GUANABO, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Tarará, Mégano, Santa María del Mar, Boca Ciega, Guanabo, Brisas del Mar y otros eslabones de la cadena de playas naturales al noreste de La Habana perdieron su tradicional puente de madera que las enlazaba, desmontado por el gobierno hace tres años para supuestas reparaciones pero nada parece revelar que será reinstalado.
“No se acordaron de dejar unos tablones con pasamanos para quienes necesitamos ir a trabajar diariamente y pasar de una orilla a otra”, comentó una camarera del hotel Atlántico.
No solo esa empleada. Gastronómicos, constructores, custodios, salvavidas, tenderos, parqueadores y otros muchos trabajadores precisan del puente para trasladarse y cumplir sus labores. La pérdida patrimonial conlleva perjuicios económicos a la ciudadanía y al país.
“Si algún posible cliente nos solicita una carrera más allá del río no podemos llevarlo. Eso lo disgusta y a nosotros perjudica la economía familiar. Es dinero que dejamos de obtener honestamente mientras el gobierno nos atiborra con altos impuestos. Muchos transportistas apenas ganamos para comer, especialmente en invierno, época baja del turismo nacional”, expresa Joaquín, un cochero, quien habla por sus colegas cocheros, taxistas y bici taxistas.
Hay empleados que por no faltar al trabajo, o no llegar tarde, toman un taxi –si el taxista acepta desviarse de ruta- lo que representa una sangría al salario del afligido cliente, además de invertir precioso tiempo. Atravesar los cincuenta metros de río obliga a meterse en el agua (si la marea no está crecida y no hay resaca) o dar un rodeo entre diez y quince kilómetros a través de la carretera rápida Vía Blanca, razón que antaño justificó la construcción del puente patrimonial, negligentemente abandonado, urgido de reparación capital hace décadas.
La incomunicación causa disgusto general por tantas molestias a turistas nacionales y extranjeros, residentes, trabajadores que necesitan de la pasarela que conectaba las playas e imprimía sello turístico único al entorno tropical. Turistas extranjeros se quejan por no poder recorrer a pie o en bicicleta, como antes, la sucesión de playas si no es mojándose en el río. Se acabaron las zambullidas desde el puente.
El tránsito de ómnibus públicos, camiones y vehículos pesados por el Puente de Boca Ciega quedó prohibido hace veinte años para evitar que los pilotes se resintieran. Después -siempre a la espera de reconstrucción- quedó vedado el tránsito a vehículos ligeros. Pero nadie imaginó que por inoperancia del régimen se llegara al extremo de derrumbar tan útil pasarela.
Restos de pilares emergentes del río, traviesas y tablones removidos y colocados en su orilla parecen fantasmales figuras representativas del Acta de Defunción del puente de Boca Ciega. El gobierno vira la cara a otro lado para no ver la desgracia ciudadana.
El río Itabo atraviesa la playa para desembocar en el mar. Las olas y arenas del océano Atlántico actúan como tapón represándolo, paso que era salvando por el desaparecido puente entre las inmediatas playas Santa María del Mar y Boca Ciega, arenales últimos que tomó su nombre del río cegado por el mar.