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La Bodeguita del Medio: el rincón más universal de Cuba

Fachada de La Bodeguita del Medio

MIAMI, Estados Unidos. — En el año 1942, un comerciante llamado Ángel Martínez compró una pequeña bodega en la calle Empedrado, de la Habana Vieja, que tenía por nombre “La Complaciente”. El nuevo propietario la rebautizó como Casa Martínez y en ella se dedicó a la venta de productos típicos cubanos. De vez en cuando se ofrecían cenas a los clientes habituales y, paulatinamente, se fue creando una tradición social y gastronómica que contribuyó a que el local ganara fama.

En las comidas ocasionales, donde además de clientes y algunos invitados participaban la familia y el personal de Casa Martínez, no faltaban el arroz congrí, las masas de cerdo fritas o asadas, las mariquitas de plátano o los tostones. El banquete era acompañado por un nuevo cóctel que hacía las delicias de los comensales: el mojito, una mezcla de ron cubano, yerbabuena, azúcar, limón y soda.

Era tan sabrosa la comida criolla, que el número de clientes cubanos y extranjeros se incrementó notablemente. El sello definitivo le fue conferido por Silvia Torres “La China”, una experta cocinera que puso su arte culinario al servicio del negocio.

El primer gran promotor del local fue el editor Félix Ayón, quien solía invitar a sus amigos a comer en lo que familiarmente llamaban “bodeguita del medio”, así distinguida porque los establecimientos de su tipo solían ubicarse en las esquinas; mientras que el próspero negocio de Ángel Martínez se encontraba a mediación de cuadra.

El 26 de abril de 1950, convertida ya en el epicentro de la vida cultural de la Habana Vieja, La Bodeguita del Medio quedó oficialmente inaugurada con su nuevo nombre. Desde entonces, una larga lista de personalidades ha cenado bajo su techo colonial, entre sus paredes cubiertas de cuadros, objetos raros y las firmas de quienes deseaban dejar su huella en tan emblemático lugar.

Por allí pasaron Sofía Loren, Nat King Cole, Brigitte Bardot, Marlene Dietrich, Errol Flynn, María Félix, Jorge Negrete, Ernest Hemingway, Mario Moreno (Cantinflas) y una pléyade que sería imposible enumerar.

Con el advenimiento de la dictadura de Fidel Castro, el negocio fue confiscado y cerrado. Sus paredes fueron pintadas, con lo cual se perdieron las firmas originales de tantas estrellas que lo habían visitado antes de 1959.

Varios años después La Bodeguita reabrió, pero sin el toque cosmopolita de antaño. Gracias a fotografías recuperadas fue posible reconstruir el ambiente de la época y atraer a millones de personas que rescataron la tradición de dejar su firma en uno de los lugares más bohemios y concurridos de la capital cubana.




Nueva estafa a turistas en La Bodeguita del Medio

Fachada de La Bodeguita del Medio

Fachada de La Bodeguita del Medio
Fachada de La Bodeguita del Medio (Foto de la autora)

LA HABANA, Cuba. – La necesidad es la madre de la inventiva, y también de numerosos expedientes deshonestos que aplican las personas para sortear la escasez o simplemente lucrar. En algunos casos la falta de escrúpulos no puede justificarse con el agravamiento de la crisis social y económica; pero sí con la pérdida absoluta de valores que desde hace década devora a los cubanos.

El blanco favorito de las estafas son los visitantes extranjeros, que llegan a la Isla con una exagerada visión de la hospitalidad y calidez de los criollos; así como de los incontables proyectos comunitarios para mejorar el bienestar de los ciudadanos y democratizar el acceso a la cultura y la educación. No son pocos los que caen redondos ante la sensiblería ensayada de los pillos, y además de perder su dinero, regresan a sus respectivos países convencidos de que a cambio de una cifra irrisoria les permitieron apoyar una iniciativa noble y humana.

Entre los fraudes de moda, ha cobrado auge la venta a los turistas del derecho a firmar en las paredes aledañas a La Bodeguita del Medio, emblemático restaurante de la Habana Vieja en cuyos muros no cabe un garabato más. Lo que solía ser una expresión gratuita y espontánea para celebrar las tradiciones cubanas, ahora tiene precio y ha rebasado por completo los límites del concurrido establecimiento, cubriendo las paredes de domicilios particulares y la fachada lateral del Centro de Arte Contemporáneo “Wifredo Lam”, remozada y pintada hace pocos meses, con motivo de la 13 Bienal de La Habana.

Delante de La Bodeguita, varios adolescentes se acercan a los extranjeros con un marcador o plumón en su mano, y los convidan a firmar a cambio de 1 CUC que supuestamente será destinado a la compra de libretas y lápices para los niños de la Habana Vieja. Muy metidos en su rol de gestores comunitarios, emplean la jerga del oficialismo y hasta del propio Eusebio Leal -salvando las diferencias abismales- para conmover a los incautos, que como bono adicional ganan el permiso de escribir donde mejor les parezca.

Hace apenas dos días una trabajadora del Centro de Arte Contemporáneo sorprendió a un turista trepado a una de las contraventanas del inmueble, con el objetivo de colocar su firma más alta que las demás. Con respeto, pero enérgicamente, le dijo que eso no estaba permitido, y que las firmas se hacían en los muros de La Bodeguita. El sujeto se bajó, pero en vez de retirarse, subió a otra contraventana alejada de la vista de la empleada, y escribió lo que quiso.

Todo ello ocurre ante los ojos de la policía y los agentes de la Seguridad del Estado que laboran en La Bodeguita. Ninguno se pronuncia contra esta nueva forma de acoso al turismo, que además incentiva en los adolescentes el hábito de engañar para ganar dinero. Algunos adultos, de hecho, se prestan a lo mismo, porque la firma para ayudar a los “pobres niños cubanos” recauda mucho más que la venta del diario Granma o el oficio  de personaje exótico -grotesco, en realidad- que busca posar en fotos cada vez menos solicitadas por los turistas.

También las nuevas generaciones han aprendido a manipular la opinión internacional mediante la lástima, un saber adquirido gracias al gobierno revolucionario, que no ha hecho otra cosa durante sesenta años. A esos muchachos no les tiembla la voz ni la mano para mentirle a los extranjeros y recibir el producto de su estafa. Con total libertad les aseguran que pueden firmar donde les dé la gana, porque saben que desde hace mucho tiempo los dueños de viviendas y negocios circundantes renunciaron a vivir con la brocha en la mano.

El colmo de esta práctica vergonzante, que contribuye a cimentar en los jóvenes el rechazo hacia el trabajo honesto, es que si algún turista indaga por qué los niños de la Habana Vieja no tienen lápices ni libretas, los bribones replican automáticamente: “es culpa del Bloqueo”. Con esta frase tal vez garantizan la no interferencia de policías y segurosos en su gestión; pues el objetivo común, lo único que verdaderamente importa, es mantener la imagen de Cuba como víctima de los Estados Unidos. El resto, son daños colaterales.