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Septiembre 7, 2001


De Palma del Perro a Durban: los otros palestinos

Víctor Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, septiembre - Nacer en Palma del Perro, región montañosa de la provincia más oriental de Cuba, es un estigma. Vivir en San Pablo de Yao, Imías, Cauto la Yaya, o en cualquier zona rural del oriente del país, es un signo evidente de inferioridad en el aprendizaje y la convivencia civilizada. Decirse bayamés o santiaguero en Ciudad de La Habana, es declararse delincuente potencial.

No importa si presides por tus méritos el capítulo cubano de la Academia de la Lengua Española, hablas mal porque eres de Oriente. De poco vale que seas escritor que prestigie con sus obras las letras de la isla, o músico, científico, deportista, que aporte grandes logros al prestigio nacional, si eres de Oriente.

Jamás se tomará en cuenta que seas cosmonauta, trabajador de comunales, la construcción o la agricultura, si has llegado del interior del país. Y ni se te ocurra después de ser negro, ser oriental, pues el rechazo sería impredecible.

¿Regionalismo o sinvergüencería? ¿Poder o frustración? ¿Ignorancia o estupidez?

Estos conceptos regionalistas y de supuesta superioridad "étnica" -a los orientales se les llama peyorativamente "palestinos"- son muestras de un mal genético del cubano promedio, y de una política social, consistentes en desembarazarse de sus fracasos echándole la culpa a otros, ya sean cubanos o extranjeros.

¿Que no hay transporte en La Habana, ni agua, ni casas, ni alimentos? Es por causa de la ola de orientales que inunda la capital. ¿Que aumentó la delincuencia, el desvío de recursos, el jineterismo y las salidas ilegales del país? Culpa de los orientales.

El gobierno, como Poncio Pilatos, se lava las manos. Y no sólo eso. Dicta el decreto Ley 217 que implanta el destierro hacia su lugar de origen -Oriente- a todo ciudadano que no tenga ¿permiso? de residencia en la capital ¿de su país?

El oriental cubano se ha convertido en el Totí de la fábula: carga todas las culpas y desastres de un gobierno ineficiente y manipulador.

El pueblo más culto del universo, el más solidario, no conoce o finge desconocer que ser oriundo de una región determinada de Cuba no implica diferencias morfológicas ni de comportamiento con los nacidos en otras zonas del país, y tampoco comprende que si hoy existe un éxodo masivo hacia la capital se debe a la incapacidad del gobierno de crear empleos estables y suficientes en las diversos territorios de la isla.

Estas manifestaciones de intolerancia, incrementadas a partir de la crisis que devastó la economía y los valores morales de los habitantes del país, han creado situaciones vergonzosas en lugares públicos de la isla, y si bien no han recibido el apoyo de los medios de comunicación nacionales, tampoco han tenido el rechazo de los mismos, y sí guiños de complicidad en sus programaciones y textos publicados. Basta con seguir cualquier novela cubana o programa de la televisión para captar el mensaje subliminal en contra de la presencia de los orientales en La Habana.

Si un anciano pierde la casa, no es por causa de las leyes draconianas impuestas por la revolución, es porque acogió en su seno a un oriental. Si un solar está insufrible, es porque se coló una familia que vino de Guantánamo, las Tunas u Holguín. Si uno de los personajes protagónicos de un filme como "Hacerse el sueco" decide volver a su lugar de origen -Bayamo- se debe a que en La Habana no queda nada por robar, "pues el da'o se ha puesto malo".

Por otra parte, la prensa plana, en su dudoso papel de imparcialidad, sólo publica fotografías de delincuentes orientales, quienes por casualidad se encuentran ilegales en la capital, mientras entrevista a "santos habaneros" cuando hacen entrega de un bolso con 3 mil o 4 mil dólares dejados por un turista extranjero en la mesa de un restaurante.

Asimismo, escuchar a más de 50 mil aficionados del béisbol gritarle "palestinos" a los peloteros orientales, decirles "tunturunto" -el similar de Yanquis go home- mientras se desarrollaba el campeonato nacional, es una muestra de rechazo a sus semejantes, como exorcismo contra el miedo visceral a canalizar sus frustraciones contra las autoridades del país.

La guerra de desgaste declarada entre habaneros y orientales, supuestamente porque unos dicen frutabomba y otros papaya, los de la capital chancletas y los del Oriente cutara, o por la rivalidad existente entre los deportistas de ambas provincias, sólo terminará cuando no se dejen manipular por datos oficiales malintencionados, y unan sus miles de quejas y anhelos en cruzada solidaria que los enfrente a quienes en realidad los marginan y azuzan como a perros, unos contra otros, para satisfacer los intereses personales y salvaguardar la imagen de la cúpula gobernante del país.

Esta situación de intolerancia pública que corroe la isla de más está decir que no fue llevada por la delegación cubana al evento contra cualquier forma de discriminación, con sede en Durban, donde paradójicamente fue a defender los intereses y la integridad de los otros palestinos.

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
2174 N.W. 24 th Court Miami Florida 33142


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