CAIBARIÉN, Villa Clara.- Desde finales de agosto, debido al desliz neurasténico de un vocero “fundido” entre involucionarias orientaciones, la letra X ha pasado a ser algo más que un expediente místico: ha servido para deslindar a los que somos cubanos de quienes no lo ameritan con sus actitudes. Partamos de que jamás dejarán de serlo, aunque les interpongamos —relativizando al comisariado— montañas de obstáculos.
“La culpa —brama el vulgo— parte de los atletas desertores” que compitieron —y ganaron medallas— bajo pabellones extranjeros en los pasados JJ.OO. de Río. Pero lo dicho por el camarada-quirúrgico con acné, al calificarlos de “ex”, revela dicotómica división en “fieles e infieles” al dogma, y circunscribe obvias pertenencias al pedacito de suelo —o de cielo— en donde nacieron. Eso incluye a todos los autónomos que por ahí pululen ostentando seso propio.
Hay a diario en la red encontronazos y razias —a camisa quitada— entre redactores desatados y asalariados revisionistas históricos. Los primeros han pasado, apremiados por la vida, del introito lexical al exilio escritural, pero la estampida se multiplicó y se hizo incontenible cuando la UPEC (Unión de Periodistas y Escritores de Cuba) —reunida por decenios con poco abono y menos cosecha— condenó a sus afiliados a callarse en las publicitarias que no estuvieran debidamente tentaculadas al Sistema Gran Hermano: —Ojo, caquita, que te quito el carné… (Incluso, el pasaporte)—. Los segundos, ni despiertan ya atención.
Una persona innombrable, viceprimera del consorcio de escribanos, instigó nueva cruzada contra lo que ella (solvente, igual a la jovenzuela que sufragó su viaje a Panamá en plan vociferante) considera se trata de otra campaña de desacreditación y despelote letrado contra el régimen orquestada desde Washington, que busca desestabilizar a tan equilibrada nación, como antes lo consiguieron las primaveras árabes.
Pero ahora, usando caros recursos mediáticos, movilizando a un pueblo desmonetizado ¡a conectarse!—índice que frisa el 13%— y, a continuación, arrojarse en masa frente a los tanques rusos. La ilustrada conserje arremetió contra un cronista crédulo del interior, y en el desbarajuste la nota desapareció. Émula quizá de aquel zunzuneo que a casi nadie importunó.
Exeditores triunfantes (machucados), ganadores (perdedores) de premios nacionales (provincianos), y hasta exdirectores de revistas circunspectas (esas que pasan por ser voz de ONG: es decir, de cariz ingobernable) han debido romper de un plumazo con su pasado curricular y sumarse a la comitiva del “¿quién arroja la primera piedra?”, sacudiéndose la coprofagia.
Las nóminas laborales han dejado constancia del monto devengado por años de autocensurase, cifras que, apenas, causan pena. Lo mismo podrían ser sumas patrióticas —si el que financia es papá-estado—, o de alta traición —si lo hace un organismo extraño; ¿USAID, Grupo Prisa, NED, Colectivo De Tabaqueros Tampeños, Forbes, Letras Libres, Unknown Crowdfundings, Cubanos Por El Mundo, etc.?— Todos por antonomasia, “ex/ene/a/migos del pueblo”. Dígase evisceradores de los partidos comunistas.
“La nueva modalidad de cuentapropismo reporteril estaría prostituida de antemano, porque se ofrece al garete y viaja al pairo en pos del mejor postor”
Quizá contribuya a esta explosión libertaria el hastío creciente del gremio entintado, consecuencia de tratar de ubicar un texto incómodo en la prensa virtual o real, bajo andanadas —fundamenta-listamente— de tres o cuatro mantenidos con internet “a full”. Porque oponerse abiertamente a la ordenanza fomentando el caos, o aventar deyecciones in situ resulta, cuando menos, ejercicio suicida. Claro, esos fusileros de mouse no podrían proseguir en “su lucha” les si escasearan balas-tipo “sálvese quien pueda”. Porque saben que a ellos, los proveedores un día, también cerrarán el arsenal.
Para esas fechas del descalabro, estarán aguardándoles sitios redentores como El Toque, Periodismo De Barrio, Cubanet, Havana Times, Diario De Cuba, Cuba Encuentro, In Cubadora, Café Fuerte, Hypermedia, El Estornudo, y demás. Todos.com Ninguno.cu Para que nos cuenten de avatares; pérdidas y ganancias, triunfos y reveses, si es que se atreven.
Y en menor medida, por su pacto verdeolivo con el Grupo Palco —extraterritorialidad rentada a Plaza Comercial Miramar—, hablen de la afrenta en el pago por colaboraciones que hace OnCuba Magazine(Fuego Entreprises), igualmente listada en el catálogo como espacio “contrarrevolucionario”.
¿Qué significa entonces “ser un escritor revolucionario”?
Tal vez, opinante para Progreso Semanal, combatiente en CubaDebate, o vigilante de la Pupila Insomne. Hemorrágicos de aguatibia con mediatintas, si se acata lo arbitrario, el absurdo indiscutible, o la ruin chicharronería.
Porque descartando la remuneración que por cuartilla/obra/derecho-autor hace el instituto libresco a “apolíticos”, trátese de compendio de cocina u otras menudencias —inocuas propuestas sin rayita donde el censor esnifar—, las opciones publicitarias no abundan.
Pues si de periodismo crítico e investigativo se trata, ese que reclama el lector avezado —y el desinformado— promedio moderno, ahíto de loas y naderías, con no hojear ni jugando en el retrete las páginas de cualquiera de los muy calcados diarios oficiales del país (antes de volverlos pulpa), tiene.
Ahondar en ridiculeces circunscribe el flaco subsidio que reciben los afluentes del “mini(mi)sterio” de la cultura o la informática, a ruda puja. Y por extensión, sus paraninfos.
Urgidos a poner parche al corrimiento de exalabarderos —con o sin causa—, la UNEAC (que recibió en este aniversario carta del generalísimo por sus 55 años dando fuete a subalternos, cuestionando deserciones/majaderías de algunos miembros desmembrados) anunció la entrega de anodinos “premios nacionales” —¿ex aequo?— (en pesos del devaluado MINCULT), a “artistas que hayan demostrado firme arraigo al arte”… y al poder: Miguel Barnet, él mismo ¿auto-propuesto?, Amaury Pérez, entrevistador de moda, más un cantante salsero en pos de talismanes llamado Arnaldo, los tres primeros “agraciados” en fila.
Pues había que incluir a obrero simple del ramo, para no levantar más roncha. Y que fuese, además, negro. Vaya, que un proletario común huelga, ya que los dos primeros (“con que se quieran, basta”) destilan estirpe clasista. No extrañaría que hubiese en cola un retornado al país de última hora.
No conjeturo qué harán con los simuladores, esos que se parapetan tras evasivas perdiendo la condición de incondicionales. Ni qué acres legajos esgrimirán para contener el corretaje de intelectuales que han decidido volarse vallas con sus papeles. Lo que sí sé, es que ninguno que transgreda interdicciones y aquiescencias, arrojos y miedos, volverá a escribir como antes.
Entre las muchas grietas de la polea, que revelan el atasco del sistema (¿holístico? ¿marxistoide?¿fidelísimo?) de trasmisión de la información —viciada de absolutismo, nula retroalimentación, falta de trasparencia, etc.—, se encuentra el doble rasero de todo lo que en verdad cuenta —igualito al tan hablado y criollo dominó—; moral, competente, discursivo, existencial. Y otro etcétera que incluya ¡Oh, maravilla! a la letra ex-presa.