LA HABANA, Cuba -Las 12 familias que viven en la que fuera una bella casona, construida en la década del 20 del siglo pasado en la calle 23 esquina A, a solo una cuadra de la Contraloría General de la República, –en pleno barrio de El Vedado–, tienen terror a que llueva. Aquí llueve más adentro que afuera.
Cuando llueve, a la mayoría de los cuartos, le caen chorros de agua del techo. El agua se cuela por paredes y ventanas. Esta vieja casa no ha visto un albañil en medio siglo. O para decirlo a las claras, desde que triunfó la prometedora revolución.
Zonia Bague Echemendía, –quien vive aquí hace 35 años—nos dice que, la vecina de arriba Carmen Alfonzo, tuvo irse a vivir con una hermana, porque cada vez que llovía la casa se inundaba, y tenía pánico de que el techo le cayera encima.
Por qué no reparan
Los ancianos, hombres mujeres y niños, que habitan esta casa desastre –como tantos miles de cubanos–, han quedado fuera de las promesas de Fidel Castro de que cada cubano tendría una casa digna. Tras medio siglo sin que el Estado les reparara sus casas, ahora, con el capitalismo primitivo que pretenden imponernos, los infelices tienen que asumir cualquier reparación. Y a precios prohibitivos.
El salario medio del cubano está alrededor de los 400 pesos. Y reparar cualquier techo, o paredes agrietadas y ventanas podridas, puede montarse en miles de pesos, dinero que el cubano no tiene. Y ni hablar de lo que pudiera costar sustituir los cables eléctricos, no hay bolsillo que aguante.
Sin contar que los materiales de la construcción que se ofertan en los rastros, aparte de ser excesivamente caros, tienen pésima calidad.
Los precios del rastro
El cemento P250 que se vende en estos establecimientos cuesta 112 pesos cada saco, este solo sirve para reparar paredes y hay que usar una gran cantidad, para fundir una placa se necesita comprar el P350 en las llamadas tiendas recaudadoras de divisa donde la bolsa cuesta cerca de 7 CUC”.
Por otra parte, los tan necesarios áridos (arena lavada, polvo de piedra), –cuando los hay– debes pagarlos a 200 pesos el m2, y otros materiales como la loza o mosaico a 26 pesos, los alambrados (cabillas y alambrones) a 7 $ cada metro y los bloques 14 pesos por unidad.
Aquellos cubanos que no tengan la ayuda de familiares en el extranjero, o no tengan un trabajo donde puedan robar, no les queda más remedio que vivir en medio del deterioro de sus hogares sin poder paralizarlo.
Es comprensible que para los campesinos la lluvia sea una bendición, un aumento de la producción de los frutos que cultivan; pero, para los miles que viven en viejas casas en La Habana que se derrumba, es un verdadero dolor de cabeza.