LA HABANA, Cuba — Le llamamos “almendrones”, a los automóviles-carrozas americanos fabricados antes de 1959 que circulan orgullosos por las calles de La Habana. El milagro de que sigan rodando, se debe al cuidado de sus dueños y a la inventiva de los mecánicos criollos.
Es fácil diferenciar cuando un almendrón es para cubanos o a turistas. Para los del patio, son autos más modestos, no tan relucientes. Ruedan por una ruta fija, a un precio de 10 pesos cubanos por pasajeros que deben ir apiñados.
Los autos de más lujo, convertibles, verdaderas joyas dl diseño de los años 50, son destinados a turistas y se exhiben en las calles que rodean el Parque Central. Los hay de todas las marcas de la época: Buick, Oldsmobile, Mercury, Pontiac, Dodge. Los turistas deciden el recorrido a realizar, por una tarifa mínima de 35 dólares por hora.
No todos los visitantes extranjeros alquilan estos lujosos convertibles. Algunos se conforman con sentarse en la reliquia para fotografiarse. Recorren La Habana en una guagua panorámica de dos pisos, con la parte superior abierta, por 5 dólares. Otros pasean en un coche de caballos, del proyecto de La Habana Vieja, dirigido por el historiador Eusebio Leal.
Los turistas pobres, los mochileros, los que se alojan en viviendas particulares, se mueven en los almendrones gastados que usan los cubanos, en bicitaxis y en los escasos ómnibus del transporte urbano.
Algunos pocos cubanos acomodados pueden disfrutar de estos lujosos convertibles en sus bodas o para exhibir a sus hijas en la celebración de los quince años.
Antes de 1959, cuando una guagua se le iba a alguien, no era un problema “la de atrás viene vacía”. Pero en la actualidad hay que recurrir al almendrón gastado o llegar tarde.