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El mal gusto llega en paquetes semanales

Programa de Telemundo "La Voz Kids"_foto tomada de internet
Programa de Telemundo “La Voz Kids”_foto tomada de internet

LA HABANA, Cuba.- Para el primer vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel, las nuevas tecnologías permiten que las personas decidan individualmente qué consumir en términos de cultura, pero considera que es una falsa libertad porque el mercado y la publicidad les imponen un repertorio muy limitado, donde pocas veces los auténticos valores tienen cabida.

Por otro lado, Abel Prieto, ex ministro de Cultura, cree que hay un proyecto de reconquista cultural del mundo, y otros más específicos, de subversión contra Cuba. Cree también que prospera de una manera desenfrenada un culto a lo yanqui.

Para el funcionario, las nuevas tecnologías han sido portadoras de lo peor de esa cultura chatarra de la industria hegemónica del entretenimiento, entre ellas los programas Nuestra Belleza Latina y La Voz Kids, a los que se refirió como “mala cultura hispano-estadounidense”.

Si bien el actual asesor en temas culturales del presidente Raúl Castro alerta en no humillar a las personas que consumen dichos productos, no deja de dar a entender que se trata de un retroceso en los gustos de esas personas.

Paola Guanche, cubana, ganadora de la más reciente edición de La Voz Kids_foto tomada de internet
Paola Guanche, cubana, ganadora de la más reciente edición de La Voz Kids_foto tomada de internet

“Las instituciones somos responsables en una gran medida de que los gustos hayan retrocedido hasta ese punto. Tenemos que crear una producción cultural que sea realmente entretenida, atractiva, que tenga esas imágenes de alta calidad, que tenga gancho para la gente joven; pero sin vaciarla de sentido”, afirmó el funcionario en un artículo titulado “ Abel Prieto: Somos responsables de que los gustos culturales hayan retrocedido”, y publicado en el sitio digital Cubasí.

El funcionario no abunda en detalles sobre el origen del retroceso que menciona, no explica cómo o por qué se produjo. No hace alusión al hecho de que Cuba tuvo televisión comercial desde 1950, siendo –después de México y Brasil, que la tuvieron pocos meses antes- el tercer país de América Latina en lograrlo. Tampoco menciona que en 1959, cuando sus jefes tomaron el poder, la programación de la televisión cubana estaba entre las mejores del continente.

Tampoco ejemplifica Abel Prieto  con qué contenido piensan realizar esa producción cultural de factura nacional destinada a salvarnos del mal gusto, sin que medie siempre la política y las cansona peroratas revolucionarias, y que a la vez logre enganchar al pueblo como lo hacen esos programas carentes de sentido y de buen gusto, según él.

Alina Rodríguez compitió por Cuba en Nuestra Belleza Latina 2012_foto tomada de internet
Alina Rodríguez compitió por Cuba en Nuestra Belleza Latina 2012_foto tomada de internet

Esos programas extranjeros se han esparcido como pólvora, y han tenido más aceptación que la mayoría de los producidos por la televisión cubana.

Los cubanos esperan con impaciencia los seriales televisivos, las novelas, y los documentales, cuando cada semana se distribuyen los llamados “paquetes”, una versión clandestina y compacta de lo que se ve “allá afuera” semana a semana. Quien no puede comprar el paquete de la semana lo obtiene de un amigo o familiar.

Para el gobierno se trata de una “operación de colonización cultural a gran escala”. El principal instrumento de dominio imperialista –según ellos- no es militar sino cultural e informativo, puesto que ha logrado que en todo el mundo prevalezcan de manera aplastante los patrones de su industria del entretenimiento.

La globalización actual, la extrema cercanía y los estrechos lazos culturales y familiares que nos unen con ese imperio del entretenimiento –que prevalece no solo en Cuba, sino prácticamente en todo el planeta- les hace imposible a los gobernantes cubanos combatir “la invasión” e imponer, como quisieran, su modelo estatal único de “buen gusto”, a imagen y semejanza de su único partido.

Los tiempos han cambiado y, por mucho que quiera, el Estado ya no puede impedir que cada cual vea en su casa los programas que desee. Por el momento, parece encaminar sus esfuerzos contra las personas que distribuyen los famosos “paquetes semanales”, fuente principal por donde adquiere el cubano ese “mal gusto” audiovisual que tanto preocupa al señor Prieto.

 

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