MIAMI, Estados Unidos. — El gusto por el ajedrez es una de las facetas menos conocidas en la vida de José Martí. Aunque solo fue un jugador aficionado y practicante ocasional, el Apóstol nunca escondió su devoción por el mundo de los trebejos, tal y como quedó registrado en algunos de sus escritos.
Existen varias referencias bibliográficas que dan cuenta del acercamiento de Martí al ajedrez hacia los años setenta del siglo XIX.
Todo hace suponer que fueron sus amigos cubanos Nicolás Domínguez Cowan y Andrés Clemente Vázquez, quienes potenciaron en Martí el estudio y la práctica del juego ciencia. La influencia habría sido más notable en el caso de Clemente Vázquez, a quien Martí alabó “la manera sobria y reposada de jugar”.
Se ha hablado también de cómo el amorío de Martí con Carmen Zayas-Bazán Hidalgo, quien se convertiría en su esposa y madre de su único hijo, terminaría acercando a Martí al ajedrez. Esto se debería a que Francisco de Zayas-Bazán, padre de Carmen, era un jugador empedernido.
Durante su estancia en Guatemala, Martí jugó varias partidas con el general Miguel García Granados, padre de María, “La Niña de Guatemala”.
La única partida que se conserva de Martí fue la que sostuvo en 1876 con el niño prodigio mexicano Andrés Ludovico Viesca Gutiérrez. La misma fue publicada por Andrés Clemente Vázquez el 24 de octubre de 1876 en La Estrategia Mexicana.
A mediados de 1886, a Martí le llega desde México el libro Pifias del ajedrez, de Nicolás Domínguez Cowan, quien, conocedor del gusto y el conocimiento del Apóstol sobre el juego ciencia, solicitó a este una lectura agradecida del volumen.
La única evidencia museológica que existe de Martí como ajedrecista aficionado se la debemos al cubano Francisco Ibern García, patriota a quien el héroe profesaba gran afecto. Fue precisamente Ibern García quien, a inicios del siglo XX, narró cómo había visto al Apóstol jugando ajedrez en Cayo Hueso. Algunas piezas utilizadas por Martí en aquellos juegos ocasionales fueron conservadas por el mencionado patriota y hoy se exhiben en el Museo Histórico de Guanabacoa.