LA HABANA, Cuba. — El pasado noviembre, cuando faltaba apenas un mes antes para que se cumplieran los 56 años de su inauguración por Fulgencio Batista, el 25 de diciembre de 1958, al Cristo de Casablanca le volvió a caer un rayo.
Como siempre, le cayó en la cabeza. Y le volvió a arrancar un pedazo.
Es el cuarto rayo que fulmina la testa de la estatua. Ocurrió antes en 1961, 1962, y 1986, cuando no tenía pararrayos. Ahora ya lo tiene, se lo pusieron hace más de 20 años, pero de nada le valió para evadir el rayo. Y uno no puede evitar sentirse aprensivo e interpretar como muy mala señal del cielo tanto ensañamiento, en forma de descargas eléctricas, contra la estatua que hizo Jilma Madera.
Dicen que ha sido por tanto descreimiento y superchería, por las brujerías, la basura y la mierda al pie de la estatua, por la idolatría por un hombre que se creyó Dios, porque nos viramos de espalda a Dios durante mucho tiempo, hasta que nos convencimos que no podíamos vivir sin Él una vida que valiese la pena, pero entonces ya era demasiado tarde, y nos merecíamos todo lo que nos pasó y lo que nos falta por pasar.
Y Cristo, siempre presto a redimirnos, también a los habaneros, ¿por qué no?, pone la cabeza a los rayos que dispara su ofendido Padre.
Para aplacar las aprensiones y consolarnos de nuestra indefensión ante el cielo, aceptemos la explicación más prosaica de que el pararrayos, puesto por orden de Fidel Castro, no sirve. Como tantas otras cosas que hizo su régimen. ¿Demasiado categórico decir que casi todas?
¡Vaya consuelo la explicación del pararrayos! ¿Y qué hay de la mala suerte, el obbsobo, el ñeque, la salación de los habaneros?
La estatua sigue ahí, en la punta de la loma, dominando la bahía y la ciudad, cuál de las dos más sucia, con un trozo de cabeza de menos, a la espera de que un día, siquiera para que la vean los turistas extranjeros, se dignen a repararla. Cuando haya dinero y materiales. Si no lo roban. O lo desvían, como se dice en la jerga oficial.
Mientras, a la estatua, la versión habanera del Cristo del Corcovado, la han rodeado de rejas para protegerla de vándalos y energúmenos.
¡Siempre las rejas como solución!
¡Triste imagen esta de Cristo herido y tras los barrotes, erguido sobre una ciudad maravilla que se cae a pedazos! ¿Hace falta un símbolo más evidente?
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