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¿Partido para qué?

LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – La injerencia del Partido Comunista de Cuba en todas las esferas de la vida nacional impide que el capital humano existente en la isla pueda desarrollar sus potencialidades. La última cifra oficial de militantes alcanza los 700 mil, el 6,36 % de la población, de más de 11 millones. A pesar de ser minoría, la Constitución y las prácticas sociales le atribuyen al partido de los comunistas “el papel rector de la sociedad”.

Esto hace que las leyes, su interpretación, los dirigentes y funcionarios de las instituciones, y hasta la elección de los gobernantes a todos los niveles, estén determinados por el criterio de la minoría que detenta el poder.

La exclusión de los no incondicionales al partido como candidatos en las elecciones del denominado Poder Popular, provoca la eliminación a priori de los realmente más capaces y con vocación de servicio público. Aun los elegidos que reúnan esas cualidades y posean vocación de servicio, y que pretendan de veras actuar a favor de los electores, estarán siempre maniatados por las decisiones partidistas.

Todos los dirigentes y funcionarios están limitados en sus facultades naturales por directrices del partido que, en casi todas las ocasiones, están por encima de los criterios técnicos y profesionales.

Botones de muestra de esto último son los sectores de la educación y la salud. El establecimiento de los médicos de familia (al borde de la desaparición), se hizo por decisión de Fidel Castro. El desmoronamiento actual del sistema de salud nacional causado por el envío de médicos y técnicos al exterior, se debió a una decisión política.

La disfuncionalidad del sistema de educación, sus objetivos, diseño, programas y directrices, llevan el cuño del partido de los intereses del partido, por encima de los criterios de los pedagogos más capaces que, en los últimos años sobre todo, se han marchado del país.

Un ejemplo de cómo el culto al partido prevalece sobre cualquier otro criterio tuvo lugar a mediados de la década de los noventa. La primera secretaria de la organización en Pinar del Rio, visitó el antiguo central Pablo de la Torriente Brau. Días antes de esa visita las lluvias inundaron los sótanos de la fábrica de azúcar. A pesar de ser advertido del riesgo, el director de la empresa ordenó la puesta en marcha de la fábrica para alardear ante la dirigente de la eficiencia en la recuperación después de las lluvias, lo que trajo como consecuencia que se quemaran los viejos motores eléctricos.

La omnipotencia partidista es una de las fallas de origen del sistema.

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