Julio 19, 2001
Vindicación de las márgenes
Víctor Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, julio - La pose de avestruz asumida por los escritores cubanos
desde los primeros años de la revolución ha quedado en la memoria
colectiva como un monumento a la traición a la realidad.
Anclados desde su miedo al cuerpo imaginario de las utopías, los
creadores del patio se comportaron como ciegos, sordos y mudos ante el reclamo ético
de transformar una realidad que caía víctima de sus propias
contradicciones.
El hechizo mostrado ante una política cultural que, si bien apoyaba
la creación desde las perspectivas de sus reglas del juego, prohibía
el acercamiento a zonas que resquebrajaban la imagen de un proyecto social
autocalificado como progresista, sólo se rompió a partir de
acontecimientos internos de amplia difusión a nivel internacional. Las imágenes
de miles de balseros escapando por el puente marítimo Mariel-Miami, el
retorno a casa de los restos de combatientes caídos en las guerras de
Angola y Etiopía, así como la inesperada llegada de la
perestroika, la subasta de los adoquines del Muro de Berlín, y la visión
de una estatua de Lenin que rodaba por el suelo, se convirtieron en las primeras
brechas que dieron paso al desmontaje de una farsa literaria que camuflaba la
realidad de la nación.
Esta ruptura con una realidad virtual que mantuvo cautivos a decenas de
intelectuales en la isla obligó a replantearse los caminos de la creación
y dejó el paso libre a la generación de jóvenes narradores
nacidos entre 1959 y 1973 quienes, sin ningún compromiso humillante que
los atara al pasado-presente cubano, arremetieron desde sus obras contra los
paradigmas, los tabúes y todo tipo de limitaciones que condicionaran su
labor literaria.
Actores principales de lo que se ha dado en llamar literatura femenina, gay,
étnica, de la diáspora, postestimonio y otras definiciones, los jóvenes
narradores delinean una nueva forma de hacer y de decir, no obstante los
cuestionamientos aparecidos entre algunos nostálgicos del realismo
socialista.
Temas como la marginalidad, el desarraigo, la alienación juvenil, el éxodo,
así como las relaciones homo y heterosexuales y todo el contenido fangoso
que existe en la desesperanzadora realidad cubana, que al decir del crítico
Rafael Aguila, son abordados por los novísimos autores con la sola
intención de acceder a un mercado donde lo más sucio, sombrío,
bajo y maloliente de la Cuba de hoy se cotiza a un elevado precio por las
editoriales foráneas, son abordados con un nivel literario sorprendente
en tan noveles escritores.
Polémicos debates que abarcan las múltiples visiones ofrecidas
en obras consideradas iconoclastas y apocalípticas han sido realizados en
diversos coloquios sobre narrativa, a partir de ponencias como El mercado versus
la crítica: ¿narrativa al borde?; Pensar en la otra novela cubana, y
Juego, fuego y vindicación de las márgenes, entre otras que
abordan el desarrollo y los caminos de la literatura dentro de la isla.
Aprovechar espacios ganados a la censura, interceder en la aceptación
de la cubanidad marginada, escribir sobre todos los caracteres y situaciones que
hierven en los estercoleros o en las urnas de cristal de la sociedad cubana, es
la única forma de reivindicar una labor de alta incidencia en la población
por su capacidad reveladora, y de romper el mito de proyecto social perfecto
formado en la incubadora de la desinformación y el miedo.
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