LA HABANA, Cuba. – Después que el gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, lanzara a sus seguidores comunistas contra un pueblo desarmado, valiente y tan necesitado de todo (y también a la Policía, a las fuerzas de élite del MININT y del MINFAR) y ordenara la suspensión de internet con el fin de parar por ahora las manifestaciones contra el régimen, hizo un llamado, casi lloriqueando, para que el odio ―dijo― no se apropie del alma cubana.
Pues sí, señor, la situación es compleja, muy compleja, y además retadora. Si usted tuviera agallas convocaría a un plebiscito y sabría de una vez y por todas que el pueblo no quiere más comunismo.
Da pena cuando dice que es “retadora” la situación para el gobierno, al que exige capacidad para enfrentar la supuesta “difamación y campaña mediática” contra su régimen. ¿Capacidad, señor presidente? ¿Se refiere a los tanques y Boinas Negras equipadas con lo más moderno que se han dejado ver desde el 11 de julio reprimiendo a la población?
Con “bloqueo” y sin “bloqueo”, usted, que de bobo no tiene nada, sabe perfectamente que el pueblo ha vivido una cruel política que comenzó hace más de medio siglo con más de 6 000 cubanos fusilados, 15 000 prisioneros políticos con largos años de condena y una emigración forzada con miles de muertos en el mar, entre otros grandes males.
Da risa que usted apele para salvarse a los cinco candidatos vacunales cubanos, como si se tratara de un éxito real que le debemos a Fidel Castro. Y da pena que a estas alturas llame a las manifestaciones de los inconformes del pueblo “una participación anexionista” opuesta a la Revolución.
Eso es lo que más le duele a usted y a los suyos: que son opuestas a una Revolución fracasada que utiliza la fuerza bélica para imponerse. ¿Quiere más?
¿Realmente cree usted que se trata de “eslabones perdidos” que se deben de atender, cuando todo un pueblo sufre la misma situación, excepto la clase privilegiada de los dirigentes políticos, que reciben una ayuda especial de alimentos cada semana?
Inmerso en un laberinto por su cargo, usted habla de reeducar a las personas apresadas por manifestarse públicamente contra su régimen, como si los centros penitenciarios ―que conocemos bien― pudieran reeducar a alguien.
No, señor, se equivoca. Cuando salgan de prisión, regresarán a sus barrios vulnerables, a sus casas deterioradas a punto de caerse, al hambre, a las insatisfacciones, porque usted ya lo dijo: “No tenemos solución para los problemas”. ¿Quiso decir entonces que tanto el Partido como el Gobierno están de más en Cuba?
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