LA HABANA, Cuba. – En la ciudad de Guantánamo acaba de terminar el VI Seminario Internacional por la Paz y contra las Bases Militares Extranjeras, que sesionó entre los días 4 y 6 del corriente. Se trató de un evento auspiciado por el Movimiento Cubano por la Paz y el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP).
O sea, que la maltrecha faltriquera del famélico Liborio Pérez —personificación del pueblo cubano— se abrió generosamente para financiar esa actividad. Al decir de Tribuna Popular, en ella participaron “más de un centenar de delegados internacionales, de una treintena de países de los cinco continentes”.
Sabemos de sobra cómo opera esta tribu de “luchadores por la paz”. Se trata de uno de los avatares de los rojillos del mundo. Ellos, indistintamente, militan en una Liga Antiimperialista, o contra el Fanatismo Religioso, se declaran sindicalistas o —en el caso de las mujeres— forman parte de la correspondiente federación femenina. Todo ello de manera simultánea con su actividad en el Partido Comunista (cualquiera que sea el nombre que éste tenga), lo cual constituye su verdadera e íntima vocación.
En territorios en los que hay apenas una mano de estos “pericones”, se reparten los cargos entre todos: el líder de una de esas organizaciones títeres es simple militante en la otra. De ese modo su presencia parece multiplicarse en esas distintas entidades, cuando en realidad se trata (y hablo en términos literales) de los consabidos cuatro gatos. Eso sí, viajando y comiendo a más y mejor. Era lo que los mismos comunistas, pero de la secta de Mao, denominaban “burocracia viajera”.
Mientras tanto, la actividad de los supuestos “antibelicistas” nos hacen recordar la expresión alada que de una vez por todas los descaracterizó de manera lapidaria: “Luchar por la paz es lo mismo que fornicar por la abstinencia sexual”…
En el ínterin, los seminaristas de Guantánamo no tienen empacho en acudir a la Cuba castrista para celebrar su conciliábulo. Si tuvieran algún interés en ese sentido y en verdad se tratara de defensores frenéticos de la paz, encontrarían en nuestra Isla material de sobra para sus preocupaciones y esclarecimientos.
Pero las principales características de ellos son el sometimiento a los patrocinadores y la inconsecuencia. Acudieron, por ejemplo, a una visita masiva al Cementerio “Santa Ifigenia” de Santiago de Cuba, ante el seboruco en el que se afirma que están guardadas las cenizas del fundador de la dinastía castrista.
¿Hicieron alguna alusión a las veintenas de guerras desatadas contra gobiernos democráticos de Nuestra América por los guerrilleros que él mando a entrenar y avitualló? ¿O a los conflictos de mayor envergadura que sostuvo en África (y no necesariamente contra “imperialistas”, sino contra las facciones locales que no resultaron ser de su predilección)?
¿O tal vez la visita fúnebre sirvió para recordar la ocasión en que el homenajeado, en plena Crisis de Octubre, cuando la Humanidad estuvo más cerca que nunca del Holocausto Nuclear, aconsejó muy orondo al mandamás soviético de turno: “Camarada Jruschov, aseste usted el primer golpe”.
Seríamos unos ilusos si esperáramos alguna conducta como ésa de los personajillos congregados en Guantánamo a costa del hambreado pueblo cubano. Si viajaron a Santiago no fue para recordar esos “pecadillos” (que para ellos son veniales desde el mismo momento en que fueron cometidos por uno de los miembros de su secta), sino para “rendirle homenaje” a éste.
Según Prensa Latina, los seminaristas “ratificaron en la Declaración Final su apoyo a la Campaña Global contra de (sic) las bases militares norteamericanas y de la OTAN”. ¿Y qué hay de Hmeymim y otras instalaciones bélicas de Rusia en Siria y en otros parajes del mundo? Bien, gracias. La Patria de Pushkin habrá podido dejar de ser la Meca del Comunismo, pero como continúa enfrentándose a Estados Unidos, sigue gozando de todas las simpatías de los rojillos del mundo.
Por lo tanto, tendríamos que llegar a una conclusión: En nuestro planeta hay bases militares extranjeras malas y buenas. Según los congregados de Guantánamo, las primeras son sólo, como plasmaron con absoluto desparpajo en su flamante Declaración Final, las “norteamericanas y de la OTAN”.