LA HABANA, Cuba. — Ya sabemos que la Convención Internacional Cuba Salud 2015, que se desarrolla esta semana en La Habana, no está concebida para mejorar la galopante crisis de los servicios médicos en la Isla, sino para continuar potenciando su exportación. Pero quizá tenemos suerte y por lo menos conduce a remediar algún problema elemental en nuestra maltrecha atención a la salud pública. Por ejemplo, la falta de guantes en los policlínicos y clínicas dentales, muchos de cuyos especialistas se gastan cada día sus jornadas laborales mirándose a las caras porque no tienen guantes con qué tocar a los pacientes.
Hablamos de muy simples guantes de material sintético, que ni son caros en el mercado internacional ni tampoco podría alegarse que nos faltan por culpa del bloqueo, ya que son vendidos regularmente en las tiendas shopping de La Habana.
El colmo es que en los centros estomatológicos se les prohíbe a los dentistas, por regulación oficial, usar guantes adquiridos por ellos mismos en el mercado estatal. Es lo dispuesto desde arriba, sencillamente, así que miles, cientos de miles de estomatólogos se levantan cada día conscientes de que no podrán tirar un chícharo realizando las labores para las que estudiaron durante años, mientras los pacientes desesperan y suplican en vano ante una única respuesta, que es siempre la misma: “lo sentimos mucho, pero no tenemos guantes”.
Desde luego que no es el único déficit que gravita sobre el escandalosamente deteriorado panorama de la salud pública en Cuba. Se trata sólo de uno entre cientos, más resonantes cuanto más fácil resultaría su solución. Ahora mismo, en el hospital provincial de Pinar del Río no hay bisturí para realizar intervenciones oftalmológicas. Y en el hospital de San Cristóbal, provincia de Artemisa, los pacientes con huesos fracturados deben comprar en la shopping y llevar por su cuenta papel sanitario para poner debajo de los yesos, en sustitución del material que es usado en tales casos, ya que brilla por su ausencia.
En fin, sería interminable el catálogo de las increíbles carencias e insuficiencias que sufre hoy en nuestra Isla todo el que intenta utilizar los servicios de salud. Estoy seguro de que cada colaborador y cada lector de Cubanet posee sus propios ejemplos para ilustrarlo. Y cada gente de Cuba, víctimas sin derecho a réplica.
Mientras, la exportación de servicios médicos aporta 700 millones de dólares anuales al gobierno, que obliga al personal sanitario a desatender la creciente demanda en nuestro país y les somete a un régimen de semi-esclavitud, mediante el cual deben aportar la mayor parte de lo que ganan (o debieran ganar) a planes estatales que no se revierten en la calidad de nuestra salud pública. Únicamente en el caso de Brasil, hacia donde se exportan los servicios de aproximadamente 11.400 especialistas de salud cubanos (contratados por un gobierno que las noticias del día califican de corrupto), está generando a nuestra dictadura ingresos anuales netos estimados en 404 millones de dólares.
¿Y adónde van a parar? Es una buena pregunta que jamás formularía algún miembro de las 50 delegaciones internacionales o alguno de los 40 ministros de sanidad que participan ahora mismo en la Convención Internacional Cuba Salud 2015.
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