LA HABANA, Cuba.- Félix Núñez Ibarra, recluido en la cárcel de Guamajal en Santa Clara, pasó varios días con la presión alta. En varias ocasiones insistió para que lo llevaran a la enfermería porque no lo abandonaban los zumbidos en los oídos ni el dolor de cabeza. Los guardias, molestos, le aseguraron que estaban hartos de acompañarlo en sus visitas al médico.
En la noche, cerca de la diez, se reparten los medicamentos, y Félix tragó los suyos, según lo indicado, y puso, como siempre, el captopril debajo de la lengua. Cerca y observando estaba el suboficial Genny Mejía, jefe de grupo, y sin que mediara pregunta ni advertencia se le acerca y le asestó un enorme bofetón que consiguió el tambaleo de todo el cuerpo del preso y también un gran golpe de su cabeza contra la pared.
Félix cayó al suelo sin conocimiento y los gendarmes dijeron que fingía, y volvieron a golpear el cuerpo desmadejado que, forzosamente, yacía en el suelo. El zarandeo le advirtió luego que estaba en una celda de castigo, y que la razón del escarmiento tenía que ver con el hecho de que el recluso “escondía sicofármacos que vendía luego a otros presos”.
A pesar del aturdimiento Félix intentó explicar, pero el suboficial se negó a escucharlo y ordenó que lo esposaran y lo condujeran al calabozo de castigo para “levantarle un acta” que lo encausaría por un nuevo delito que se agregaría a su condena. Félix explicó que estaban confundidos, pero los presos nunca tienen la razón. Los presos no valen nada, solo sirven para que los guardias ejerciten las artes marciales que aprenden, para que sobre ellos caigan los sádicos instintos de los guardias, como ese que cerró, al máximo, las esposas.
Según cuenta Félix el dolor era parecido al que provoca un golpe de corriente, y le hizo perder todas sus fuerzas, lo que aprovechó el guardia para volver a golpearlo y levantarlo por las esposas multiplicando el dolor, el que pareció ceder cuando le quitaron las esposas, aunque lo lanzaran contra el suelo. Así fue que durmió, llegando el amanecer.
En la mañana, cuando pasó el recuento, le preguntaron qué indisciplina había cometido; entonces, y casi ahogado con su propio llanto, explica que es hipertenso y tenía diagnosticado que el captopril fuera depositado debajo de la lengua. El oficial averiguó con el médico que lo acompañaba y dijo que era cierto. El suboficial Genny Mejía levantó los hombros y dijo que todo era muy sospechoso y que Félix no se explicó a tiempo.
Solo indicaron que lo llevaran de vuelta al destacamento. Lo hizo el mismo Genny, quien no abandonó su sonrisa sarcástica durante el tiempo que acompañó al preso en el recorrido desde la celda hasta el destacamento. Así viven los presos que desafían al Gobierno.