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Julio 10, 2003

Carta abierta a George Orwell

LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Mi nunca bien muerto y enterrado señor:

Son mis mayores deseos que al recibo de ésta no quede en su esqueleto ni una onza de pellejo, que su cráneo esté más liso que una bola de billar, y su cerebro, lengua y manos se hayan "vaporizado".

Usted, execrable difunto, distorsionó la realidad, apagó el quinqué de lo perfecto, en fin, enredó la madeja con sus libros Rebelión en la Granja y 1984. No voy a negar que predijo con certeza la existencia del que "todo lo ve, todo lo escucha, todo lo dispone", el Gran Hermano, que en nuestro caso, y como muestra de originalidad, es el Gran Padre.

También vaticinó la creación de la Policía del Pensamiento para combatir el crimental -o crimen de la mente- y describió los Dos Días del Odio -al traidor, al enemigo- que acá, en Cuba, se realiza de forma diaria hace algo más de 44 años de revolución.

Pero yo le pregunto, despreciable cadáver: ¿Cómo sin un Gran Padre y un gobierno totalitario hubiéramos logrado la incomparable hazaña de construir la única represa sin agua del universo? ¿De qué manera le hubiéramos dado una lección a la Sociedad de Consumo de que la sarna, el dengue, los piojos, no sólo se combaten con jabón, alimentos y champú medicinal, sino con moral, pelados al rape, comiendo croquetas de anís y bañándonos con zumo de hojas de eucalipto hervidas?

¿Qué otro sistema hubiera aportado a la alta cocina internacional recetas de platos tan exquisitos como el Picadillo de cáscara de plátano, el Bistec de ídem de toronja, fritos con manteca de corojo y Agua de Alibour?

¿Cómo, sin la sabia y omnipresente figura del Gran Padre, se hubiera logrado un cruce genético tan perfecto entre un toro cebú -dador de carne- y una vaca Holstein -dadora de leche- y obtener un F-1 que no da ninguna de las dos cosas?

¿Qué otro pueblo puede sobrevivir alimentándose de promesas, ser feliz por decreto, hablar sin voz? ¿Qué otro gobierno o líder tiene el instinto semafórico de cambiar -cuando el dao se pone malo- del verde oliva al rojo, del rojo al amarillo, del amarillo otra vez al rojo, pero ligado con amarillo y ribeteado de verde dólar?

¡Ninguno, señor Ñampio! ¡Nadie! ¡Ni el camaleón! Y es por eso que sus libelos nos llenan de escozor a los patriotas.

Somos totalitarios, pero no dogmáticos. Desde que aplicamos en las filas del Partido el Doblepensar -ser cristianos y ateos, decir y hacer lo contrario de lo que pensamos y queremos- estamos abiertos a todo lo que contribuya a mantenernos en el poder "que una vez alcanzado, nada queda tan importante en la vida a no ser la voluntad de conservarlo a cualquier precio".

Y eso nos ha permitido, sin rubor alguno, convertir nuestra Isla en un paraíso para turistas de pan con mantequilla y café con leche.

Acá se recibe lo mismo a un sacudidor de alfombras de Teherán como si fuera un Califa, que a un gondolero de Venecia como al dueño de Ferrari. Y lo mismo nos da que baje de un avión un hawaiano en taparrabos, con un hueso atravesándole la nariz y tocando un ukelele, que un Lord inglés con monóculo y cachemira, o un fakir hindú con dos libras de clavos para donarlos a una escuela en reparación. Igual les bailamos desde Can Can hasta Hula Hula. Lo importante es que sean extranjeros y traigan dólares.

La traición de los "bolos" nos puso a comernos un saco de sal a cucharadas, pero también nos obligó a rectificar errores.

Gracias al derrumbe del murito de Berlín volvimos al seno de la madre pu… perdón, patria, y nos percatamos de que Elpidio Valdés era un extremista de izquierda, precursor de ETA, y un xenófobo crónico que lo mismo le daba hacer antorchas de españoles que chicharrones de turcos, algo que no se aviene ni conviene a la neolínea del Partido.

Además, nos dimos cuenta de que los gallegos no tienen caspa bajo las boinas, y que sus coterráneos no diezmaron a nuestros aborígenes, sólo les hacían cosquillas con las espadas. Y si los quemaban era para exorcizarles los malos espíritus que los poseían, amén de que al cruzarse con las negras importadas por ellos mismos nos legaron lo que es hoy el primer renglón de nuestra economía: la turismulata.

Creo, ignaro fallecido, que se haya percatado de que acá en Cuba todo es superior. Aquí no existe el Doblepensar, sino el Triple, el Cuádruple; no Dos Días de Odio: años, lustros. Y en cuanto a los "no personas", viven felices, sin ambiciones, aplaudiendo, procreando, realizando marchas saludables convocadas por los jóvenes espías y el Partido Interior del Gran Padre. Todo apacible, programado, sin necesidad de despertar unas neuronas que duermen hace más de cuatro décadas.

Y en cuanto a las condiciones de vida de las "no personas", les damos un tratamiento bueno y de primera línea.

Ahora, para evitar que sufran mareos cuando se les detiene y acusa de atentar contra la Seguridad del Estado por usar la gorra con la visera hacia atrás, decir que hace seis meses no traen viandas al puesto, sin especificar el paso de un ciclón, estar a la peligrosa distancia de seis metros de un extranjero, querer vivir en la capital, pensar diferente a la línea oficial, entre otras acciones subversivas, no los montamos en los cientos de carritos atigrados que pululan por la ciudad tanto o más que el maní en grano, los tambuches de basura desbordados y los derrumbes de viviendas.

En estos momentos, cariñosamente, se hace una ristra de "no personas" en la acera, unidos por esposas para que no pierdan el sentido de hermanamiento, el sentimiento de horda, y se les conduce hasta la estación de policía, donde a muchos -supongo que por no ser muy aseados- se les arrean unos toletazos patrióticos para sacudirles el polvo.

Y fíjese si les tratamos bien, que en ocasiones les partimos la cabeza, se les funde un ojo, les dislocamos un brazo a los incrédulos de que no pueden asistir gratuitamente a un hospital, y de paso demostrarles que si no hay hilo de sutura, antibióticos, timerosal, entre otros, es porque humanitariamente se los vendemos a los enfermitos extranjeros que nos visitan, para con ese dinerito garantizarle un entierro digno al compatriota que muere por falta de salbutamol.

Como puede ver, infame calavera, éstos son, a grandes rasgos, algunos de los logros que se obtienen en un sistema totalitario.

Mi nunca bien muerto y enterrado señor Orwell, si le dicen que por esta carta me han vaporizado, no se preocupe y envíe su respuesta a cualquiera: todos los del Partido somos iguales.

Si me vaporizan antes de lo que pienso iré a verle a su tumba para apedrearle mientras conversamos. Sin más, queda de Ud., enemigo a muerte y para siempre,

Firmado: El Comunista. cnet/09

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