MIAMI, Estados Unidos. — El 10 de noviembre de 1971 Fidel Castro aterrizó en Chile para un periplo de diez días que se convirtieron en veintitrés, siendo la visita más extendida de un mandatario en la historia de la nación sudamericana.
Había transcurrido poco tiempo desde las elecciones de abril, donde la coalición Unidad Popular, liderada por Salvador Allende, había logrado casi el 50% de los votos. Tras aquel resultado optimista, los sectores de izquierda abogaban por transformaciones radicales, así que el caudillo cubano aprovechó el clima de efervescencia política para protagonizar encuentros multitudinarios en varias ciudades. Estuvo en Santiago de Chile, Santa Cruz, Valparaíso, Antofagasta, Iquique, Concepción, Puerto Montt, Punta Arenas y Rancagua, asumiendo el rol de un actor importante en la vida política del país, conducta que no pasó desapercibida para los partidos de oposición.
Su misión, además de “estrechar los lazos bilaterales” con el gobierno de Allende, fue promover la revolución cubana —equiparándola a la encabezada por Allende— y convocar a los chilenos a usar la violencia en caso de ser necesario, bajo el argumento de que los “explotadores” y “privilegiados” no cederían pacíficamente el poder.
Con el transcurso del tiempo, la intervención de Fidel Castro en aquel panorama convulso ha sido considerada un error estratégico, pues hizo saltar las alarmas entre quienes observaban con preocupación cómo un dictador y satélite del Kremlin buscaba sin disimulo expandir su doctrina al resto de América Latina.
Los partidos de derecha y centroderecha vieron a Castro como la amenaza que realmente era, capaz de provocar enfrentamientos entre los propios núcleos de izquierda, apoyando a los intransigentes frente a los que apostaban por la negociación.
El astuto dictador sobrepasó los límites al punto de cometer injerencia. La visita que pudo haber sido un éxito político colosal, terminó convirtiéndose en un golpe mortal a la democracia. Para cuando Allende y sus asesores se percataron de las inevitables repercusiones, ya era demasiado tarde.