LA HABANA, Cuba. — Cuando el poder político reescribe la historia a su conveniencia, sobre todo para justificar futuras atrocidades, algunos nombres quedan relegados al olvido, o hundidos en un pozo de calumnias que desacreditan su mérito y legado a los ojos de las nuevas generaciones.
Tal ha sido el caso de Tomás Estrada Palma, maestro y político cubano, quien se convirtió en el primer presidente de la Cuba republicana fundada en 1902. Antes de alcanzar dicho cargo, Estrada Palma había fungido como presidente de la República de Cuba en Armas entre 1876 y 1877, pocos meses antes de que terminara la Guerra de los Diez Años. Junto a Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, del cual fue Delegado tras la muerte del Apóstol y hasta el fin de la Guerra Necesaria, en 1898.
En los libros de historia que responden a la doctrina castrista, Tomás Estrada Palma fue uno más de los “gobiernos títeres”, otro cubano entreguista y traidor por haber solicitado la intervención norteamericana en 1906 para frenar el alzamiento del Partido Liberal, que no estaba de acuerdo con su reelección para la presidencia de la Isla. Quizás Don Tomás cometió un error, pero acusarlo de traidor sin poner en contexto una decisión tan delicada es, cuando menos, injusto.
El adoctrinamiento impuesto en Cuba a partir de 1959 no ha permitido a las nuevas generaciones conocer que Estrada Palma asumió el desafío de gobernar un país arrasado por la guerra, y lo hizo con honradez y austeridad, procurando mantener el rumbo hacia la democracia soñada por José Martí. Su presunto “servilismo” a los intereses de Estados Unidos tuvo menos que ver con ambiciones personales o cobardía, que con el hecho de que la República de Cuba nació en situación de dependencia, desprovista de recursos, con buena parte de su población enferma y viviendo en condiciones de insalubridad. Tal fue el resultado de cuatro siglos de colonialismo, tres guerras en la segunda mitad del siglo XIX y la Reconcentración del General Valeriano Weyler, que asesinó aproximadamente a 300 000 cubanos.
En medio de un escenario tan complicado, y convencido de que Cuba debía prosperar sin multiplicar sus deudas, Estrada Palma impulsó una política económica basada en generar más ingresos que gastos. Para el año 1905 la eficacia de su plan quedó demostrada, alcanzado un superávit de más de 20 millones de dólares.
Quizás fue este éxito lo que le hizo pensar que podría reelegirse a toda costa, una intención que encontró fuerte resistencia en los partidos opositores. Su empecinamiento provocó una revuelta popular para sacarlo del poder, y temiendo la desestabilización del país pidió la intervención norteamericana.
Esa decisión, sin dudas cuestionable, fue suficiente para que la historiografía castrista lo tachara de traidor; pero los hechos en sí fueron mucho más complejos en su momento. Hoy, cuando se cumplen 114 años de su muerte, es un deber recordar su aporte durante las guerras contra España y en los primeros años de una República que no corrió peor suerte porque su primer presidente, Tomás Estrada Palma, si bien no era un político avezado, fue un hombre honrado y de profunda convicción independentista.
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