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Junio 19, 2003 El arte de hacer ruido LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - "El cubano no habla, grita. No conversa, discute". Esta sentencia popular describe al cubano promedio, caracterizado por una capacidad de hacer ruido que un huracán envidiaría para sus momentos de mayor intensidad. La bulla, ese bichito que lleva en sus genes el cubano, está causada, según los especialistas en "ruidología medioambiental", por la esencia latina, que marca el estruendoso comportamiento de altoparlante que nos identifica, y no por la falta de educación. Varios gritos a las cuatro de la madrugada para anunciarle a Petra, la del noveno piso, que su hijo está escuchando música en el kiosco ubicado frente a la funeraria El buen dormir despiertan a los 39 niños, 12 ancianos y cinco perros de la cuadra. De ahí en adelante, no hay quien vuelva a conciliar el sueño. Pero nada, no se puede coger lucha, y el de los bajos comienza a calentar el motor del Chevrolet 57, el chapistero aprovecha para caerle a martillazos al refrigerador que debe entregar por la tarde, y el carpintero enciende su sierra eléctrica para no escuchar el ruido que no lo deja dormir. Si a esto le sumamos el claxon del turistaxi que vino a traer a la jinetera del 8-A, la sirena del carro de salvamento ante derrumbes, incendios y otros desastres cotidianos, así como el guaguancó que desentonan cinco jóvenes que vienen de contemplar el horizonte -¿miamense?- desde el Malecón de La Habana, nos damos cuenta de que la virtud del desenfreno estentóreo no tiene horas ni medidas. Y como si fuera poco, desde el amanecer comienza la más terrible y despiadada invasión contra la paz y el sosiego individual en Cuba: se encienden radios y grabadoras. El chino de al lado, con su paciencia asiática, sintoniza en el dial la programación de Radio Martí, que entrelaza sus ondas con las de Radio Reloj del CVP del tercer piso, y el nananananananá de la música del "disc jockey" del séptimo, y uno se acaba de despertar con el portazo del cuentapropista del cuarto piso, tratando de descifrar cuál emisora dice "aquí falta una voz sobrecumplido el plan de recogida de papas nananananá", mientras desde mi VEF 206 soviético escucho en Radio Enciclopedia, que ahora es Debussí, o la sinfónica del manglar, no puedo entender quién interpretará un opus o una papa o un sinsonte en este pandemonium matutino musical. Pero no hay que preocuparse. Ya sobre las nueve de la mañana las melodías comienzan a fusionarse, y es una bola de ruido tan grande que no se puede diferenciar una letra de otra, algo que sin lugar a dudas atenúa el del martinete que rompe la acera en busca de un cable soterrado en 1940, el de los aparatos de fumigación en su campaña antimosquitos y roedores y el bullicioso coro de la fila de niños que camino a su área de recreación escolar -el medio de la calle- entonan incansables "uno, dos y tres: quita catao y pon quinqué…" A las once, y roncos de conversar en alta voz para entenderse dentro de sus propios hogares, los vecinos comienzan a delimitar la música que le será impuesta todo el día. La mitad de la cuadra, como a una orden del comité, empuña el dial y sintonizan la canción "¿Quién tiró la tiza? El negro ése… LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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