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Marzo 26, 2002 Crónica para una niña cautiva Aleida Godínez Soler, Lux InfoPress
LA HABANA, marzo – Cada mañana, cuando abre a la vida sus inquietos ojos, ella se pregunta si ése será el ansiado día en que a su regreso la madre tendrá la tan esperada noticia. Rápido se prepara y parte a iniciar un nuevo día, que quizás como el anterior será idéntico. A pesar de su inocencia, propia de su tierna edad, ya conoce que en un país como el suyo no ocurre nada nuevo, salvo nuevas órdenes del dictador. En su escuela, sólo escucha hablar de batalla de ideas, de compromisos partidistas y de la enseñanza para forjar al nuevo hombre, comunista por cierto. Que ya no es nuevo, sino un viciado y corrupto hombre. Debe soportar que la miren con mala cara, porque no asiste a las actividades políticas en las que el gobierno utiliza jóvenes de su edad para demostrar al mundo que ellos protestan espontáneamente contra el embargo, aunque todavía no saben que el verdadero embargo es el que impone la tiranía a su pueblo. Ella no es de la juventud comunista, ni lo son sus padres. Nada de lo que allí predican sus profesores (porque están obligados a hacerlo) tiene que ver con su ideología y sus aspiraciones. A la altura de sus quince años recién cumplidos, ya está sujeta a restricciones dictadas por personas que no conocen la esperanza y el amor. No pudo compartir con su padre esa alegría, ni aparece a su lado en una foto, que guardaría de recuerdo toda la vida. No puede contarle sus emociones, ni las historias de su inocente imaginación. No puede confesarle el encuentro de su primer enamorado, o de tal o cual paseo, o anhelada fiesta. No puede compartir con él sus alegrías. Yilliam lleva una vida de privaciones. Para defender su derecho el gobierno no ha movilizado a miles de obreros a protestar frente a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. Su historia no se parece a la del niño balsero Elián González. Su padre saltó al futuro y rompió las cadenas que le ataban, en busca de horizontes prometedores. Ya no está cercano al Partido Comunista, ni se acepta como instrumento para engañar incautos. El desafía la tristeza porque prefiere un mundo mejor para su hija. Por eso mi niña vive condenada, condenada desde hace cuatro años a vivir sin su familia como es su sueño. Condena que dicta la inquisición y que abarca a 200 familias que como la de ella están separadas por decretos gubernamentales. Como siempre, no hubo jueces ni fiscales, ni tribunales ni abogados. Se impuso la condena al que sueña y se libera, porque en las dictaduras nadie puede darse el lujo de escoger entre lo que desea y lo que está predeterminado. También la condena alcanzó a su padre, que tiene que esperar a que el gobierno de la Isla decida cuándo autoriza a su esposa y su hija a salir del país. Pero a pesar de su edad, de la ternura y las imposiciones, ella sabe que vendrán días mejores, en los que no habrá prohibiciones ni condenas ni se utilice a la familia para chantajear a hombres libres. Ella sabe que se fundirá en ese abrazo interminable que tanto desea darle a su padre. Y entonces, unida la familia, bailará en tierras libres la danza de la libertad. Yilliam Brito Mosquera es hija del ex dirigente de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba Joel Brito, que desde hace cuatro años solicitó asilo político en los Estados Unidos y desde hace tres espera reunirse con su esposa e hija, pero el gobierno de Castro las mantiene como rehenes en La Habana. Artículo relacionado Rehenes de la intolerancia / Víctor Manuel Domínguez / Lux Info Press LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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