BAYAMO, Cuba, julio, 173.203.82.38 -Las butacas son confortables y compactas; de cuero negro, mullidas, de espaldar alto, brazo y soportes de duraluminio. A la Plaza Mariana Grajales de la ciudad de Guantánamo solo llevaron 32. En ellas se sentó la elite comunista y sus guardaespaldas, durante la celebración del 59 aniversario del asalto terrorista a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, y Guillermón Moncada de Santiago de Cuba.
El espectáculo celebrativo, considerado de manera eufemística entre los criollos como “político cultural”, comenzó a las siete de la mañana. A esa hora, ya el sol de julio alumbra y calienta poderosamente en la zona oriental. Los sombreros de yarey y las gorras de pelotero, eran visibles en el área trasera, donde se concentraba el vulgo, separado de los “elegidos” por una valla de madera, y sentado en sillas plegables.
El discurso del “primer comunista” en Guantánamo, Torres Iribar, estuvo marcado por la guataquería al General Presidente Raúl Castro, la retórica sobre el anterior congreso de los comunistas y la habitual avalancha de cifras sobre supuestos cumplimientos de planes económicos. Palabras desmentidas por la realidad y hasta por el orador principal, José Ramón Machado Ventura, quien minutos más tarde recordó el desastre de la zafra azucarera y los bajos índices de desarrollo económico en la provincia.
La soberanía cubana sobre el territorio de la base naval norteamericana en la bahía de Guantánamo fue el tema de arrancada del breve discurso del segundo secretario comunista. Machado Ventura recordó a Iribar, el incumplimiento de la zafara azucarera y, sin embargo, prometió la construcción del acueducto de Guantánamo, a la que llamó “tarea de gran envergadura”.
El Sexto Congreso y la Conferencia Nacional comunista fueron bastiones referenciales constantes del principal orador, que aprovechó para atacar a los demócratas de la Isla por sus críticas a la lentitud de las reformas y el profundo desastre nacional, dos días después de la fuerte represión en la ciudad de la Habana, durante el entierro del promotor del Proyecto Varela, Oswaldo Paya Sardiñas.
En una intervención de 25 minutos no prevista en el programa oficial, y luego de terminado el espectáculo, Raúl Castro Ruz subió a la tribuna y regresó al tema de los recientes encuentros del Consejo de Estado y el Pleno del Comité Central comunista, así como la sesión del Parlamento Nacional. Estableció lo que se hará el próximo año 2013, aniversario 60 de la violenta generación del centenario, y del asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba. Hizo constantes referencias a la necesidad de trabajar de manera productiva, y a la historia de la Guerra de Independencia y la violenta guerra civil que instauró a la familia Castro en el poder desde 1959.
Raúl Castro arremetió contra los Estados Unidos, la prensa mundial y la oposición democrática a quien acusó de querer convertir a Cuba en una próxima Libia o Siria. “La mesa está servida”, fue la frase acuñada para referirse a las relaciones con los Estados Unidos, y embistió también a la Unión Europea.
No obstante, en la mesa que Raúl nos ha servido a los cubanos sigue sin vislumbrarse el vasito de leche que nos prometió el 26 de julio de 2007. Está además rodeada de marabú y la sombra de la presencia de él y su hermano sigue opacando nuestras vidas.
En la sexta intervención de Raúl Castro en un 26 de julio, desde que heredara el poder, la comodidad de las butacas de la tribuna presidencial quizás nos dé la clave del ritmo a que se mueven sus supuestos cambios.