LA HABANA, Cuba. — Cada vez que escucho el nombre de Nancy Morejón me sobresalto. Escuchar su nombre es siempre el signo de un mal augurio. Nancy es el peor presagio. Nancy Morejón me hace cotejar el desinterés y la vagancia. Pareciera que con tanta displicencia quiere hacernos creer que lo tiene todo resuelto, que ya pasó por todo y anda de vuelta.
De Nancy Morejón se dicen muchas cosas. De ella se comentan cosas que no pueden ser dichas sin recato y por eso se tornan impublicables. Nancy Morejón es lo grosero, lo irresponsable, pero lo que más se comenta de ella es su vagancia, su irresponsabilidad con esas cosas con las que antes se responsabilizara.
De ella se habla mucho, sobre todo de lo que va más allá de su poesía; sin embargo, lo más señalado, de entre todo cuanto se dice, es su holgazanería, la irresponsabilidad con la que asume, y en apariencias de muy buena gana, su vagancia. Nancy Morejón es una haragana que asume “vagamente” sus responsabilidades.
Su vagancia es exorbitante, tan tremenda que hasta incluye cosas que solo son de su incumbencia y que le dan de comer. La mayoría de esas cosas que se dicen de Nancy Morejón pueden ser comprobadas sin hacer esfuerzos, pero por encima de todas las cosas lo más fácil de comprobar es, insisto, su vagancia.
Y tanto es así que hasta pareciera que José Antonio Saco escribió La vagancia en Cuba pensando en Nancy Morejón y en el desinterés que dedica a su “pincha” esa señora. Nancy Morejón es el ser menos interesado en el trabajo de entre todos los vagos que conocemos en la historia del mundo.
Nancy Morejón odia trabajar, sobre todo cuando el trabajo va más allá de perpetrar poemas. Y aun así le pagan, a pesar de sus infinitas triquiñuelas. Uno de los trabajos que le pagan a Nancy Morejón es el de dirigir revistas, pero si supiera el lector todo lo que hace cuando “dirige” revistas se quedaría pasmado, así que póngase fuerte, y atienda a lo que escribo. Nancy Morejón recibe cada mes su salario por dirigir revistas, como Unión, pero no trabaja.
Ernesto Pérez Chang, escritor y periodista de CubaNet, podría dar fe de ello. Ernesto Pérez Chang fue alguna vez jefe de redacción de la revista Unión bajo el mandato de Nancy, pero sin la supervisión de Nancy. Ella, la etérea Nancy, no estaba pa’ eso de revisar planas y mucho menos contenido, pero “se comió el millo”.
De esa época recuerdo aquel tremendo escándalo en el que ella ocupó el espacio más central, pero su culpa, sus responsabilidades, fueron miradas de forma tangencial, tan tangencialmente que la culpa fue a parar a lomo de otros. Jesús David Curbelo entregó a la revista una traducción de los “Sonetos lujuriosos” de Pietro Aretino, procaces, subiditos de tono, casi pornográficos, toda una joyita de la poesía erótica.
Nancy ni le pasó la vista, porque, según diría luego, confiaba en el editor, pero se armó un tibiritabara de grandes proporciones, tanto que hasta retiraron ese número de la circulación y la culpa fue a parar a Pérez Chang, a quien sacaron de la jefatura de redacción de la revista y Nancy siguió allí, con las prerrogativas de siempre.
Y no pasó mucho tiempo para que llegara el otro descalabro de la poeta Morejón. Esta vez unos jóvenes talentosos y arriesgados, Carlos y Elizabeth, se ocuparon de la redacción y publicaron una entrevista a Vicente Echerri, un “profanador” del comunismo, y pasó lo mismo. Carlos y Elizabeth fueron a dar a Estados Unidos y Nancy permaneció, permanece aún, en ese puesto de dirección.
Y esa es la Nancy Morejón que acaba de ser “despojada”, así dicen en la Isla los comunistas, de la presidencia de honor del festival de poesía de París tras las protestas que encabezara Jacobo Machover. Nancy puede estar en el evento, pero no de presidenta. Ella puede estar allí como participante, pero a ella lo que se le da mejor es la jefatura, o más bien el figura’o. Nancy es, literalmente, una figura decorativa que, para mayor utilidad, puede hacer pronunciamientos en francés, en inglés y, of course, en español, y apoyar al régimen que la aúpa y le paga por ser vaga en todas esas lenguas. Su despojo me arrebata, me ilumina, aunque ahora tendremos que soportar su apostolado junto al del dúo Buena Fe.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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