LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -La frase Fiscal Cliff pasó de novedoso concepto económico en inglés a horrible presagio de una severa recesión mundial, mientras mantuvo expectante a los dirigentes políticos de la mayoría de los países y preocupadas a millones de personas en Estados Unidos y los más alejados parajes, como compañía de las tragedias propias y agua fiestas de fin de año. Los legisladores desde el Congreso norteamericano alternaban sus intransigentes deliberaciones con las festividades navideñas hasta que poco antes del nuevo año comenzó a salir el humo medio blanco de la chimenea del Senado. En Cuba, los comentarios de los medios oficiales arremetían contra el abismo fiscal como si la “actualización del socialismo” también impidiera los efectos de esos “males del imperialismo”.
La caída en el abismo fiscal el 1 de enero de 2013 se evitó luego de meses de arduas negociaciones, intensas reuniones del presidente con los máximos responsables de las dos bancadas republicanas, y finalmente la votación en el Senado la noche del 31 de diciembre y en la Cámara de Representantes el 1 de enero. Su origen estuvo en la aceptación por Obama de la Ley de Control Presupuestario para poder elevar el techo de la deuda en 2011, cuando la inflexibilidad de los republicanos, aguijoneados por la pujante ala del Tea Party, colocó a Estados Unidos al borde de no poder cumplir sus más elementales compromisos financieros. Ya entonces la parálisis política minó la credibilidad del país que aporta el 25,0% de PIB mundial, y había iniciado la crisis económica internacional en 2008. Posiblemente el error del mandatario fue empeñarse en lograr acuerdos bipartidistas, cuando existía el antecedente de que los republicanos siguiendo a Grover Norquist, cabeza del lobby anti impuestos, habían empezado a contraer el compromiso de rechazar con su voto cualquier incremento de la fiscalidad, sin importar a quien afectara y George W. Bush decretó los recortes de impuestos en 2001, y comenzó las costosísimas guerras en Iraq y Afganistán.
El abismo fiscal consistía en el conjunto de aumento de impuesto y recortes de gastos. Su monto habría sido de 646 000 millones de dólares, o sea el 5,0% del PIB, el cual crece actualmente un 3,1%, pero con ello se calculaba que ocurriría una contracción del 1,3% en el primer trimestre de 2013 y la caída de hasta el 0,5% a finales de año. Se estimaba que podría ocasionar la recesión y la subida del desempleo del 7,7 actual al 9,2%. Por el contrario, aun la economía necesita del estímulo de la inversión estatal. Entre los recortes más significativos estarían un 9,0% al presupuesto del Pentágono y casi 8,0% a los programas sociales, incluidos los servicios médicos a pensionistas y las aportaciones a los desempleados. En una economía basada en el consumo, si la mayoría de la población hubiera dejado de percibir como promedio 2 500 dólares anuales, las compras se reducirían incluso por encima de esa cifra, lo cual comenzó a apreciarse en las ventas de fin de año.
Inicialmente Obama propuso mantener la exención de impuesto a las personas que ganaran menos, y que se incrementaran al 2,0% de la población, del 36,0% al 39,6% el tipo de ingresos individuales superiores a 200 000 dólares anuales, y del 33,0% al 35,0% a los ingresos familiares mayores de 250 000, niveles existentes durante la Administración de Bill Clinton, que terminó con un superávit en las cuentas públicas. Como resultado de sus negociaciones con el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner llegó a aceptar el aumento por encima del millón de dólares y el mandatario elevó su contrapropuesta a 400 000, pero el llamado Plan B del republicano fue estrepitosamente rechazado por sus colegas. En el Senado negoció el vicepresidente Joe Biden, donde se llegó a acuerdo la noche del 31 de diciembre, el cual permitió prorrogar la fecha de expiración para que, el 1 de enero, la Cámara de Representantes votara finalmente un proyecto análogo. Los objetivos fundamentales de Obama se lograron en cuanto a los impuestos y las prestaciones a los desempleados, y se extendió la consideración de los recortes por dos meses. En tanto, los republicanos quedaron aún más escindidos y disminuidos nacional e internacionalmente.
Mientras las políticas de Barack Obama han logrado que Estados Unidos saliera de la recesión e iniciara un sostenido –aunque modesto- crecimiento, en caso de no haberse llegado a acuerdos, las consecuencias hubieran sido funestas internamente, con repercusión en toda la economía mundial, de ellas con mucha fuerza en Europa, y con perjuicio notable para todos los países, incluso para los llamados emergentes y los latinoamericanos, que pudieron salir indemnes de la recesión de 2008. También hubiera sido un golpe muy fuerte para la respetabilidad de las instituciones políticas norteamericanas, ya dañada por la parálisis del pasado año, y que se fortalecerá en la medida en que los legisladores prioricen los intereses de la población y de la nación más importante del mundo que, a pesar de las confrontaciones ultraconservadoras, es capaz de perfeccionar su democracia. Los efectos de evitar el abismo fiscal se sintieron de inmediato en la recuperación de la confianza de los inversores en las bolsas de valores de todo el mundo, con una elevación notable en Wall Street el primer día de apertura en 2013.
En cuanto a Cuba, el abismo fiscal pudo haber tenido serias implicaciones. Una parte considerable de la población sobrevive gracias al dinero y los productos enviados por sus familiares y amigos residentes en Estados Unidos, quienes lógicamente los habrían reducido o cortado si hubieran perdido la exención de impuesto y otras prestaciones. De igual forma, sus gastos se revierten en la adquisición de los servicios y mercancías de otras personas, y sobre todo de las empresas del Estado. Las remesas se calculan en casi 2 mil millones de dólares. Cuando las subvenciones al gobierno cubano procedentes de Venezuela están al borde del abismo, y las posibilidades inmediatas de encontrar petróleo en la Zona Económica Exclusiva de Cuba en el Golfo de México son muy inciertas, lo más sensato sería facilitar el incremento de las aportaciones “humanitarias”, y propiciar la normalización de las relaciones Washington. El primer paso debe ser la liberación de Alan Gross y proseguir con la eliminación de la cantaleta sobre la agresividad del imperialismo ejemplificada en el “bloqueo”.