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La nueva Constitución no se ocupa del racismo en Cuba

Norberto Mesa Carbonell

Norberto Mesa Carbonell
Norberto Mesa Carbonell (Foto de la autora)

LA HABANA, Cuba. – “El tema racial tiene una significación muy grande a la hora de concretar el proyecto de nación y tiene mucha importancia desde el punto de vista político para la identidad nacional”, afirma Norberto Mesa Carbonell, fundador de la organización de la sociedad civil independiente Cofradía de la Negritud; sin embargo, el asunto ni siquiera se mencionó en las miles de discusiones que hubo recientemente alrededor de la nueva Constitución.

Según Mesa Carbonell, esas son las consecuencias de “echar todo en un mismo saco” y considerar que el tema de la racialidad en Cuba necesariamente está ligado a la religiosidad y no a los niveles de pobreza tan altos que hay entre la población o a la omisión de episodios de la historia de Cuba donde los protagonistas fueron hombres y mujeres negras.

“Cuando vas a analizar el proceso de las guerras de independencia que aquí dicen que empezó en el 68, dejan atrás la conspiración de Aponte, la conspiración de la Escalera o los mineros del cobre que en 1730 le ganaron la bronca a España y tuvieron que darles la libertad. Sin embargo, le pusieron operación Carlota a lo de Angola por un problema de conveniencia política, explica.

Para Mesa Carbonell, el olvido que hay con respecto a la población negra en Cuba responde a una cuestión política. “Por el problema con la Cofradía -se refiere al acoso, al encarcelamiento y la suspensión de las actividades de su organización- nos dimos cuenta de que el activismo social no es suficiente. Si se quiere enfrentar el problema de la discriminación racial tienes que meterte en el campo del activismo político porque estás enfrentando la posición del Estado, que no reconoce el problema. Y ante una determinación política no se puede estar pensando solo en la cultura”.

Aun cuando el censo poblacional del 2012 haya arrojado que solo el 9.3 por ciento de la población es de piel negra, para Mesa Carbonell “el 85% de la población que vive en casitas construidas con lo que encuentran, es negra” y se refiere a los llamados “llega y pon” que construyen los migrantes que llegan a la capital en busca de una mejor vida. “Los pocos blancos que hay son gente de la seguridad u oficiales del Ministerio del Interior que han logrado traer los recursos y ves los camiones del MININT que entran cargados y hacen buenas casas. El resto son hogares sin letrina, sin fosa. De eso está rodeada La Habana. Y cuando ves las imágenes te preguntas, ¿eso es en Cuba?”.

Mesa Carbonell está seguro que el “establishment” es quien tiene que invertir en estas comunidades y los activistas los encargados de recordarles y exigirles que lo hagan.

“El mismo activismo por los derechos humanos ha ido logrando que los cubanos tengan derecho a establecerse en cualquier lugar de la Isla”, dice el activista, quien indica que unos años atrás les hubieran metido bulldozer para eliminarlas de raíz.

“Una de las cosas a las que ellos le han dado mucho impulso – y se refiere al gobierno- es que en la Constitución se han considerado los instrumentos internacionales de derechos humanos que hay, pero, ¿cómo es posible entonces que Cuba no haya ratificado los pactos de los derechos políticos y civiles, ni de los derechos culturales y económicos cuando ya hace 10 años que los firmó? Entonces, ¿qué garantías tenemos nosotros de que las autoridades cubanas respeten la letra de la Constitución si no ha ratificado los pactos?”

Para el activista esta es una señal inequívoca que el documento seguirá siendo letra muerta y de que seguirán prohibiendo las reuniones de la Cofradía, como sucede con tantas otras organizaciones. “Seguirán yendo a tu casa a meterte para el calabozo sin darte explicación ninguna”, agrega.

“Con respecto a la población negra o afrodescendiente es lo mismo que estaba en la del 76”, la única línea dedicada al tema en la nueva Constitución es “lo de no permitir que haya discriminación, pero habría que forzarlos a que digan, esto está, pero se va a hacer una ley contra la discriminación racial que es lo que no existe en Cuba”, y recuerda cómo desde la constitución del 40 es una deuda pendiente que se tiene con este segmento de la población.

“Afuera tienen a Cuba como la campeona de la lucha contra la discriminación racial porque estuvo en Angola o porque peleó contra los sudafricanos, pero aquí adentro es distinto”, dice Carbonell, quien recomienda ver la intervención de la delegación de la Isla en Ginebra ante relatores del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, realizada los días 15 y 16 de septiembre del 2018. “Hicieron un papelazo, de esa derrota no hablaron ni la pusieron en la televisión”, dice.

El principal desafío en la lucha contra la discriminación racial en la Isla es “la actitud que tiene el gobierno de no permitir ni apoyar ese debate y entonces dicen que en Cuba no hay racismo estructural y no hacen políticas públicas dirigidas a resolver el problema de la discriminación racial, de la desigualdad y ni siquiera lo reconocen, como no reconocen que en Cuba hay afrodescendiente porque, según ellos, en Cuba solo hay una composición étnica”.

“¿Quién sabe en Cuba que estamos en el quinto año del Decenio Internacional de la Afrodescendencia?” Aunque el Estado lo niegue, “Cuba padece el racismo estructural e institucional como todos los países que vienen del esclavismo”, explica Mesa Carbonell. En este caso, la diferencia radica en que en los demás no se criminaliza abiertamente a la sociedad civil que se encarga del tema, que se reconocen los estudios académicos y se tienen en cuenta, y que se trazan políticas públicas que, acertadas o no, existen.