Agosto 30, 2002
Otra vuelta de tuerca
Víctor M. Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - El proceso de reestructuración
de la industria azucarera cubana ha causado desolación y escepticismo en
los pobladores de las comunidades donde se encuentran los centrales sacados de
servicio definitivamente, reorientados hacia la fabricación de mieles o
convertidos en museos para el turismo.
Del total de las 156 fábricas de producir azúcar en el país
sólo 71 continuarán su labor, 14 serán dedicadas a la
elaboración de mieles, y otros siete quedarán para ser visitados
por los turistas.
Esta estrategia, que según el titular del ramo Ulises Rosales del
Toro responde a la depresión de los precios del azúcar en el
mercado internacional (5.80 centavos de dólar por libra), a la necesidad
de aumentar el volumen de alimentos para la población, al interés
de buscar más alta rentabilidad y un mayor aporte a la economía
del país, es considerada por cientos de trabajadores como otra vuelta de
tuerca a las penurias de la población.
En Calimete, municipio ubicado en la provincia Matanzas, la tasa de
desempleo, la falta de medios transporte y de otros servicios básicos
para los residentes del lugar alcanzan índices negativos más
elevados con el cierre del central Jesús Rabí, en torno al cual se
desarrollaba toda la actividad económico-social de esa región.
La conversión de las superficies de tierras dedicadas al cultivo de
la caña en áreas para la siembra de aguacates, frutabomba y
guayabas con el presunto objetivo de aumentar y diversificar la producción
de alimentos en el territorio, es una tomadura de pelo y una fórmula para
ganar tiempo, según decenas de residentes en Calimete.
Los pobladores de esta zona matancera, dependientes en gran medida de la
infraestructura creada para la zafra azucarera, que abarcaba el suministro de
combustible, la generación de electricidad, el transporte y demás
servicios indispensables para el funcionamiento social del municipio, sufren las
consecuencias del cierre del central azucarero del cual dependía directa
o indirectamente el 80 por ciento de la fuerza laboral activa del territorio.
A la limitación de los viajes diarios de ómnibus desde
Calimete hacia Colón y Amarillas, el desabastecimiento de los
agromercados y los problemas para trasladar a los enfermos por falta de
combustible se suma la elevada cantidad de trabajadores enviados a sus hogares
devengando el 60 por ciento de sus salarios sin trabajar, lo que convierte a
esta localidad en un sitio muerto por decreto oficial.
En este contexto, las formulaciones del ministro Ulises Rosales del Toro de
que "para nosotros lo que más valor tiene no es el central, sino la
cultura agroindustrial que existe", son consideradas fuera de lugar por una
población enfrentada a la peor crisis de su historia.
Caminar por las desoladas calles de Calimete, acudir a cualquier empresa del
territorio y solicitar un servicio o visitar a cualquiera de los cientos de
trabajadores sentados en sus casas o que desempeñan otras labores por
causa del proceso de reestructuración, bastan para demostrar el
desarraigo de una cultura agroindustrial que se fue a bolina con el cierre del
central Jesús Rabí, para demostrar las nulas perspectivas que se
avizoran entre las polvorientas guardarrayas que empiezan a desaparecer con los
retoños de frutabomba, aguacates y guayabas que nada resolverán,
según la opinión general.
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