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Agosto 30, 2001
Enanos en el paraíso
Víctor Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, agosto - El 18 de abril a las once de la mañana, en la
suite 2323 del hotel Habana Libre Tryp, Nicanor O'Donell le rompió de un
puñetazo el labio superior a un grande de la canción cubana, es el
párrafo que da inicio al cuento "Los enanos de Bergman" donde
su autor, Eduardo del Llano, realiza una especie de exposición
sadomasoquista del comportamiento ético de algunos artistas e
intelectuales cubanos.
Desencantados de liliputiense estatura intelectual, ya sea por falta de
talento o por el temor de expresar sus más lúcidas y reales
visiones, decenas de artistas y escritores convocados a través de la Unión
nacional de Escritores y Artistas Cubanos (UNEAC) comienzan a desfilar por la
suite que ocupa el artista florentino Pietro Mignano, dispuestos a que le rompan
la cara con tal de formar parte de un cuadro gigantesco con las fotografías
de cien artistas de la isla donde se refleje la angustia inherente al proceso de
creación.
Esta irónica estocada semántica sobre el comportamiento de
algunos artistas y escritores no es una broma dentro del movimiento de la
cultura cubana actual, pues si bien muchos no se prestan a esta humillante pérdida
del amor propio, otros -por tortuosos caminos que se interrelacionan con el
esbozado literariamente por Eduardo del Llano- rinden sus almas y sus temores
con el fin de existir aunque sea una vez en una obra de arte, de brillar
cualquier día, sin importarles que la fugacidad del hecho los deje más
sedientos de pírricas satisfacciones.
Cuento con todas las de la ley, "Los enanos de Bergman", con
certeros y escuetos diálogos escritos en rico lenguaje satírico-humorístico,
nos insinúa a través de su trama las ambiciones ocultas de los
personajes, sus deseos insatisfechos, la incapacidad encubierta con la pátina
de la devoción incondicional al ego, el miedo a existir sin vida pública
y, sobre todo, la angustia lasciva y dolorosa de saberse prescindibles.
Sin dudas, este buceo psicológico y demostrativo de la capacidad de
adaptación de un cobarde, mediocre y frustrado artista o escritor ante la
posibilidad de figurar en una obra de arte que, por demás y como único
consuelo será realizada por un creador extranjero, nos anuncia la
humillante alienación de este tipo de engendro artístico-intelectual
con todo lo que provenga del exterior, o no le cause problemas en el interior.
En este cuento breve, pero contundente, Eduardo del Llano nos revela la
aberrante disposición de muchos creadores cubanos a ser golpeados física
y moralmente si el acto les permite figurar en la primera página de un
periódico, volar por el éter acompañado de sus fantasmas, o
ser vistos a través de una pantalla en trucadas imágenes que les
borre por un instante, y a la vez les multiplique, la pesadilla de saberse
enanos en el paraíso de la impostura para hoy y para siempre.
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