LA HABANA, Cuba.- Pocos meses antes de comenzar el curso escolar 2016-2017 el Ministerio de Educación Superior (MES) estableció un ambicioso programa con el propósito de que todo graduado universitario dominara el idioma inglés para desenvolverse en el mundo profesional.
El doctor Santiago Jorge Rivera Pérez, asesor nacional del idioma inglés en el MES, afirmó: “Esto presupone que cada universidad va a crear un grupo de proyecciones y condiciones de trabajo. En primer término, la oferta de cursos de diversos niveles, en los cuales los estudiantes ingresarán según sus necesidades, así como la instalación de laboratorios de idiomas”.
En ese entonces argumentó que el MES realizaba la impresión de un libro de texto muy actual, dirigido a la formación de profesionales, así como que pondría a disposición de los alumnos videos, cuadernos de trabajo y diccionarios, es decir, múltiples recursos para el aprendizaje. Además, el alumno podría hacer los estudios fuera de la universidad, aunque para graduarse tendría que demostrar el nivel requerido, o sea, B1+ del marco común europeo, nivel intermedio que incluye “desempeño oral y escrito para realizar un grupo de tareas y actividades de comunicación asociadas a la interacción personal, a la narración y descripción de hechos, situaciones y valoración de determinadas actividades” (Juventud Rebelde, 14 de julio de 2016).
Por aquellos días la información generó preocupación y una serie de comentarios adversos en los padres y jóvenes que aspiraban a estudiar en la universidad, pues dadas las históricas deficiencias que presenta esta asignatura en las escuelas, la mayoría de los alumnos no sabe ni donde están parados. Sin embargo, aunque no se aprende inglés en tan poco tiempo, los alentaba el empeño y los recursos que estos centros facilitarían a los estudiantes.
Durante muchos años el inglés fue eliminado de nuestro sistema de enseñanza. Cuando el “gobierno revolucionario” estableció relaciones con la Unión Soviética impuso el estudio del ruso, que nada tenía que ver con nuestra cultura, en muchos casos impartido por rusas que no eran educadoras sino que venían a residir en el país al casarse con cubanos. Muy pocos estudiantes llegaban a aprender un idioma al que no le veían utilidad práctica. Al parecer, el gobierno tampoco, además existía un ámbito de necesidad del inglés y se impuso, es por ello que para la década de los 80 el “idioma del enemigo” regresó a las aulas.
No obstante, aún en estos tiempos persisten las secuelas dejadas por la eliminación del inglés de las escuelas cubanas, puesto que las condiciones para su aprendizaje no se han consolidado. Así, los programas deficientes, la falta de profesores, la escasez de medios audiovisuales, entre otros factores, dificultan la preparación de los alumnos, que llegan al nivel superior sin conocer el idioma.
Los que tienen el inglés entre sus prioridades –como emigrar o trabajar en el turismo– acuden a los maestros particulares. Esta actividad fue perseguida durante años, hasta que en el 2013 fue autorizada, aunque excluyendo a los profesores en activo –por cierto, entre los profesionales más solicitados y escasos se encuentran los profesores de inglés–. También unos pocos se las arreglan para matricular en las escuelas de idioma, de las que sólo hay una en cada municipio y donde por ende la demanda para estudiar inglés supera abrumadoramente la capacidad.
Ahora bien, a dos años de que el Ministerio de Educación Superior informara la exigencia de dominar el nivel B1+ para graduarse de cualquier carrera universitaria como parte de la “política del perfeccionamiento de la enseñanza del idioma inglés”, y de que el asesor nacional anunciara recursos a disposición de las universidades para facilitar el aprendizaje, se ha tenido que reconocer que no se cuenta con un equipo de profesores capacitados ni con los medios técnicos necesarios, como laboratorios o materiales de estudio actualizados, por lo que el MES ha tenido que repensar la política y ajustarla a la realidad: se establecerá como requisito para graduarse un nivel básico, el A2, al cual deberá llegarse partiendo de cero. En fin, del lobo un pelo.