contamos con malos ejemplos de insubordinaciones, batacazos y otros actos contra el normal desarrollo de las buenas maneras, vivimos bajo la égida de San Tranquilo, ese don que nos adormece o relaja tras cortinas de hierro aunque diluvien truenos.

Se acabaron los tiempos en que por un leve secuestro, la solicitud de un pequeño rescate y una que otra pateadura a loshabitantes del hato de Yara, Salvador Golomón -"Oh, Salvador criollo, negro honrado"- en un acto de indisciplina social se abalanzara lanza en ristre sobre el inversionista Gilberto Girón y lo dejara tieso para rescatar al pobre Fray Juan de Las Cabezas y Altamirano, quien por poco pierde la idem por negarse a comerciar con el francés.

Ya no existen aquellos vegueros picapleitos que se insubordinaron contra la corona española por no permitirles comerciar sus humos, ni los bronqueros conspiradores de La Escalera -no existe ninguna de las dos cosas, ni conspiradores ni escaleras- y muy pocos vestigios de quienes en los primeros años de la revolución cubana osaban reclamar los derechos robados por los izquierdos.

Frente al poder debemos ser sufrientes, mansos, disimuladores, conformes, consentidores, tolerantes, resignados, y guapos con el vecino, el ron y la cazuela.

Esa es la virtud de la paciencia a que nos convoca el ministro de Transporte ante el síndrome del traslado, la manquedad del movimiento y la semiparálisis nacional locomotora.

Si usted, después de cuatro meses aguardando un turno médico se pasa medio día en la parada sin que pase un camello que lo conduzca al hospital, no se desespere ni sofoque, saque un folleto sobre la batalla de ideas o alguno que cuente la historia del violín, y sonría, que por esas calles también pasan dirigentes en autos refrigerados, extranjeros y otras hierbas que pueden preocuparse y perder el control -del timón- si a la semana aún lo ven ahí.

Piense además en los indios araucanos, que no tienen camellos, o en los hombres del paleolítico, que no conocieron la rueda, y se sentirá mejor.

En caso de que pierda un pie en el despelote mundial que se forma para subir a un ómnibus en Cuba, no se resienta, hermano, no guarde rencor ni piense en la madre de los presuntos culpables, sólo recuerde que pudo perder los dos en Angola o Etiopía, un ojo en Kosovo y quién sabe si hasta la vida en Irak. Resígnese, envuelva su pie en el periódico Granma, y vaya dando saltitos hasta el cuerpo de guardia más cercano. No olvide que las ambulancias no tienen piezas de repuesto ni gasolina.

Por otra parte, si a su esposa o hermana las desnudan en el ajetreo de avanzar hacia atrás por el pasillo del camello, no coja lucha, súbalas a la barbacoa del rumiante, enséñeles a los vándalos lo bien torneadas que están gracias a la soya y pida una indemnización por el strip tease guagüero y popular.

Nunca se la darán, pero le quedará la satisfacción de que imitaron a Madonna, Demi Moore o Janet Jackson desde un escenario rodante en la isla del amor al prójimo extranjero.

Ya vendrán tiempos mejores, sólo hay que tener paciencia, mucha paciencia, como decía Chan Li Po, y a la vuelta de un pequeño siglo en el poder contaremos con un mulo transportista por cada tres habitantes de la república.

Es preciso evitar la contaminación ambiental y el sedentarismo que generan los automóviles, y por eso, como estrategia revolucionaria les hemos reducido el número de estos artefactos, aunque sin dudas se nos fue la mano, metimos la pata y se formó el caos.

Ahora, para enmendar la plana, añadiremos a los bicitaxis, carretones, cativanes, coches tirados por caballos, arrias de mulos, chivichanas, patinetas, carriolas y otros medios de transporte popular que inundan el país, un programa que resolverá el problema de la transportación.

Les pondremos la GETA, les daremos el frente y el costado a las necesidades de la población, y acabaremos con esas multitudinarias colas, listas de espera, cuevas de reservaciones y cuanto mecanismo se implantó para no resolver nada y ganar tiempo y paciencia.

Con la GETA (Grupo Especial del Transporte Alternativo) descubierta ante la opinión pública nacional y de acuerdo con el máximo getoso, el señor Abel Rivas Cruz, lograremos transportar 60 mil pasajeros diariamente en el 2004, para lo cual se incrementarán los puntos de recogida y los inspectores habituales, como una fórmula infalible de acabar con la guagüita de San Fernando -un ratico a pie y otro caminando- y con el palique andante entre baches y montañas de basura y escombros de la capital.

Para eso, según el getoso Rivas, amarraremos cortico a los 492,407 choferes de autos estatales que fueron indiferentes a las señales de los inspectores, y violando el gesto de hermandad entre los conductores, ni la chapa dejaron ver a los miles y miles de "esperautas" que inundan las esquinas, los céspedes, las paradas, los tejados y cuanto resquicio sirve para demostrar paciencia.

Ya está bueno de que 18 organismos que implican 32 empresas con 36 matrículas, sólo en Ciudad de La Habana, se crean dueños de algo en el país de "nada es nuestro".

Es imprescindible pedirle a San Tranquilo la ecuanimidad precisa, la gota de paciencia necesaria para aguantar más décadas de estos trajines de la espera.

Les prometemos a los miles de viajeros que toman el sol y el sereno en las Ocho Vías, a quienes en Peñas Altas pulen las piedras con la parte trasera de sus pantalones o sayas, y a los que sueñan con aviones, balsas y tabacos en la autopista hacia Pinar del Río, que el final está cerca, y que aunque éste sea el viaje en camello más largo de la historia, pronto llegarán a su destino, lo más probable a pie, pero llegarán.

Un pueblo que ha demostrado ser un espejo de paciencia no puede alborotarse sólo porque no puedan llegar a tiempo al trabajo, la escuela, el médico, un cabarat, un estadium, una boda, unos quince, una embajada, entre otras boberías -nada más las tribunas abiertas tienen importancia real- o simplemente el velatorio de un pariente muerto en Caibarién.

Tenemos que ser fieles seguidores de los consejos de Chan Li Po y aplicar la virtud de la paciencia como nos pide San Tranquilo -el ministro de Transporte de la nación sin transporte- desde un asiento y bajo el incómodo aire acondicionado de un Citroen, un Mercedes o un quién sabe qué, ¡pero se mueve!

 

LUX INFO-PRESS
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