Octubre 29, 2003 Festín de consignas LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Es una perogrullada decir que el cubano es propenso al choteo, a -como decimos acá- hacer un chiste cuando la cosa se pone fea. Esta válvula de escape nos permite, sin dejar de ser originales y sagaces críticos de pasillo cuando una piedra nos molesta en el zapato, ir sorteando los escollos de una vida que se hace cada día más difícil, de una existencia que gira entre "chupa y déjame el cabo" y "apaga y vamos". Pero no es a esta modalidad del cubaneo espontáneo, gracioso aún en medio del dolor, al cual me quiero referir, sino a una que como casi todas las que ha traído la revolución desde 1959 hasta nuestros días, suena falsa: la consigna revolucionaria. Esta especie de sentencia doctrinaria, que se ha esgrimido como símbolo del sentimiento popular, es una falacia más en la vitrina de logros que exhibe la revolución ante los incautos, un gancho publicitario que, coreado por una masa reprimida y desorientada, y amplificada por todos los medios de comunicación, desafina por su falta de sinceridad, y queda descalificada por la alevosa manera en que los repertoristas del régimen tejen su argot patriotero a través de la imposición. Es innegable que en contadas ocasiones, pulsando con mañas de titiritero los sentimientos más puros de nuestro pueblo, se ha logrado agrupar un concierto de voces que acoplan por su alto sentido de nacionalidad. Pero volviendo a lo nuestro, es decir, al festín de consignas por el que han transitado, quedado roncos, enfebrecidos de placer, enmudecidos de vergüenza, cientos de cubanos, es preciso que recordemos las para mí más significativas. Recordemos aquélla que decía: "Nikita, Nikita, lo que se da no se quita", coreada por una multitud que, víctima de una superchería política, exigía a gritos la permanencia de unos misiles que de utilizarse, como deseaba el gobierno cubano, desaparecerían de la faz de la tierra la Isla y gran parte del continente. O aquella otra, donde al compás de una monótona y chillona algarabía, miles de cubanos, soltando la gota gorda y la poca proteína acumulada en el organismo, daban saltitos como el perro de Pavlov y caían en la extrema ridiculez al son de "el que no brinque es yanqui". Este resorte demagógico, burlesco, fue introducido por los cerebros ¿pensantes? De los dirigentes de la Juventud Comunista, quienes ahora lo bailan al ritmo del joropo y no de la clave y el bongó. Los que se prestaron a este ceremonial de indígenas para adorar a un dios, para calmar su ira o para reverenciarlo, ¿no se sienten estúpidos en la actualidad ante manipulación tan grande? ¿No se sienten timados por estas contorsiones cangúricas dictadas por unos líderes que luchan a brazo partido por incrementar el comercio con esos mismos yanquis a los que supuestamente se desprecia, y que además han construido un altar con el billete americano, al que por mucho que salte, el pueblo cubano no puede llegar? El tiempo y la conciencia dirán la última palabra. cnet/09 LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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