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Cinco novelas imprescindibles de Mario Vargas Llosa

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LA HABANA, Cuba.- El pasado 9 de febrero el escritor peruano Mario Vargas Llosa ingresó a la Academia Francesa, convirtiéndose así en el primer autor sin obra en francés admitido en esa prestigiosa institución. Su vasta producción literaria es de obligada referencia en el ámbito latinoamericano y global, haciéndolo merecedor de importantes premios como el Nobel de Literatura (2010), el Cervantes (1994), el Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y el Rómulo Gallegos (1967), entre otros.

Vargas Llosa ha sido un escritor muy crítico con las dictaduras latinoamericanas de cualquier color político, así como un firme defensor de la economía liberal. A continuación, cinco novelas suyas que todo amante de la buena literatura no debería pasar por alto.

La ciudad y los perros (1963)

Fue su primera novela. Una obra monumental en la cual el autor describe la vida de un grupo de adolescentes en el colegio militar Leoncio Prado, donde a los severos métodos de enseñanza se sumaba el ambiente de machismo, brutalidad, prejuicios raciales y clasismo social; un contexto donde los protagonistas deben convivir, crecer y resistir, utilizando la violencia como recurso supremo para prevalecer. La novela obtuvo el Premio Biblioteca Breve (1962) y el de la Crítica Española (1964). Junto a obras de otros autores contemporáneos, La ciudad y los perros dio inicio al denominado boom latinoamericano.

Conversación en La Catedral (1969)

Tercera novela de Vargas Llosa y un verdadero portento narrativo. Se trata de una ficción política en el marco de la dictadura militar del general Manuel López Odría, contra el telón de fondo de una sociedad peruana desigual en extremo, agobiada por la corrupción, la hostilidad e impunidad de la clase gobernante. En este contexto un joven descubre el verdadero rostro del poder, las relaciones interpersonales e incluso filiales. Un relato crudo y desconcertante, con imágenes que se alojan para siempre en la memoria del lector. El propio autor ha dicho que si tuviera que salvar del fuego una de sus novelas, sería esa. Conversación en La Catedral fue incluida en la lista de las cien mejores novelas en castellano del siglo XX, por el periódico español El Mundo.

La Fiesta del Chivo (2000)

Otro clásico imperdible, ambientado en República Dominicana durante la dictadura del general —genocida y depredador sexual— Rafael Leónidas Trujillo. Publicada en el año 2000, marcó el retorno de Vargas Llosa a las novelas de corte social y político, profundizando en los regímenes totalitarios y su influencia nefasta en la vida de los individuos. Aborda el violento final de la era Trujillo narrando en paralelo, en dos tiempos, los hechos que condujeron a la caída de la dictadura y la historia personal de Urania Cabral, una mujer fracturada por la expresión más sádica del poder, que regresa a Santo Domingo para confrontar un pasado del que ha estado huyendo toda su vida. La Fiesta del Chivo fue unánimemente aclamada por el público y la crítica gracias a la magistral combinación de novela histórica y thriller político.

Pantaleón y las visitadoras (1973)

Uno de los libros más deliciosos de cuantos ha escrito Vargas Llosa. Con una alta dosis de humor y sarcasmo cuenta la historia del capitán Pantaleón Pantoja, a quien sus superiores encomiendan la “misión secreta” de organizar un servicio de visitadoras (prostitutas) para apaciguar la virilidad descontrolada de los soldados despachados a regiones inhóspitas, donde con frecuencia ocurrían violaciones que manchaban el “buen nombre” del Ejército peruano. Se trata de una lectura relajada y divertida como pocas, con el añadido de la crítica mordaz a una sociedad pacata, hipócrita, ahogada en supersticiones y solemne hasta el ridículo. Pantaleón y las visitadoras fue llevada al cine en el año 2000, registrando un tremendo éxito de público y crítica, que incluyó una nominación al Premio Goya a la Mejor Película Iberoamericana.

El paraíso en la otra esquina (2003)

Esta novela peculiar aborda la vida de dos figuras históricas: la temperamental sufragista Flora Tristán y su nieto, el pintor postimpresionista Paul Gauguin, en un agradable, cómico y reflexivo contrapunteo que termina por descubrir lo que ambos protagonistas tienen en común. Un hombre y una mujer absorbidos por épocas e intereses distintos. Flora Tristán entregada a la lucha por los derechos de la mujer y los obreros; Paul Gauguin rendido ante el poder del uso arbitrario del color y la luz. Ella recorre Europa ganando adeptos para su causa; él huye de la vida burguesa y se refugia en Tahití, donde se desborda la intensa creatividad que le ganó un lugar imperecedero en el arte universal. Abuela y nieto buscan el paraíso, que por momentos parece al alcance de la mano para enseguida desvanecerse, dando paso a las crueles imposiciones de la realidad.




Grethel Delgado presenta su novela “No me hablen de Cuba” este sábado en Miami

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MADRID, España.- Este sábado, a las 7:30 de la tarde, la escritora y dramaturga cubana Grethel Delgado presenta en el Museo de la Diáspora Cubana su novela No me hablen de Cuba, sobre el exilio cubano.

Durante el encuentro Delgado tendrá una charla con el escritor y periodista Luis de la Paz, en la que también intervendrán los escritores Pedro Medina y Gastón Virkel, miembros del Consejo Editorial de Suburbano Ediciones, a cargo de la publicación.

Según explicó la autora a Diario Las Américas, medio de donde es colaboradora, cuando comenzó a escribir la novela había pensado en un título “más esperanzador”, pero haber vivido algo similar a lo que vivió su personaje (Gertrudis) tras regresar a Isla después de radicarse en Miami, le hizo replantearse el título.

Al reescribir la novela, que había comenzado hace unos diez años, “ya yo era otra, había pasado por mí algo parecido a lo que Gertrudis experimentó cuando tuvo el amargo desliz de regresar a Cuba después de estar varios años en Miami. Así que de algún modo Gertrudis encarna ese malestar crónico del exiliado que, aun queriendo hasta las entrañas a su país (ese que no mancha ni una dictadura, pues se ancla en la nostalgia más pura), siente al mismo tiempo un rechazo hacia la letanía de ‘Ay, Cuba, cómo me dueles’”, precisó en este sentido.

El texto tuvo su primer borrador cuando Delgado se encontraba en España, como residente de la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores, entre 2013 y 2014.

Tras la primera presentación del libro, en noviembre pasado, Suburbano Ediciones apuntó: “El retorno a los orígenes y a los afectos del inmigrante. Este libro no es un viaje, es una experiencia sensorial que añora y repudia una Habana desdibujada por la nostalgia y la desesperanza”.

La escritora, nacida en La Habana en 1987, ha publicado Mariposas, Mi familia ideal y Necesidad de los cultos. Entre otros reconocimientos, fue finalista del VII Premio Internacional de Literatura Aura Estrada (México-EEUU, 2021), ganó el Premio Calendario de Teatro (Cuba, 2012) y el Premio David de Teatro (Cuba, 2009).




Los lectores que amaban a los perros

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Adquirir un libro escrito por Leonardo Padura es algo incierto para cientos de cubanos que siguen las pesquisas criminales de su personaje, el policía Mario Conde. Los seiscientos lectores que abarrotaron desde temprano la sala Nicolás Guillén y sus alrededores, en San Carlos de La Cabaña, así lo confirman.

Pero esta vez el libro no trataba de un buscador de asesinos o corruptos, dentro del ciclo de novelas Las cuatro estaciones, escritas por Padura entre 1990 y 1997, y que integran Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño. Tampoco del que anduvo detrás de La cola de la serpiente para descubrir un crimen cometido en un cuartucho del Barrio Chino de La Habana; o de quién enterró un cuerpo en Finca Vigía, mientras Ernest retozaba con Ava Gardner, en la novela Adiós, Hemingway.

En esta ocasión los lectores no buscaban un crimen de ficción, sino el asesinato cometido por Ramón Mercader contra Lev Dayidovich Bronstein, más conocido por Trotski; crimen ordenado por José Stalin.

Sin embargo, la novela El hombre que amaba a los perros, no llegó al lector. Al menos a la mayoría. De alrededor de 600 personas con turnos para la adquisición del libro, sólo unos 100 pudieron comprarlo. Muchos piensan que los organizadores de la feria y la policía política consideraron exagerada la avidez de los cubanos por leer esta nueva propuesta literaria de Padura.

Las peripecias de un crimen político por el que el autor recibió la Orden Lenin y el Título de Héroe de la Unión Soviética, aún no son aptas para quienes hasta ayer escuchaban los cantos a Stalin: Stalin, capitán, / a quien Changó proteja, / y a quien resguarde Ochún.

Y aún menos si la novela narra las vivencias en Cuba de Ramón Mercader, quien después de cumplir 20 años de prisión por el asesinato de Troski, residió en la Isla hasta el día de su muerte.

La historiografía literaria cubana es selectiva. Y los temas tabúes se ventilan en el exterior. Por eso la obra de Padura es imposible de encontrar en las librerías del país. Ni aún en moneda convertible.

En cuanto a El hombre que amaba los perros, algunos señalan las limitaciones impuestas por Tusquets Editores, que publicó en 2009 la primera edición. Mientras para otros, “la suerte de metáfora de la relación difícil entre el escritor y el poder”, que marca la obra de Padura, es la causa de que sea poco difundida en la isla.

Nadie se explica cómo una de las obras más sólidas y leídas de la literatura contemporánea cubana, no esté al alcance del lector, ni siquiera en la Feria del Libro de La Habana.

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En el país de Maité Vera

LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – Luego de la tormenta de moralina y asquitos que provocaron los chicos malos, la pareja de lesbianas y la cándida jinetera y su madre y hermanos desalmados de la telenovela Aquí estamos, muchos temimos la inminente reposición de El viejo espigón, aquel  clásico del realismo socialista televisivo de finales de los años 70 que hubiera hecho babear de felicidad a Hugo Chávez, ahora que clama por las telenovelas socialistas para los venezolanos.

Resulta que no andábamos mal encaminados, porque justo cuando parecía que las telenovelas nacionales empezaban a parecerse un poco a la vida de los cubanos, Maité Vera ha vuelto por sus fueros. Sólo que ya sus tramas no tratan de amores en medio de la explotación capitalista, la clandestinidad y las luchas sindicales. Las tramas y sub-tramas de Añorado encuentro, la telenovela nacional de turno, tienen que ver con amores contrariados en la Cuba de hoy, donde se asume que todos son razonablemente felices y revolucionarios, o al menos, conformes y obedientes.

Maité Vera pertenece a la generación de escritores de la televisión cubana que en los años 60 y 70, tratando de reorientar el legado estético e ideológico de las telenovelas por los caminos de la revolución, milicianos, macheteros y vanguardias de la emulación mediante, perdieron el oficio y la perspectiva.

La veterana escritora de culebrones ha intentado adaptarse a los tiempos de post-revolución que corren, aunque sin renunciar del todo a las moralejas del realismo socialista. En definitiva, el principio de las telenovelas, antes y ahora, aquí o allá, es el reconocimiento y el triunfo público de la virtud.

Pero Añorado encuentro no parece desarrollarse en Cuba, sino en un país imaginario (¿el mismo del Noticiero de Televisión?).  Un proyecto cultural comunitario funciona a las mil maravillas en un barrio capitalino limpio y tranquilo, donde la principal preocupación de sus pobladores es bailar danzón, los ancianos, y competir en una rueda de casino los jóvenes. Los que van a la cárcel se reintegran a la sociedad sin problema alguno. Los basureros, que son los galanes, ganan suficiente dinero como para vestir a la moda, viajar en almendrones de alquiler y mantenerse en forma en el gimnasio. Y lo  mejor de todo: un escultor y un artesano están permanentemente conectados en sus casas a Internet y chatean cada vez que lo desean.

Ni siquiera existen los permisos del Ministerio del Interior para las salidas o entradas del país. Noris, la protagonista, luego de una adolescencia difícil en Dinamarca, adonde se la llevó su madre de pequeña, viene a Cuba de visita, se convierte en una muchacha modosita, curada de sus traumas, dechado de virtudes, se readapta enseguida a su vida anterior y tras reencontrarse con el novio de la infancia, decide quedarse aquí y lo hace sin ninguna dificultad.

¿No les parece todo demasiado idílico? ¿Dónde vivirá Maité Vera? Pregunto sólo por curiosidad. No me interesa permutar. Supongo que una vida tan perfecta sea demasiado aburrida. Hasta para verla por la televisión.

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