LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Celita vive en Centro Habana. Se ha quedado sola en una vieja casona de viga y loza que mandó a construir su padre a principios del siglo pasado, y que por muchos años fue el orgullo de la familia.
Siempre habla de la gran sala, donde algunos domingos se reunían amigos y amigas para conversar, escuchar música y bailar. Dice que allí celebró su fiesta de quince, y allí su padre, un pequeño comerciante, quiso que festejara con sus compañeros de aula cuando se graduó de maestra.
Han pasado los años sin darle mantenimiento a la vivienda. Los techos se filtran, las columnas están rajadas, las paredes, cuarteadas, y las tuberías de aguas albañales, reventadas. Antes, Celita no la podía arreglar por falta de materiales de construcción. Ahora, aunque desde octubre de 2010 comenzaron a vender materiales por la libre, no puede comprarlos con los doscientos pesos de su jubilación de maestra.
Las tres primeras semanas de agosto trajeron muchas lluvias. Por eso, cuando amainaron, Celia estaba preocupada, porque siempre escucha decir que después de las lluvias, cuando sale el sol, vienen los derrumbes. En efecto, trajinaba en la cocina cuando escuchó un estruendo y los gritos de su vecino advirtiéndole que no se asomara, que el techo del portal se había derrumbado.
Los vecinos, preocupados, llamaron a los bomberos. Cuando les explicaron lo que sucedía, éstos enviaron al arquitecto de guardia, quien después de revisar toda la casa dictaminó que había que apuntalarla. Para ello le dio un papel a Celita, pero casi quince días después aún no habían venido a hacerlo por falta de madera.
Pero la caída del portal es insignificante comparada con los siete derrumbes de edificios multifamiliares que ocurrieron solo en una semana en Centro Habana, donde el promedio es de un derrumbe diario. Los edificios quedaron tan afectados que sus habitantes tuvieron que “autoevacuarse”, neologismo del Gobierno y de las instituciones responsables para dar a entender que cada cual se evacue para donde pueda, porque ya no hay sitio en los albergues del gobierno.
Otra de las grandes dificultades que afecta al fondo habitacional de la capital es la destrucción del alcantarillado, al que tampoco se le ha dado mantenimiento durante años. El martes 3 de septiembre, fuertes en intensas precipitaciones afectaron a la ciudad. Por solo citar un ejemplo, en Palatino alcanzaron 120 mm3. Se inundó la mayoría de las calles y también en muchas casas entró el agua por los tragantes, los patios, las uniones de los pisos; a muchos les llamó la atención el hedor que acompañaba las inundaciones. Entre los comentarios del día siguiente, la mayoría coincidía en que esto se debe a que el alcantarillado está tan tupido y deteriorado que ha dejado de ser funcional.
Un vecino me comentaba que antes le gustaba la lluvia por el olor agradable y limpio que dejaba, pero que ahora, en cambio, el desagradable olor a fosa lo inunda todo.