LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -Acaba de celebrarse, como casi siempre sucede durante el mes de mayo, una nueva sesión del Seminario Juvenil Nacional Martiano, un evento organizado por la Oficina del Programa Martiano que preside el señor Armando Hart Dávalos. Con semejante patrocinador, no es difícil imaginar el giro que tomaron los debates, así como la imagen de Martí que trataron de transmitirle a las nuevas generaciones. No obstante, vale la pena detenernos en algunas de las características que signaron la cita de este año.
El cónclave sesionó en torno a la siguiente interrogante: ¿Cómo hacer política en el siglo XXI? Y casi todas las intervenciones de los presentes, tanto de jóvenes cubanos como de extranjeros invitados, coincidieron en que hacer política debe de ser transformar, proponer, buscar soluciones a los problemas, y ser activos en la toma de decisiones. Por supuesto, los organizadores de este Seminario Martiano habían establecido las reglas del juego para que estas discusiones no transcurrieran de un modo totalmente espontáneo, sino en el contexto del denominado “diálogo de generaciones”.
¿Y qué significa el diálogo de generaciones según el punto de vista de las autoridades cubanas? Pues, sencillamente, que las relaciones entre los jóvenes cubanos de hoy, y los dirigentes históricos de la revolución, sean de continuidad y entendimiento. En otras palabras, que la juventud renuncie a sus proyectos en aras de darle seguimiento a la tarea comenzada por sus predecesores.
Aquí habría que apelar a aquello que expresa “haz lo que yo digo, y no lo que yo hice”. Porque la auto titulada Generación del Centenario, salida a la palestra a raíz del asalto al Cuartel Moncada en 1953, no pensó en llegar a un acuerdo con la generación precedente, ni en garantizar la tranquilidad de la nación, sino en hacer una revolución que lo destruyese todo, para después erigir el país a su gusto y medida. O sea, que cuando Fidel Castro tenía veintisiete años, jamás hubiese permitido que hicieran con él, lo que él mismo y sus seguidores han pretendido realizar con la juventud cubana de estos tiempos.
Si nos referimos a la imagen de Martí que brota de estos Seminarios, tendríamos que mencionar al hombre que fundó un partido político para reiniciar la lucha por la independencia -y que según los castristas, es el antecedente del actual partido único-, así como al político que alertó contra el apetito del vecino del Norte. Claro, apenas debe de hablarse del Martí demócrata y republicano, y anunciante de una patria inclusiva, con todos y para el bien de todos.
Además de oponerse a las evidencias de la realidad, esta manera castrista de concebir las relaciones intergeneracionales entra en contradicción con buena parte de la teoría que se ha escrito al respecto, la cual enfatiza en la ruptura, y no en la continuidad generacional. Por ejemplo, destacan los análisis del prominente filósofo madrileño José Ortega y Gasset.
Por otra parte, hasta la dialéctica opera en contra de los castristas. Ellos, que se consideran marxistas, y por tanto dialécticos, pasan por alto que la Ley de la negación de la negación establece que un elemento niegue al anterior, para así arribar a una síntesis superior. Lógico, si lo que está en juego es su permanencia en el poder, la cúpula castrista se olvida de la dialéctica y hasta del marxismo.
En las jornadas de esta edición del Seminario Juvenil Martiano estuvieron presentes el propio Armando Hart y Luis Toledo Sande, el biógrafo oficialista de Martí. La pareja perfecta. El primero, que ya casi no puede hablar, estaba para imponer respeto. El segundo, en cambio, se hallaba listo para contrarrestar cualquier criterio que se saliese del guion previsto.