LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Se apagaron las luces de la sala. Una luz cegadora iluminó uno de los extremos del escenario y Andrés, uno de los personajes, miró a Tamara de soslayo y comenzó la obra.
Cuatro Menos, es el nombre de la pieza con la que Amado del Pino, actor, dramaturgo y crítico, obtuvo el Premio de Teatro Carlos Arniches, en su edición treinta y cinco en España para obras en concurso; ahora, en una nueva puesta en escena por Vital Teatro, en la Sala Tito Junco del complejo Bertold Brecht, en la calle 13, en el antiguo edificio de la Comunidad Hebrea.
La historia de Amado se desarrolla en la isla, donde un hombre (Andrés) se enfrenta a la intención de emigrar de sus seres queridos, justamente en momentos en que debe presentar una investigación académica sobre los motivos de la baja natalidad en el país. Además, siente la culpa por no haber permitido a su hijo mayor expatriarse junto a su madre a los Estados Unidos, cuando era niño. Pero su dolor se convierte en crisis cuando comprende que su mujer, quince años más joven que él, también quiere largarse ante la ausencia de perspectivas para su familia.
Durante hora y media, la trama va de un local, la casa donde Andrés vive con su mujer Tamara, a la casa donde vive su hija, una adolescente que está a punto de “montar en el avión” con su madre, y las preocupaciones que emergen de la necesidad de salirse de este escenario mayor, que es la isla.
En medio de esta polémica está El pollo, un amigo homosexual de Andrés y compañero de trabajo, personaje algo traído por los pelos, que funciona como la conciencia crítica, y que llora amargamente porque su pareja nunca fue admitida como miembro del partido comunista por su preferencia sexual.
Cuatro menos, sin lugar a dudas, es una obra de actualidad en la isla, actuada de manera grandiosa y dirigida firme y sagazmente por Alejandro Palomino, que toca temas y problemáticas de manera sincera y valiente. Siempre es así en las obras de Amado, recordemos Triangulo, En falso, Penumbra en el noveno cuarto y Tren hacia la dicha, que evidencian la preocupación del autor por el destino del país. Pero en esta pieza en específico, hay un cierto aire de realismo socialista que, salvando distancias, nos recuerda filmes soviéticos como Viviremos hasta el lunes o El premio (llevado al teatro en Cuba), obras que, siendo progresistas, no se zafan de la óptica oficialista.
Alejandro Palomino, como director, logra una puesta impactante que mantiene en vilo al público hasta mucho después de concluir la función. No obstante, cuando se sale del teatro, se siente definitivamente la sensación de que la pieza pudo ser más.