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Cada día peor, pero seguimos aguantando         

LA HABANA, Cuba -Decir que en Cuba la situación  se pone cada día  peor  es   un lugar común,  pues  aunque    cierto,  la cosa no  pasa   del  berrinche  y  la catarsis,  luego  la gente se aprieta   el cinto,  “inventa”  con  mayor denuedo  y  vence el día.

Para algunos   aparece   el  ¨salve¨de  la remesa  extranjera,  otros  aciertan  un número en la bolita,  o  venden  algo,  que  los ayuda a  terminar  con  éxito la jornada.  De esta forma,     las   leyes  aplicadas por el gobierno para atenazar  más a la gente  se reacomodan  y se integran, y la carreta  continúa  adelante.

La  última  ley  aprobada por la Asamblea Nacional, para delimitar todavía  más los contornos  permisibles de los  ciudadanos,  fue la limitación de peso  para los  pasajeros, implementada por la Aduana Nacional de la República,   con la intención de eliminar  las mulas, que ponen en  peligro el comercio socialista, una ley donde pagan justos por pecadores.

También recientemente  se han aprobado otras leyes, como la  de inversión extranjera, abierta para todos menos para los  cubanos, y  se han  dictado  reajustes  y retrocesos en el trabajo por cuenta propia,   arreciando  contra  un  millón y medio de  pequeño negocios,  un tipo de  comercio  que había sido expropiado en Cuba en 1966, por  la ¨Ofensiva revolucionaria¨,  pensando   construir de esa manera el socialismo,  rescatado  nuevamente hoy   en   timbiriches y carretillas.

Pero en los últimos días se nota un recrudecimiento de la crisis, sobre todo en los barrios de la Cuba profunda, bajo  el calor sofocante  de este  verano de 2014,  que según datos del Instituto de Meteorología   ha roto récord  histórico en  varios  municipios,  la gente explota con una facilidad increíble, discute, se exalta, aguijoneados por los altos precios,  la falta de dinero, de sentido de vida, de perspectivas…

anciano
Anciano vendiendo maní en una esquina de La Habana

Recientemente, en una  calle del barrio  Romerillo,  un anciano que llevaba a rastras un carricoche donde transportaba el balón de gas vacío, rumbo al punto de recambio, vio como se le viraba el carricoche por los baches y se volcaba la balita. De repente el anciano la emprendió  en injurias contra los baches de la calle,  y  contra el gobierno que no los arregla,  luego alzó el carricoche,  lo  estrelló contra el  piso  y  lo metió dentro de un contenedor de basura. Continuó la marcha maldiciendo,  con la balita a cuesta.

A una cuadra, en la cola de una carretilla que expendía productos del  agro, una mujer a la que apodan Masita,  perdió los estribos porque el carretillero atendió primero a una mujer, por fuera de la cola. Masita se explayó  largamente a viva voz  contra el abuso de los precios  de los productos, y  la falta de confianza en las pesas,  donde según denunció,  ¨se roba a las dos manos¨. No quiso comprar  y   cuando se marchó,  el carretillero confesó  sin pena alguna  que  era verdad, aceleraban con químicos la maduración de los productos,  robaban en las pesas, en el cambio, en el precio,   pero no lo llamó  robar, sino ¨multar¨. Dijo  que después que raspaba el dinero para sus dos cajitas de ron Planchao,  todo lo  demás que hacía  era  ganancia.

Pudiera  mencionar infinidad de ejemplos de descontento y malestar de  la población,  que veo continuamente en los barrios del municipio Playa,  pero se volvería interminable el  reportaje. En el último minuto  se constató, que  para muchos ciudadanos  los nuevos billetes de 20, cincuenta y cien pesos, que saldrán a la luz próximamente, constituyen  el primer signo real de la inminente  unificación de la moneda tantas veces anunciada.   Ansiosos por saber conque nueva carta se aparecerá el gobierno,  se  rascaban  la cabeza, murmuran,   sacaban  cuentas.

La gente en Cuba protesta,   se encabrita,   algunos encuentran válvulas de escape que aligeran la presión en la caldera, como lanzarse al mar, tirarse de un puente o ahogarse en una botella de alcohol, pero la masa en general  se levanta y sale a  la calle, a  sufrir,  y a inventar, y a  vencer el día.  Nada más.




El mismo perro

LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – La pequeña iniciativa económica privada experimenta un auge en la capital; aparecen los primeros carteles promocionales, de gran formato, en las fachadas de los inmuebles; es evidente cierto grado de permisividad por parte de las autoridades. Sin embargo muchos ciudadanos dudan que la actual apertura se mantenga a ritmo creciente, después de la celebración del VI Congreso del Partido Comunista (PCC), en la segunda quincena de abril.

Los cubanos, a los que no les faltan las ganas y el conocimiento, confiesan que están marcados por la misma rutina de tantos años.  Desde su llegada al poder, en 1959, cíclicamente el régimen ha formulado maratónicos planes e iniciativas que siempre terminaron en fracasos: reformas agrarias y de vivienda; zafras azucareras, planes agropecuarios, por mencionar algunos.

Para el pueblo la incógnita principal es hasta qué punto los dirigentes están dispuestos a ceder parte del poder totalitario que han ostentado por más de medio siglo; ya que está demostrado que la independencia económica, tarde o temprano, conduce al individuo a la libertad política.

Esta oleada de nuevos negocios particulares no ha surgido de forma natural; como respuesta a la demanda del mercado, o a la posibilidad de crear dicha demanda. Hasta el concepto de propiedad privada, y el consiguiente  respeto a la misma, están aún por definir.

No existe una verdadera competencia empresarial que decante los negocios viables de los condenados al fracaso; por el momento al menos, todo es forzado o disparatado.

En una misma manzana se pueden encontrar cuarenta casas que alquilen cuartos a turistas extranjeros, siete cafeterías, tres vendedores de discos y dos cerrajeros, lo que pone en serio peligro la supervivencia de estos negocios. Por otro lado, están los nuevos impuestos y mayores costos de las licencias, que han hecho que personas que habían mantenido sus negocios desde los años 90, hayan tenido que cerrarlos.

Al caos y las lagunas legales, se le suma el descontento que se está generando entre la población, por el desabastecimiento provocado por la nueva demanda de suministros creada por los nuevos negocios, debido a la ausencia de un mercado mayorista en el que puedan abastecerse, y a que estos nuevos negociantes no tienen acceso al comercio exterior, ni a créditos bancarios.




Calambre, un mal con su remedio

LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -Mientras Silvio Rodríguez incurre otra vez en el ridículo, usando su privilegiada conexión para exigirle a Obama Internet gratuita para el tercer mundo; y mientras Fidel Castro alucina, a su siniestra manera, de cara al aluvión de rebeldía popular que está arrasando con las dictaduras en el mundo árabe; la gente de a pie en La Habana se limita a sonreír por lo bajito, a la espera de su día. Y entre col y col, hace mofa estrenando un nuevo nombrete para el régimen.

“Calambre”, le llaman ahora, porque el único bien que puede hacer es quitarse, desaparecer, para que con él desaparezcan los temblores que impone a sus sufrientes.

A primera vista, parecería que nada ha cambiado en Cuba. Los caciques levitando y el pueblo en vilo, al tiempo que del Morro hacia fuera la civilización sigue su curso.

Pero tal vez pequen de ingenuidad política y (aun peor) de estulticia ante la historia, quienes creen que la onda expansiva de la globalización no nos alcanzará.

Por más que nos dificulten el acceso a Facebook y, en general, a todos los medios de comunicación; por mucho que nos asusten, aíslen y desinformen, la apuesta está hecha, para ellos y nosotros. Por un sencillísimo motivo: el progreso es un tren que suele parar y demorarse en alguna que otra estación, pero cuando arranca de nuevo, no hay quién lo pare. Pues va con Dios al volante.

Algo se mueve hoy en el interior de los cubanos, como nunca antes a lo largo de cincuenta años. Y para comprender lo qué es, no hace falta siquiera que salgan a gritarlo a la calle. Basta con ejercer nuestra ya vieja ocupación de leer entre líneas.

Ahora mismo, el pintoresco destape del agente Emilio, alias Carlos Serpa, personaje de San Nicolás del Peladero donde los haya, está mostrando, como nunca, un abismo entre lo que piensa la gente y lo que la televisión oficial dice que piensa.

Incluso, ya no son únicamente los jóvenes quienes se burlan con desdén del pretendido heroísmo de esos arlequines de cuerda como el agente Emilio, o como el agente Vladimir. Hasta los más viejos -que no en balde han estado renovando oxígeno en sus viajes al exterior para reencontrarse con hijos y nietos- demuestran percibir fácilmente la impostura, aplicándole sentencia guasona.

Por cierto, justamente en boca de un anciano acabo de escuchar una valoración de insuperable certeza acerca de “Los peones del Imperio”, el último capítulo de la serie televisiva Las razones de Cuba. Dijo el anciano que se divirtió con su emisión, porque le parecía estar viendo una película de El Gordo y el Flaco.

Santa palabra. Los agentes Emilio y Vladimir parecen haber sido seleccionados en un paciente casting para reencarnar a esos famosos cómicos, Stan Laurel y Oliver Hardy.

Cualquiera diría que al régimen se les han agotado los pies de cría para engendrar héroes. Porque cada vez que sacan uno nuevo, es menos creíble. ¿No será otra prueba, también entre líneas, de que en el propio mal radica su remedio?.

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Nada de subvenciones y gratuidades

LA HABANA, Cuba, diciembre ( 173.203.82.38) – El reciente discurso de Raúl Castro, lejos de aclarar dudas, sembró más confusión y preocupación en la población. Los cubanos temen que quiten la libreta de abastecimiento, que según el General es confundida “con un logro social que no debiera suprimirse”.

La cuota subsidiada, que en el último año se vio notablemente reducida, contribuye a la alimentación de la mayoría de la ciudadanía, una parte del mes. Desde principios de este año, el Estado liberó la venta de parte de los productos normados, con el objetivo de gradualmente extinguir la libreta de abastecimiento. Así sucedió con la papa, los chicharos y los cigarros.

Lo temores del pueblo no son infundados.  La medida perjudica principalmente a las personas de la tercera edad, mucha gente si se tiene en cuenta que la cubana es  una población notablemente envejecida. En los portales y esquinas de la ciudad, se ve a los jubilados vendiendo algunos de los productos que adquieren a través de la libreta de racionamiento como parte de la cuota subvencionada, como la pasta de dientes, los cigarros y el café, los fósforos, jabón de baño y de lavar y las pastas alimenticias

La mayoría se pregunta si “Papá Estado” será capaz de mantener abastecidos los mercados según la demanda. Otra de las mayores inquietudes es el precio al que el Estado nos venderá los productos liberados, que coincidirá con los que tienen en el mercado negro. ¿Podrá un pueblo de trabajadores que reciben salarios de 10 o 20 dólares mensuales adquirirlos, o tendrán los cubanos que robar aún más?

Las preocupaciones aumentan, mientras más grande es la familia. Josefa, mi vecina, tiene 48 años y es ama de casa. Nació dentro de la revolución y su sistema de racionamiento. Su esposo es custodio, y su sueldo es el único que entra en la casa para mantener a tres hijas menores. No se imagina cómo va alimentarlas sin la cuota de productos subsidiados de la libreta de racionamiento.

Joaquín, un anciano de 73, en pleno debate sobre el asunto en la carnicería, mientras espera su turno para comprar picadillo de soya, pregunta: “Con los 200 pesos mensuales que me pagan de pensión, después de pagar la electricidad y el crédito de los equipos de la revolución energética, ¿cuantas libras de pollo podré comprar, si lo venden a 23 pesos la libra?

La liberalización de los productos normados hace felices a muy pocos. Nadie cree que se acabe la escasez, que ha acompañado a la revolución desde sus inicios. Como sea, ya está dicho, la suerte está echada y el “renovado” socialismo cubano nada tiene que ver con “subvenciones y gratuidades”.